miércoles, 17 de diciembre de 2008

1984

Cuando hace unos meses leí 1984, me invadió una sensación de congoja y angustia como nunca me había provocado la lectura de un libro, ya fuese de ficción o no. Una angustia debida a que, en mi fuero interno, estaba realmente convencido de que el futuro presentado en la novela, lejos de ser irreal e inalcanzable, era la meta a la que nos acercábamos a pasos agigantados, con los brazos abiertos y rebosantes de alegría.

Lo que más me repugnó de esa sociedad es que sus tentáculos se extendían desde las más altas cumbres del estado hasta los más íntimos pensamientos y creencias del ciudadano/súbdito. No basta con que cada persona sea un ciudadano ideal; no es suficiente con que acate todas las normas y se comporte en cada momento como le reclama el líder... es necesario que sus más íntimas creencias, sus pensamientos más personales, se ajusten también al modelo exigido por el partido. Para ello, no dudarán en tenderle trampas, hacerle creer que se encuentra en un ambiente donde sólo él y su corazón están al tanto de sus actos... para acto seguido caer sobre él y hacerle comprender que en ningún sitio puede esconderse del ojo que todo lo ve.

Y todo ello, claro, en nombre de la libertad, de la misma forma que se hace la guerra en nombre de la paz, se tortura a la gente en nombre del amor y se falsifica la historia en nombre de la verdad.

Y es que en nombre de la libertad se han cometido, seguramente, las más horrorosas atrocidades de la historia de la humanidad. Era, por lo tanto, cuestión de tiempo, que nuestro gobierno, al que no se le cae la palabra libertad de la boca, comenzase a dar muestras de lo que significa la libertad para el socialismo.

En la misma semana en que la Vicepresidenta de Gobierno presentó una ley de derechos humanos que acaba de hecho con la libertad religiosa en España, se ha producido un hecho en la Fiscalía General del Estado que ilustra este concepto. En sintonía con las fechas en las que nos encontramos, y de común acuerdo con otros compañeros, la fiscal Olga Sánchez decidió instalar en el vestíbulo de la Fiscalía un navideño belén. El experimento, sin embargo, duró sólo hasta que fue descubierto por otra fiscal, Pilar Barrero, que exigió su retirada inmediata porque constituía una agresión a la libertad religiosa.

Cuando el concepto de libertad implica en primer lugar una prohibición, siento que estamos más cerca de la libertad de 1984 que del significado clásico del término. En este caso, la libertad es sólo para unos pocos, y siempre que sus ideas coincidan con lo establecido por el poder. Diciéndolo de forma más clara, libertad es que yo pueda hacer lo que a mí me dé la gana, y al mismo tiempo, que los demás puedan hacer también lo que a mí me dé la gana.

Me pregunto qué sucedería si a alguien se le ocurriese prohibir la publicidad de los partidos políticos porque supone una agresión a la libertad de pensamiento. Si alguien fuese arrancando los carteles de la ya tradicional fiesta del PCE porque el Estado no profesa ninguna idea política determinada. Qué sucedería si las autoridades me arrebatasen mis propiedades porque son una agresión al derecho a la propiedad privada. Qué pasaría si desde el poder comenzasen a cerrar emisoras de radio y periódicos porque atentan contra la libertad de expresión...

Esto no es ninguna broma. Tenemos que comenzar a despertar ya. Cada pedazo de libertad que perdemos es imposible de recuperar. Pero además, cuantas más libertades cedemos, más rápidamente perdemos las libertades que nos quedan. Porque hoy se prohíbe poner un belén, pero mañana se nos sancionará por poner un belén, y pasado mañana iremos a la carcel porque no nos parece mal poner un belén. Igual que en 1984.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Ponle freno

Muchas veces, las iniciativas ciudadanas tienen la virtud de desenmascarar las carencias de los gobiernos, proponiendo soluciones concretas a problemas cotidianos, problemas que no son detectados por el estamento político porque hace mucho tiempo que dejaron de vivir la realidad, aupados como están en su Olimpo particular.

Más importancia tienen estas iniciativas ciudadanas cuando su objetivo es salvar vidas, dejando al descubierto las vergüenzas de un gobierno que se empeña en mirar para otro lado y en proponer soluciones incorrectas para problemas mal diagnosticados. Y un especialista en diseñar soluciones ineficientes es el ínclito Director General de Tráfico, señor Pere Navarro.


Yo siempre he sido de la opinión de que la disminución en el número de accidentes en carretera tenía más que ver con la reducción en el uso del coche, primero, y de la venta de coches, después; si llevábamos muchos años en los que el parque automovilístico crecía constantemente, mientras que el número de accidentes crecía con una tasa menor, era evidente que, cuando el número de coches dejese de crecer, los accidentes debían reducirse. Sin puntos, sin multas y sin radares. Pero desde la DGT llevan años criminalizando a los conductores, tratándonos como asesinos en potencia, o incluso como peligrosos criminales; poniendo radares en vías donde rara vez se ha visto un accidente y abandonando los tramos de carretera donde mayor cantidad de muertos se acumulan: los famosos "puntos negros", renombrados recientemente como PCAs, para quitar dramatismo.


Por ello son especialmente valiosas campañas como la llamada "Ponle freno", que pretende algo tan sencillo como que las administraciones propietarias de las vías de circulación informen a los conductores dónde se encuentran esos lugares peligrosos, lugares donde se concentran la inmensa mayoría de los accidentes mortales, y que, curiosamente, no se encuentran en las largas rectas de las autopistas, donde se concentran la mayor cantidad de radares. El conocimiento de que nos aproximamos a un tramo donde ha muerto una cantidad anormalmente alta de personas nos permitirá extremar las precauciones y estar prevenidos ante cualquier imprevisto que pueda acabar provocando un accidente.


¿Por qué es especialmente importante este conocimiento? Porque, a pesar de las consignas que nos martillean desde hace años, un conductor, sobre todo en un viaje largo, no puede estar continuamente en estado de máxima alerta, previendo cualquier tipo de imprevisto. Cuando estamos al volante, asumimos que delante de nosotros tenemos un camino despejado, y en condiciones aceptables para circular; es imposible conducir asumiendo que, detrás de cada curva nos vamos a encontrar con una vaca en medio de la carretera.


Tampoco ayuda la excesiva proliferación de señales de peligro y de prohibición. Cuando en determinados tramos de la autopista A6 en Madrid (seguramente una de las autopistas más seguras de España) nos encontramos con limitaciones de velocidad a 90 kilómetros por hora sin ninguna justificación, la próxima vez que nos encontremos esta señal de limitación en otra carretera, no podremos saber si realmente indica un tramo que, por su riesgo, deberíamos pasar a esta velocidad, o si es otro capricho del legislador, que necesita tramos con limitaciones absurdas para poner multas. Asimismo, no es lo mismo una señal de curva peligrosa en una carretera ancha, con arcenes, buen firme y una única trazada, que la misma señal en una carretera estrecha, mal pavimentada y con varios cambios de trayectoria y un cambio de rasante. Esta última seguramente se convertiría en una trampa mortal, y es una aberración que ambas se señalicen de la misma forma.


¿Qué lleva, entonces, a la DGT, a no hacer suya esta campaña y a no señalizar los puntos donde tenemos mayor probabilidad de dejarnos la vida? Cualquiera que haya leído habitualmente las entradas de este blog sabrá que no suelo ser malpensado, pero algo me hace temer que interesa mantener elevado el número de muertos en carretera para ejercer acciones punitivas sobre los tramos de baja siniestralidad, con un afán puramente recaudatorio. En las manos de la DGT está el demostrar que esto no es cierto.

lunes, 20 de octubre de 2008

Ensañamiento terapéutico

De piedra me he quedado el otro día cuando conocí el caso de Eluana Englaro. Más de piedra teniendo en cuenta que, después de la repercusión internacional que tuvo el caso de Terry Schiavo, había creído (bendita ingenuidad) que nunca más se iba a repetir nada por el estilo.

Para el que no lo recuerde, Terry Schiavo era una estadounidense que, tras pasar más de quince años en estado vegetativo, murió después de que una controvertida sentencia judicial decretase que debía ser desconectada de las máquinas que la mantenían con vida. Pero Terry no estaba conectada a ninguna máquina. El daño cerebral que había sufrido cuando una bajada de potasio le provocó un ataque al corazón le afectó únicamente a su corteza cerebral, por lo que ninguna de sus funciones básicas fueron afectadas. Entonces, la solución aportada por los médicos y algunos de sus ¿familiares? fue eliminarle la sonda por la que le daban de comer. Al cabo de unos días, moría de inanición.

El caso de Eluana Englaro es, si cabe, todavía más sangrante. Eluana quedó en estado vegetativo irreversible el año 1992, tras sufrir un accidente de tráfico, y a diferencia de Schiavo, necesita de diversas máquinas para continuar viviendo. En una actitud que ni le honra ni todo lo contrario, Eluana había dicho tiempo atrás que, en caso de quedar en esta situación, quería que desconectasen las máquinas que la mantuviesen con vida. O, al menos, eso dicen sus familiares. Yo la entiendo. Yo querría que conmigo hiciesen lo mismo.

Pero en Italia no es legal desconectar a un enfermo en estado vegetativo de las máquinas de soporte vital. Por lo tanto, el médico que se atreviese a hacerlo se enfrentaría a un cargo por asesinato. La eterna disputa entre los partidarios del derecho a una muerte digna y los detractores de la eutanasia estaba servida. El asunto estaba en los tribunales, esperando una resolución que sentase jurisprucidencia en el sistema judicial italiano. Y la sentencia ha salido, y es lo que ha hecho que me quede de piedra. En una especie de solución salomónica, los jueces han decidido que desconectar los respiradores es técnicamente un homicidio, y como tal, está penado, pero retirarle la alimentación y la hidratación no lo es.

Es decir, que han condenado a Eluana a morir de hambre y sed, de la misma manera que lo hicieron hace unos años con Terry Schiavo, pero con el agravante de que han sentado un precedente que podrá ser utilizado de ahora en adelante. Se ha abierto la puerta para que, en los hospitales se deje de dar de comer a cualquier enfermo impedido, que son casi todos, por cierto. Un parapléjico que no pueda moverse de su cama dejará de recibir su ración diaria de comida y bebida, y al cabo de cinco días habrá saboreado las delicias de una muerte digna. Un anciano con Alzheimer morirá de la forma mas digna cuando los celadores dejen de pasar la bandeja de comida por su habitación. Un joven que se amputó la pierna en un accidente de moto dejará de penar en esta vida cuando el director del hospital decida que no tiene suficiente dignidad en la pierna que le queda, y le elimine su alimento diario.

Que aprendan el Doctor Montes y sus mentores en la izquierda. Con lo cara que sale la morfina, en Italia han encontrado el remedio perfecto para morir dignamente en estos momentos de crisis. Basta con no alimentar a los futuros finados.

Es posible que el comentario me convierta en un fascista retrógrado y ultraconservador, pero no soy capaz de entender este planteamiento tan progresista. Para mí, dar de comer a un enfermo no es ensañamiento terapéutico.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Insidiosa reconquista

No sé por qué, pero llevo varios días recordando un artículo de Juan Luis Cebrián en El País, resumen de una intervención suya en un homenaje a Juan Goytisolo. Decía en él que sin las Cruzadas y la Inquisición, sin la insidiosa Reconquista ibérica, podríamos –¿quién sabe?– haber asistido al florecimiento de una civilización mediterránea, ecuménica y no sincretista, en la que convivieran diversos legados de la cultura grecolatina, lo mismo que conviven hoy las dos Europas, la de la cerveza y el vino, la de la mantequilla y el aceite de oliva, en una sola idea de democracia.

Reconozco que me encanta hacer (de vez en cuando) ejercicios de "historia-ficción"; imaginar qué habría pasado si no hubiera muerto tan joven Alejandro Magno, si el cristianismo no hubiese arraigado en la sociedad romana o si Alemania no hubiese entrado en guerra contra la Unión Soviética. Son ejercicios que ayudan a mantener la mente despierta y abarcar otros escenarios distintos del actual. Sin embargo, asumo desde el principio que cualquier intento de establecer estos ejercicios como algo demostrado es vano, ya que la cantidad de factores que intervienen en la Historia hacen que el desarrollo de los acontecimientos discurra por cauces casi infinitos.

Yo también me he preguntado muchas veces qué habría pasado si en la Península Ibérica no se hubiese llevado a cabo el proceso de reconquista y repoblación que sucedió durante casi ocho siglos, y siempre he llegado a la conclusión de que, la única forma de saberlo a ciencia cierta sería encontrar un pueblo que hubiese pasado por nuestros mismos avatares históricos (desde la prehistoria hasta la invasión musulmana) pero que luego no se hubiese librado de ésta. ¿Existe este pueblo? Veamos:

Debería tratarse de un pueblo con unas raíces genéticas similares a las nuestras, lo que implicaría un origen común o muy cercano. Esto, por lo tanto, debe implicar que se trate de un pueblo mediterráneo; un pueblo que, a lo largo del tiempo, haya recibido influencias orientalizantes mediante el asentamiento de colonias comerciales griegas y fenicias; un pueblo que, tras haber sido dominado por los cartaginenes, hubiese caído bajo el poder romano, permaneciendo bajo su dominio hasta que se derrumbase estrepitosamente, allá por el siglo V; un pueblo que, desde entonces, haya alternado la sumisión entre pueblos germanos y el imperio bizantino, para, a finales del siglo VII o principios del VIII, haber caído bajo el dominio de los árabes, del que nunca se hubiese librado, al no haber padecido la Insidiosa Reconquista de la que habla Cebrián, y que sí sufrió España.

¿Demasiados parámetros para tener en cuenta? Es posible. Puede que, aun encontrando un pueblo que siguiese al dedillo esta serie de acontecimientos, no sirviese como ejemplo para este ejercicio. Pero, no sé por qué, cada vez que pienso en estos pueblos, se me vienen a la cabeza Marruecos, Argelia o Túnez; sin duda, tres civilizaciones mediterráneas, ecuménicas y no sicretistas, en las que conviven los diversos legados de la cultura grecolatina.

En otras palabras: el colmo de la tolerancia, vaya.

martes, 2 de septiembre de 2008

Categoría 5

Al final, la sangre no ha llegado al río, y el río no ha anegado medio Louissiana, como muchos llevan esperando desde hace tiempo.

Cuando hace tres años el Katrina provocó una catástrofe en Nueva Orleans, millones de gargantas elevaron su voz para clamar contra el cambio climático, que había producido ese ciclón asesino. Dejándose arrastrar por la corriente, los funcionarios del IPCC, y sobre todo, el ilustre Al Gore, vaticinaron que el aumento de la temperatura en el Golfo de México produciría en el futuro un aumento en el número e intensidad de los ciclones en el Atlántico Norte. Y claro, el problema del IPCC es que resulta de lo más convincente... excepto cuando hace predicciones a corto plazo, ya que, hasta la fecha, ninguna se ha cumplido.

Llevan desde hace tres años esperando el huracán que se lleve por delante todo el sur de Estados Unidos para poder emerger de entre las tierras anegadas con el "te lo dije" de la autosatisfacción. Pero la Naturaleza se resiste a darles la razón. Cada año permanecen atentos a sus pantallas para ver si, esta vez sí, el Armaggedon se desata sobre las tierras bajas del río Mississippi, para regresar después a sus cubiles esperando el próximo ciclón. Y es que, aunque les duela, el número de huracanes y su intensidad han descendido desde el Katrina.

Este año todo estaba de cara. Gustav, un ciclón de categoría 4, entraba en el Golfo de México tras haber golpeado Cuba, Haití y Puerto Rico, y se dirigía directo hacia Nueva Orleans. Las noticias fueron unánimes: se fortalecerá durante su paso por el mar para llegar a Louissiana con categoría 5 y vientos de más de 300 kilómetros por hora. Era el desastre. La ciudad estaba sentenciada. Se organizó la evacuación de más de dos millones de personas. Bush se atrincheró en el gabinete de crisis y Gore se agazapó en su madriguera dispuesto a saltar sobre las centrales térmicas...

Sin embargo, dispuesto a llevar la contraria al IPCC, Gustav perdió intensidad a su paso por Cuba y entró en el Golfo de México con categoría 3. Los expertos auguraron un fortalecimiento durante su travesía por el recalentado mar y su llegada a la costa igual de destructivo, pero, lejos de obedecer las órdenes de los salvadores del planeta, el indisciplinado huracán siguió perdiendo fuerza para llegar al delta del Mississippi con categoría 2 y convertirse de inmediato en una tormenta tropical, en su camino hacia Texas.

Ya se está formando un nuevo ciclón en el Atlántico (Hanna), pero parece que habrá que esperar al año que viene para contemplar la tormenta perfecta que borre a la tóxica raza humana de la faz de la tierra.

Definitivamente, lo que no deja de aumentar es el número de tontos de categoría 5, que, además, se están fortaleciendo.

martes, 12 de agosto de 2008

PAC

El otro día fui a comprar manzanas.

Comparé precios y me di cuenta de que en Mozambique estaban baratísimas: me cobraban 10 cuando en España me pedían 50; así que me dije: perfecto, me compro trescientas mil toneladas, las vendo en España a 20, y consigo tres objetivos: ayudo a controlar la inflación (que está disparada), meto dinero en Mozambique, que buena falta les hace, y yo me hago inmensamente rico.

Pero algo falló; cuando fui a pedir los permisos al ministerio correspondiente me dijeron que no podía hacer eso, porque si vendía a ese precio los agricultores españoles no podrían hacer frente a la competencia y se arruinarían, por lo que me iban a cobrar 80 en concepto de aranceles.

Todo mi gozo en un pozo, decidí que mi negocio había fracasado antes de empezar, y compré mis manzanas a un francés muy amable, que me las cobró a 60, porque la inflación está disparada, y estaban destruyendo excedentes para mantener los precios elevados.

El caso es que el dinero que tenía apalabrado con Mozambique no les llegó, y muchas de las inversiones comprometidas no se pudieron llevar a cabo por falta de liquidez, con lo que su crisis se agravó. Entonces, vino el gobierno a decirme que le entregase una parte de mis beneficios para hacerlo llegar a Mozambique en concepto de ayuda al desarrollo. Protesté enérgicamente, porque me parecía un timo que no me hubiesen permitido invertir en Mozambique, que me hubiesen obligado a gastarme seis veces más dinero en comprar mis productos en Francia, y ahora me hiciesen pagar más dinero para entregárselo a Mozambique. Me dijeron que así eran las cosas y que, de todas formas no me podía negar, porque estaba previsto en los presupuestos generales, y ya me lo habían quitado vía impuestos.

Con ese dinero compraron trescientas mil toneladas de manzanas, que se hicieron llegar a Mozambique como ayuda humanitaria, y se repartieron entre la población. La gente, entonces, dejó de comprar manzanas a los agricultores locales, con lo que éstos se arruinaron, dejaron de atender sus cultivos por falta de dinero, y enormes extensiones de manzanos quedaron baldías. Cuando la ayuda internacional se acabó, los mozambiqueños ya no tenían dónde comprar manzanas, lo que hizo que sobreviniera una gran hambruna que tuvo como resultado que, durante dos meses, tuviésemos en el telediario de las tres de la tarde imágenes de negritos de ojos tristes y barrigas hinchadas, víctimas del capitalismo feroz que esquilma los recursos de los países del tercer mundo.

Ayer, unos de una ONG vinieron a mi casa para que apadrinase a un niño mozambiqueño por una módica cantidad... Casi se me saltan las lágrimas.

sábado, 2 de agosto de 2008

Hay que apretarse el cinturón

Pues sí. Parece ser que apretarse el cinturón se está convirtiendo en la panacea para salir airosos de esta crisis-que-no-es-crisis. Y no sólo por parte del gobierno: desde casi cualquier ámbito se está recomendando la austeridad como solución. Es evidente: como la culpa de la crisis no la tenemos nosotros, sino que ha sido creada por Estados Unidos con la guerra de Irak y las hipotecas subprime, no podemos hacer nada para intentar corregirla. Sólo podemos tener confianza y sentarnos a esperar que escampe. ¡Ah! Y apretarnos el cinturón, que en estas circunstancias, el consumismo feroz sólo puede alimentar el fuego.

Veamos; desde hace ya años se venía asumiendo que el modelo de crecimiento económico de España estaba totalmente desequilibrado, porque no producía riqueza. Entonces, ¿cómo era capaz de crecer a un ritmo de alrededor del 4%? Apoyándose en tres patas: Construcción (fundamentalmente de vivienda residencial), consumo privado, y financiación exterior (que proporciona el dinero para las otras dos) principalmente mediante la compra de deuda pública. Estas tres patas son fruto de la ilusión de un dinero barato y abundante creado por unos tipos de interés extraordinariamente bajos.

La crisis financiera que nos tiene a todos en vilo ha incidido directamente sobre el primer y tercer pilar del crecimiento español: la falta de confianza y un dinero cada vez más caro han cortado de raíz la entrada de financiación en España, lo que nos ha llevado a una crisis de liquidez que ha hecho que, en primer lugar, los bancos se hayan vuelto súbitamente muy escrupulosos a la hora de conceder créditos, y en segundo lugar, que las empresas constructoras tengan problemas muy serios a la hora de encontrar financiación para construir las viviendas, e incluso para terminar las que ya están empezadas.

Con la entrada de capital congelada y la construcción en K.O. técnico, la única pata que podría mantener nuestra economía al ralentí es el consumo privado. La austeridad podría ser una salida, siempre y cuando el dinero ahorrado pudiese ir destinado a la financiación empresarial vías fondos de inversión o aumento de la liquidez bancaria mediante depósitos. Pero el tratamiento fiscal del ahorro en España es tan desfavorable para el ahorrador que todo apunta a que ese dinero se quedaría guardado bajo el colchón, perdiendo valor mes a mes con una inflación que supera ya holgadamente el 5%.

Por lo tanto, lo mejor que se puede hacer en estos momentos (siempre dentro de las posiblidades de cada cual) es, precisamente, consumir. Porque los efectos de apretarse el cinturón ya los estamos viviendo: empresas de automóviles que despiden trabajadores, agencias de viajes que cierran, negocios que van a la quiebra... Todo ello se traduce en lo mismo: más paro; por consiguiente, más dinero empleado en el seguro de desempleo, menos cotizantes para hacerse cargo de las pensiones y de la sanidad, lo que lleva a más carga fiscal para los que han tenido la suerte de no quedarse sin empleo.

Consumiendo, las empresas tienen una vía alternativa de financiación (la venta de sus productos). Es seguro que ésto, por sí sólo, no vaya a sacarnos de la crisis, pero por lo menos nos mantendrá a flote hasta que cambien las tornas.

Los que tienen que apretarse el cinturón son las administraciones públicas, reduciendo su tamaño, eliminando ministerios inservibles (se me ocurren, de momento, dos) y reduciendo la carga fiscal sobre las familias y las empresas. Ésto, y no la austeridad de los ciudadanos, es lo que nos sacará de la crisis.

martes, 15 de julio de 2008

Acatar la ley

Una de las cosas buenas que tiene la democracia es que simplifica enormemente las relaciones sociales: la ciudadanía vota mayoritariamente una opción política que, con mayor o menor acierto, legisla el marco de convivencia de la sociedad; luego, si surgen discrepancias, los jueces evalúan los modos de comportamiento en base a las leyes y dictan unas sentencias que son de obligado cumplimiento. Es así de sencillo.

En la práctica, el sistema se pervierte, debido a que, o bien aparecen nuevos modos de comportamiento que no se encontraban especificados en las leyes, o bien el poder ejecutivo, amparado en el legislativo, desea desbordar el sistema legal. En ese momento la batalla se traslada a la judicatura, que debe ejecutar sentencias a sabiendas de que está bajo la atenta mirada de todo el poder político. Tras ello, empieza a ser habitual la coletilla de "acatamos la sentencia"; si ésta es seguida de un "pero", es síntoma de que no la acatan en absoluto, y si va seguida de elogios al juez, significa que, por esta vez, se ha dictado la sentencia que se esperaba.

No nos engañemos: nadie respeta las leyes. Las aplicamos si favorecen a nuestros intereses y renegamos de ellas cuando no lo hacen. Es sintomático el hecho de que cuando una sentencia contradice al Gobierno, es síntoma de la independencia judicial, mientras que si le da la razón no puede ser otra cosa que servilismo al poder político. Y estos años hemos tenido ejemplos para aburrir.

Hace un par de días ha saltado la noticia de que Ignacio de Juana va a salir de la cárcel después de haber cumplido sólo 21 años de los 3000 a los que estaba condenado. No se puede hacer otra cosa, ya que la ley prohíbía que pasase más tiempo en prisión. Afortunadamente, la ley ya se ha cambiado para que, a partir de ahora se cumplan íntegramente los treinta años de pena. ¿Qué ley era la "legal"? ¿La anterior o la nueva? Además, se ha sabido que va a vivir en un entorno donde se concentan no menos de diez víctimas del terrorismo, lo que ha hecho dar la voz de alarma. ¿Cómo se puede evitar que pasen estas cosas? En teoría, de Juana ha cumplido su pena en la cárcel; probablemente no esté rehabilitado, pero es un hombre libre, sin causas pendientes con la Justicia. Como tal hombre libre, le asiste el derecho de vivir donde le dé la gana. Si se modifica la legislación para evitar que un delincuente que ya ha cumplido condena viva cerca de sus víctimas, ¿qué clase de libertad tendrá esa persona? ¿Qué diferencia hay entre cambiar la ley e infringirla sin más?

Mucho se les llena la boca a la mayoría de los políticos sobre si algo es constitucional o no. Parece que estar reflejado en la Constitución confiere a algo una aureola de hiperlegitimidad intocable. Así, por ejemplo, no se cansan de recordar que la Constitución española garantiza el derecho a una vivienda digna. Parece ser que esa maldita frase obliga a los gobiernos a gastarse nuestro dinero en viviendas para todo el mundo. Sin embargo, la Constitución también consagra la prevalencia del varón sobre la mujer en la línea sucesoria al trono de España. ¿Qué diferencia hay entre las dos frases? ¿Es acaso una más constitucional que la otra?

Algo parecido pasa con la ley sobre el aborto. Una ley que regula minuciosamente los casos en los que se puede abortar, pero que parece que a la progresía se le ha quedado pequeña. La última ocurrencia de la Vicepresidenta ha sido decir que se van a buscar fórmulas "imaginativas" para hacer una ley "vanguardista". ¿Qué diferencia hay, entonces, entre un médico que practica un aborto fuera de los casos que establece la ley y un gobierno que modifica la ley a su antojo para que se puedan hacer cosas que antes estaban penadas?

Es muy difícil acatar las leyes cuando establecen formas de comportamiento que no nos agradan. Es más difícil aún cuando, como es nuestro caso, las leyes tienden a regular hasta los más insignificantes de nuestros actos; de esta forma, pequeños cambios en el comportamiento social exigen cambios legislativos que de otra forma no habrían sido necesarios.

Tenemos demasiadas leyes. El Gobierno se mete demasiado en nuestras vidas. En vez de tanta legislación tan específica, lo que necesitamos es, primero, un marco moral de comportamiento bien definido; segundo, pocas leyes generales que regulen ese marco de comportamiento; y tercero, jueces independientes que interpreten esas pocas leyes en función del marco moral. Cuando consigamos esto, no hará falta que el gobierno de turno cambie la legislación para que los terroristas no puedan ocupar cargos públicos, para que no haya calles con nombres de asesinos o para que un asesino no pueda montar una tienda bajo la casa de su víctima.

miércoles, 2 de julio de 2008

¡Que dejen de tomarnos el pelo!

Hace unos años, un grupo de burócratas de Francia y Alemania decidieron que se habían equivocado con el Tratado de Niza. Ese tratado que, por empeño personal de un reaccionario llamado José María Aznar equilibraba el reparto de poder en Europa desplazándolo del eje franco-alemán al conjunto de países medianos que compartían intereses comunes, muchas veces contrapuestos a los de los grandes países (Francia, Alemania y Reino Unido).

Pusieron, por tanto, en marcha sus estrategias publicitarias para convencernos de que la "construcción europea" necesitaba una constitución que diese legitimidad democrática a sus instituciones y a las decisiones que ellas tomasen. Y una vez convencidos los políticos, parieron un engendro que dinamitaba el equilibrio de poder que había establecido Niza, multiplicaba la burocracia y el intervencionismo y convertía a Europa, básicamente, en un enorme recolector de dinero que alimentase a la Política Agraria Común (PAC) a mayor gloria de Francia.

Una vez convencidos los políticos de que "Europa" necesitaba urgentemente esta constitución, comenzó el proceso por el cual se gastó una cantidad verdaderamente obscena de dinero para convencer a la gente comun de lo mismo. Los argumentos variaron según el país, pero aquí fueron básicamente tres: "Si votas en contra es que estás en contra de Europa", "Si no ratificamos la Constitución nos quedamos fuera de Europa" y "No hace falta que te leas el proyecto, porque los que saben ya se lo han leído y nos han dicho que es buena".

En fin, que el proceso de convalidación especificaba que la ratificación seguiría adelante a no ser que tres o más países votasen en contra. Esto quería decir que, si España y Grecia rechazaban el proyecto, la constitución entraría en vigor de todas formas y estos dos países quedarían en una especie de limbo que, muy oportunamente, decidieron no aclarar quienes redactaron el proyecto de constitución.

Pero no fueron España y Grecia los que votaron en contra, sino Francia y Holanda. Y, rompiendo todas las normas, decidieron no seguir adelante con el proceso. De repente, ya no tenía ninguna importancia que Europa no tuviese una constitución, y que el tratado de Niza siguiese vigente. De repente, Niza no tenía caducidad y podía seguir siendo aplicado sin problemas. Pero claro, Francia no podía quedarse cruzada de brazos.

Inmediatamente después comenzó a gestarse un nuevo engendro que sustituyese a la "constitución". Lo llamaron "Tratado de Lisboa". Sus entresijos nos son completamente desconocidos, ya que han decidido que no es necesario que los conozcamos. Además, para evitar molestos contratiempos con los referéndums, se estableció que debería ser aprobado únicamente por los parlamentos nacionales. En compensación, el nuevo tratado debería contar con unanimidad. Es decir, si un solo país votaba en contra, el tratado no se aplicaba. Con buen criterio, pensaban; "¿Quién va a ser el listo que se atreva a aparecer como euroescéptico en estos momentos?".

Pero llegó Irlanda, que, por un pequeño problema llamado Constitución Irlandesa estaba obligada a presentar el tratado a consulta. Y, cómo no, salió rechazado. ¡Qué horror! Habrá que paralizar la aplicación del tratado; La construcción europea se tambalea...

En absoluto. Las grandes cabezas pensantes de la burocracia europea decidieron que el rechazo irlandés no era lo suficientemente importante y que, por lo tanto, el proceso de ratificación seguía adelante. Dignos herederos del referéndum español sobre la OTAN, en el que, si votabas que sí, nos quedábamos, y si votabas que no, no nos íbamos. Hace pocos días, y a la vista del resultado irlandés, el primer ministro polaco anunció que, a pesar de haber aprobado el tratado en el parlamento, la presidencia no iba a ratificarlo. Habrá que estar atentos para ver si a Francia le queda un poco de vergüenza, y esta vez, aunque sólo sea esta vez, se decide a aceptar lo que diga la mayoría y no a hacer su santa voluntad.

Y, por favor, que dejen de tomarnos el pelo con la puñetera Europa.

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Un pequeño comentario de actualidad: Izquierda Unida ha presentado una moción para, en aplicación de la ley de memoria histórica, eliminar del escudo nacional y del escudo real los símbolos franquistas; a saber: la cruz de San Andrés (cruz de Borgoña) y el yugo y las flechas. Yo no sé si lo han hecho por ignorancia o por estupidez, pero ninguna de las dos cosas son admisibles en un representante político.

sábado, 28 de junio de 2008

¿Libertad? Sí, pero para todos

Debería sonar extraño que, agotados ya más de siete años de este siglo XXI, hubiese algún país occidental en el que la lucha por la libertad se encontrase en el centro del debate político, pero lo cierto es que, en esta España que nos ha tocado vivir, eso es exactamente lo que sucede: el Gobierno presume de haber otorgado a los ciudadanos más derechos y libertades que los que nunca habían tenido, la oposición denuncia la falta de libertad en determinadas regiones de España, los terroristas coaccionan a grandes sectores de la sociedad... La libertad, hoy igual que hace un siglo, sigue siendo tema fundamental en el discurrir de la política, e incluso de la vida ciudadana, gracias a la aparición y auge de un movimiento liberal que, fundamentalmente desde internet, y gracias a medios como Libertad Digital, nos muestra cómo, en las últimas décadas, y a pesar de lo que dice el Gobierno, la tónica es que cada día cedemos un poquito más de nuestra llibertad, en aras de una seguridad y una comodidad que, paradójicamente, tampoco llegan; y esos pedazos de libertad que cedemos son casi imposibles de recuperar.

En este ambiente de lento pero constante retroceso de nuestra libertad, resulta poco menos que grotesco el espectáculo que nuestros representantes políticos nos ofrecieron el otro día en el Congreso, votando una proposición de Izquierda Unida para ampliar determinados derechos humanos... ¡A los grandes simios! Así, se concede a chimpancés, gorilas y orangutanes los derechos, entre otros, a no ser esclavizados, a no ser maltratados... ¡y a la libertad!

Supongo que tras esta votación, centenares de chimpancés, que hasta ahora vivían muy dignamente en los zoos españoles, vagarán por las calles, intentando encontrar un trabajo digno con el que ganarse la vida, ya que eso es exactamente lo que significa tener derecho a la libertad y a no ser esclavizado. En cuanto a los malos tratos, parece que los impulsores de la medida se olvidan de que, en tanto que animales, la legislación ya prohíbe su maltrato.

Pero yendo un poco más allá, suena un poco a broma de mal gusto que los comunistas exijan libertad para los grandes simios, cuando niegan sistemáticamente esa libertad al simio más cercano que tenemos, que es precisamente el hombre. Porque es falta de libertad no poder decidir qué educación queremos para nuestros hijos, o qué sanidad queremos recibir, o quién queremos que nos suministre determinados servicios públicos, o a qué horas y en qué comercios queremos hacer la compra, o qué acciones o grupos se sufragan o subvencionan con nuestro dinero.

Tenemos un gobierno que, durante cuatro años, se ha desentendido sistemáticamente de los problemas que afectan a los españoles y se ha dedicado a gastar nuestro dinero en tejer una red de intereses diseñada para amordazar a la población y mantenerse en el poder. El último paso ha sido dar unos derechos a los monos mientras otros se restringen a los hombres. Pero el objetivo de esta estrategia está bastante claro: dar derechos humanos a los monos multiplicará el número de votantes de PSOE e IU.

lunes, 9 de junio de 2008

¿Qué va a hacer ahora el Gobierno?

No es una pregunta retórica. Lamentablemente, todo indica que la que se nos viene encima es gorda; muy gorda. El penúltimo acto de esta crisis-que-no-es-una-crisis acabamos de vivirlo los que tenemos la suerte o la desgracia de vivir o trabajar en una gran ciudad o sus alrededores. Los transportistas (antes llamados camioneros) han decidido echarse a la carretera para dar mayor énfasis a su huelga.

Dicen que están al límite de su capacidad de supervivencia, que lo que les pagan con los portes no les llega para pagar el gasóleo que gastan, que se avecina la ruina total del sector... Es posible que tengan razón. Es muy probable que su diagnóstico de la situación sea exacto, pero, ¿qué proponen para solucionarlo? Básicamente, el establecimiento de un "gasóleo profesional" que les abarate el gasto en combustible y una "tarifa mínima obligatoria" que permita aumentar los costes de los portes y que sea revisable en función del precio del gasóleo. En principio, las medidas lógicas y evidentes que cualquiera habría pensado como solución al problema. Pero, ¿son realmente la solución?

Un gasóleo profesional implica la exención de impuestos (como en el gasóleo agrícola o pesquero) o, directamente, la subvención vía Presupuestos Generales del Estado. El problema es que, al menos hasta hoy por la mañana, el dinero de los PGE no lo donan altruistamente los miembros del Gobierno, sino que salen, a través de los impuestos, del bolsillo de todos los ciudadanos. Entonces, una subvención al gasóleo implica que seamos nosotros los que les ayudemos a llenar el depósito, pervirtiendo la justificación redistributiva de la coacción impositiva (los que más tienen aportan dinero para que también los que menos tienen se beneficien de servicios básicos... o no tan básicos) para hacer que una mayoría (que ya no nada en la abundancia) regale sus escasos ingresos a una minoría que, eso sí, tiene una capacidad de presión desmesurada.

¿Y qué decir de las tarifas mínimas por porte? En principio, la medida menos descabellada que se les ha ocurrido, ya que el precio de los portes debería, entre otras cosas, reflejar los costes de esos portes, por lo que, a mayor precio de las materias primas, mayor precio del servicio que se presta gracias a esas materias primas. Pero el precio no sólo sirve para reflejar el coste de prestar ese servicio; el precio es también el indicador que nos permite decidir si nos es rentable o no adquirir un bien o un servicio. Si un agricultor no va a poder negociar entre distintos transportistas un precio que se adapte a sus necesidades por el simple hecho de que va a venir impuesto por un grupo de presión, tendremos un doble efecto: por un lado, productos que no podrán comercializarse por carecer de posibilidades de transporte, y por otro, un aumento en el precio de venta al público de los productos que hayan pasado por el aro de las tarifas mínimas.

En ese momento, las asociaciones de usuarios y los sindicatos pondrán el grito en el cielo por los enormes márgenes de los intermediarios que llegan a multiplicar por 400 los precios de algunos productos básicos, y exigirán al Gobierno (lo han hecho ya) que establezca por ley un margen máximo a aplicar en las transacciones comerciales realizadas por los intermediarios, entre los que se encuentran, cómo no, los camioneros.

¿Qué va a hacer el Gobierno en ese momento? ¿Va a establecer un margen mínimo por ley para los transportistas? ¿O va a establecer un margen máximo (evidentemente menor que el otro)? Aquí no van a valer las frases grandilocuentes, las promesas vacías y las declaraciones altisonantes. Aquí no caben las soluciones improvisadas y tirar de chequera de superávit. Aquí, las medidas que se tomen en favor de unos van a hacer mucho daño a los otros.

Estamos en medio de una crisis que todavía no alcanzamos a cuantificar. Es hora de tomar medidas. Medidas duras, impopulares, pero necesarias. Ahora ya no vale prometer a cada uno lo que quiere oír, mientras se dejan rodar las cosas. Me gustaría saber qué va a hacer ahora el Gobierno.

sábado, 24 de mayo de 2008

Paranoias

Reconozco que este blog "se me ha ido de las manos". Había nacido como un sitio en el que poder hablar de ideologías, de economía, de libertad, de cambio climático... Pero la actualidad es tozuda, y los gobernantes que nos han tocado en suerte y sus amigos de la oposición no dejan de dar excusas para estar pendientes de ellos. De esta forma, un blog en el que debería haber dado rienda suelta a mis ideas se ha convertido en un sitio en el que criticar a los políticos profesionales que controlan nuestras vidas.

Esta semana, evidentemente, no ha sido una excepción. El motivo, sin embargo, parecía una buena noticia, una de esas que desearías oír todas las semanas: fuerzas de la Guardia Civil y de la Policía francesa detuvieron a la cúpula de ETA, incautándose además de abundante documentación y armas. Vaya por delante mi más sincera felicitación a la Guardia Civil, que tan buenos servicios ha prestado a España en la lucha contra ETA, y que tanta sangre le ha costado. Pero a mí, que debo de ser un paranoico compulsivo (yo tampoco creo que los atentados del 11-M los perpetrasen cuatro moritos traficantes y un tarado) esta noticia me olió mal desde el principio.

Y es que, justo el día anterior, Zapatero se reunió con Ibarreche en la Moncloa, y, si es cierta la escenificación de las ruedas de prensa posteriores, terminaron a tortas. Así, parecería que el Gobierno estuvo retrasando la operación hasta ver si se llegaba a un acuerdo con el Lehendakari; al no conseguirlo, se dio la orden de detener a los etarras, con las cámaras de TVE en primera fila, no fuese a ser que la operación pasase desapercibida.

También podría ser que el desencuentro de la reunión fuese absolutamente fingido: al PSOE no le interesa que la ciudadanía le vea tan próximo al nacionalismo violento, así que escenifican una ruptura y esa misma noche, con el acuerdo del gobierno vasco, detienen a la cúpula de ETA con las cámaras de TVE en primera fila, no vaya a ser que la gente piense que este gobierno no lucha contra ETA.

Y también podría ser que no fuese ninguna de estas dos, pero en este caso, ¿a qué vienen las declaraciones de Pachi López pidiendo un referéndum vinculante avalado por el Estado?

Me estoy volviendo un paranoico, pero es que hay situaciones que, de otra manera, se vuelven inexplicables.

La semana que viene, si me dejan, hablaré de la prohibición de la tenencia de armas (aunque, tal y como están las cosas, tengo pocas esperanzas)

domingo, 11 de mayo de 2008

Del enemigo el consejo

Bebiendo un perro en el Nilo
al mismo tiempo corría;
-Bebe quieto -le decía

un taimado cocodrilo.
Díjole el perro, prudente:
-Dañoso es beber y andar
¿Pero, es sano el aguardar
a que me claves el diente?.
¡Oh, qué docto perro viejo!
Yo venero tu sentir
en esto de no seguir
del enemigo el consejo.

Aquello que tenía tan presente Félix María de Samaniego en el siglo XVIII no parece haber hecho demasiada mella en el ánimo de Mariano Rajoy. Como muchos veníamos avisando, una vez que se acercaron las elecciones generales el presidente del PP fue, paulatinamente, abandonando las líneas ideológicas del grueso de su base social para acercarse a ese centrismo del que tanta gala hace.

Porque ni siquiera dejar a Gallardón fuera de las listas al Congreso lo libró de esa línea: muchos vimos esa maniobra únicamente como una excusa para taponar la influencia de Esperanza Aguirre en el programa electoral. El desarrollo de la campaña y los movimientos producidos en el partido tras las elecciones nos han venido a dar la razón. La campaña se centró en la economía y no se tocó ni uno solo de los temas que supuestamente deberían alimentar la línea doctrinal del PP. Ni medidas para paliar la estatalización de la sociedad española, ni el problema de la insolidaridad entre autonomías (con el agua como telón de fondo), ni política exterior, ni educación… Nada. Nada de nada. Sólo un esfuerzo heroico por hacer aparecer al PP como el partido más social, más progresista, más joven y más comprometido con la lucha contra el cambio climático.

Y, cada vez que el PP se negaba a dar la batalla en estos temas, adoptando el punto de vista progre, desde el socialismo se felicitaban, y animaban a Rajoy a seguir por ese mismo camino; a librarse de los lastres del pasado y a contar con caras nuevas con nuevas ideas. Las caras nuevas ya se sabía cuales eran: Gallardón en Madrid, Feijoo en Galicia, Arenas en Andalucía, Piqué en Cataluña… y Arriola pastoreándolos a todos, con Juan Costa creando una campaña electoral a su medida.

Y, cada vez que el PP volvía a sus orígenes y explicaba que sus ideas eran las que eran y no tenían que cambiarlas, en el socialismo se rasgaban las vestiduras y aconsejaban apartar de la toma de decisiones a los responsables de esas ideas. Nuevamente, estos responsables también se sabía quienes eran: Esperanza Aguirre en Madrid, Daniel Sirera en Cataluña, María San Gil en las Vascongadas, Mayor Oreja en Europa, Acebes en la calle Génova…

Desengañémonos: José Blanco es militante del PSOE, no del PP, y nunca va a hacer algo que lleve a la victoria al PP. Por lo tanto, si critica la exclusión de Gallardón, es que esa exclusión no beneficia al PSOE. Si aplaude la designación de Soraya Sáenz de Santamaría, es que esa designacion beneficia al PSOE. Y si desde la progresía en general abominan de la presencia de gente como Esperanza Aguirre, Acebes o Zaplana, es que son esas personas, y no Soraya, Arriola o Costa los que van a darles problemas.

Espero que Rajoy sepa a quién debe hacer caso. Samaniego lo tenía muy claro.

miércoles, 7 de mayo de 2008

Proporcionalidad (III y conclusión)

Resumiendo las dos entradas anteriores del tema, el actual sistema electoral no beneficia a los partidos nacionalistas minoritarios, sino a los grandes partidos nacionales. Por el contrario, un sistema puramente proporcional que asignase los escaños en función del total de votos obtenidos a nivel nacional, haría proliferar partidos minoritarios que acabarían con la gobernabilidad.

¿Cuáles podrían ser, entonces, las alternativas para evitar esta desproporcionada influencia de los nacionalistas? A mi juicio, sólo dos.
La primera, que he oído reiteradamente en muchas tertulias y columnas de opinión pasaría por aplicar un sistema de doble mínimo, de forma que, para conseguir representación parlamentaria, no sólo se debería obtener un mínimo de un 5% de votos en cada circunscripción sino también en el total nacional. Con estos números, el parlamento quedaría copado por PSOE y PP, ya que el tercer partido en número de votos (IU) obtuvo únicamente el 3,84%. Si se redujese el porcentaje mínimo al 3% entrarían en el parlamento IU y CiU, con un total de 24 escaños entre los dos, lo que les daría una fuerza evidente a la hora de constituirse en partidos bisagra, sobre todo en momentos como los actuales, de gran equilibrio entre los dos partidos mayoritarios.

De todas formas, un sistema que limite por ley la capacidad de un partido para acceder al parlamento estableciendo una línea de corte en el porcentaje de votos necesarios incluso antes de que se celebren las elecciones volvería a conculcar el sistema de "un hombre, un voto", ya que un voto emitido a una lista poco representada no será en ningún caso tenida en cuenta. A todos aquellos que protestan por la poca calidad democrática del sistema actual no les puede valer un sistema en el que sólo se admite el voto a los partidos mayoritarios (que han llegado a serlo, por otro lado, gracias a un sistema de concentración de voto, eliminando listas minoritarias circunscripción a circunscripción).

La segunda opción pasa por aplicar el principio democrático de la división de poderes. Actualmente es el poder legislativo el que, mediante una votación interna en las cortes designa al ejecutivo. Esto es así porque, según la Constitución Española las cortes son la sede de la soberanía nacional; es decir, son las cortes, en su calidad de representantes de la soberanía las que eligen al gobierno. Dicho de otro modo, es el poder legislativo el que elige al ejecutivo, y, como a su vez, elige tembién al judicial, no existe una división real de poderes.

¿Qué pasaría si las elecciones legislativas nada tuviesen que ver con el gobierno? ¿Y si en estas elecciones sólo se eligiesen a los parlamentarios y senadores, y el Presidente del Gobierno fuese elegido en unas elecciones presidenciales aparte? En este caso, el presidente podría ser elegido por un sistema proporcional de doble vuelta, de forma que la formación de gobierno no dependiese del chantaje de ningún grupo político. De esta forma, además, se elegiría a una persona como Presidente de Gobierno, no a un partido político. Y de esta forma, además, no habría ningún problema en que en las Cortes proliferasen partidos minoritarios (nacionalistas o no), ya que dejarían de tener influencia sobre el gobierno.

Cierto es que la redacción y aprobación de las leyes volvería a estar en manos de estos grupos minoritarios, pero, en un sistema con una efectiva separación de poderes, esto no debería ser un problema. En España tenemos la costumbre de redactar leyes para todo. Como todo debe estar aprobado por el parlamento, todo debe ser convertido en ley. Pero un gobierno no debería aprobar leyes para cualquier actuación; un gobierno debería gobernar con decretos, y dejar las leyes para donde se tienen que aplicar: en el ámbito judicial.

Por tanto, tres medidas son imprescindibles para normalizar y asentar la vida democrática: Un sistema de elección presidencial a doble vuelta, un sistema puramente proporcional para las cortes y un sistema de gobierno por decretos, vigilado y regulado por el parlamento y los jueces. Esto es: separación efectiva de poderes.

Si a alguien le parece que este sistema realmente no cambiaría nada, ya que el presidente del gobierno saldría elegido invariablemente de entre las filas del partido más votado, le invitaría a hacer la reflexión siguiente: ¿En qué posición habría quedado Rosa Díez si estas últimas elecciones hubiesen sido presidenciales? ¿Cuánta gente no la ha votado simplemente porque su partido no tenía ninguna oportunidad de gobernar?

Queda en el aire la pregunta.

domingo, 20 de abril de 2008

No votaré a Rajoy

Hoy pensaba publicar la tercera y última parte del análisis que venía haciendo sobre la ley electoral en España, pero creo que merece la pena dejarla para más adelante. El motivo ha sido la salida a la escena política (por fin, después de seis semanas) de don Mariano Rajoy. Seis semanas de silencios, de callar más que decir, de aplazamientos de estrategias, de nombramientos que parecían el parto de los montes...

Seis semanas en las que el PP parecía de vacaciones (¡qué cansada ha sido la campaña electoral!) mientras que el PSOE se ponía en movimiento, manteniendo a María Emilia Casas como presidenta del Tribunal Constitucional, forzando la máquina para que los recursos del juicio del 11-M se decidieran cuanto antes (habría que ser muy malpensado para imaginarse que podría ser para dar carpetazo al asunto cuanto antes), manteniendo en el gobierno a algunos de los ministros más incompetentes y sectarios de la democracia o aprobando el trasvase- que- no- es- un- trasvase para llevar el agua- del- Ebro- que- en- realidad- no- viene- del- Ebro a Barcelona.

Según pasaba el tiempo y el PP se mantenía a la espera, sin hacer una oposición real porque había que esperar a ver cómo se comportaban los nuevos ministros (¿verdad, Soraya?) una cantidad creciente de simpatizantes pensábamos que se debía únicamente a una estrategia encaminada a forzar el descontento entre las filas del partido para hacer saltar a los disidentes y ponerlos en evidencia antes del congreso de Junio. Y la primera en saltar fue, cómo no, Esperanza Aguirre.

Podríamos pensar que fue ingenua y mordió el anzuelo, pero yo prefiero argumentar que fue valiente y decidió dar el salto y poner las cartas sobre la mesa antes que asegurar su propia seguridad personal. A partir de ahí, respondió el de siempre, avisándola de que no tendría apoyos (él sí los tuvo, sin embargo, cuando se presentó Manuel Cobo a la presidencia del PP en Madrid). A partir de ese momento, se desató la lucha entre facciónes. Con Aguirre, el PP de Madrid en pleno (excepto los de siempre), Alejo Vidal-Quadras, Álvarez Cascos y mucha gente que cree que el mensaje liberal es lo que necesita la sociedad española. Por el otro lado, aparte de Gallardón y su séquito, Arenas, Camps, Valcárcel, Sirera y tantos otros que creen que su continuidad en la poltrona depende de llevarse bien con el jefe. En el medio, gente como Mayor-Oreja, que parece que todavía no se han decidido.

Y una vez definidas las posturas, el gran jefe lanza el envite: en su partido caben todos, incluida la socialdemocracia, y el que no esté a gusto, que se vaya al Partido Liberal o al Conservador. Es decir, que caben todos... excepto los liberales o los conservadores.

Se cayeron las caretas. Se destapó el engaño. Cuatro años de lucha tirados a la basura. Por fin hemos descubierto cuál va a ser la política de Mariano Rajoy y compañía para el futuro. Han triunfado las tesis de Gallardón y de Piqué; de Feijoo y de Rato; de Arriola y de Costa... Ha calado la idea de que manteniendo planteamientos propios de la derecha, el PP nunca ganará unas elecciones: debe centrarse, acercándose a las tesis socialistas. No se da cuenta de que estas últimas elecciones las ha perdido no por desplazarse demasiado a la derecha, sino quizás por ser demasiado tibio en sus planteamientos en contra de los desmanes del gobierno. Muchos nos hemos cansado de avisar de que si perpetra ese giro al centro, es posible que gane algunos votos de socialistas desengañados, pero perderá muchos de los votos naturales de la derecha. Él sabrá lo que hace.

¿Por qué lo ha hecho? ¿Por qué ha traicionado a sus electores y se ha echado en brazos de quien quiere destruirlo? Permitidme lanzar al aire una hipótesis: A don Mariano le han convencido de que no podrá ganar unas elecciones sin el apoyo de los medios de comunicación. Y ahora mismo, apoyo, lo que se dice apoyo, no tiene el de ninguno. Los medios que se muestran muy críticos con el Gobierno (la COPE, la Razón, Libertad Digital, a veces El Mundo y muy poquitos más) no se sienten obligados a dar un cheque en blanco al PP con tal de que no gane el PSOE; lo apoyarán siempre que sus políticas se adapten a los ideales de estos medios, ideales que, por otra parte no siempre coinciden entre ellos. Por lo tanto, el PP, haga lo que haga, nunca tendrá el apoyo unánime de un sector grande de la prensa.

Por otro lado, no es ningún secreto que el equilibrio de poder en la prensa de izquierdas se ha desplazado: tras la muerte de Polanco, el grupo Prisa ha perdido el favor del PSOE, que ha otorgado su confianza a la Mediapro de Roures, por lo que necesita ahora un aliado que la mantenga en la posición de privilegio que ha disfrutado en las últimas décadas. Ese aliado bien podría ser el PP, siempre, claro, que modifique sus políticas hacia posiciones más "socialdemócratas", por lo que no debe extrañar la flojera de piernas ideológica que le entraría a Mariano Rajoy ante la perspectiva de contar, de la noche a la mañana, con el apoyo de El País y la SER. En este sentido, no dejan de ser clarificadoras sus palabras aludiendo a que a él le han pedido presentarse los militantes, no una radio o un periódico (toma puñalada a la COPE y a El Mundo).

Pero, en ese caso, que no cuente con mi voto. He pasado en las últimas elecciones de la abstención al voto popular simplemente para parar la descomposición democrática que se está produciendo en España y para que se empiecen a aplicar, de una vez por todas políticas liberales que nos pongan a la cabeza de Europa. Si vamos a ir por los caminos de la socialdemocracia, que no cuenten conmigo: mientras siga en el PP este equipo dirigente, no lo volveré a votar. Ya que se va a seguir por el camino de la desigualdad y de la destrucción del edificio constitucional, prefiero que lo hagan los socialistas y criticarlos por ello, a que lo haga un partido al que he confiado mi voto.

domingo, 6 de abril de 2008

Proporcionalidad (II)

Comentaba en el post anterior que el actual sistema electoral beneficia en gran medida a los grandes partidos nacionales (PP y PSOE), y no a los nacionalistas, como habitualmente se asegura. Intentaré argumentarlo con datos.

En el sistema electoral actual se siguen los cálculos de la famosa ley d'Hont. El país se divide en circunscripciones electorales (asimiladas a las provincias) a las que corresponde un número determinado de escaños dependiendo de su población, siempre con un mínimo de un escaño por circunscripción. Para asignar estos escaños a los partidos políticos se siguen una serie de cálculos que reparten proporcionalmente los escaños entre todos los partidos que hayan obtenido al menos el 5% de los votos. De esta forma, un mismo número de votos resulta en una diferente asignación de escaños dependiendo de la circunscripción, lo que vulnera la idea de "un hombre, un voto". Además, este sistema fomenta la existencia del llamado "voto basura", es decir aquellos votos que, una vez alcanzado un límite, no ayudan al partido a conseguir más escaños. El ejemplo más extremo de este voto basura se da en Ceuta y Melilla: con un escaño en juego para cada una, todos los votos que el primer partido sobrepase al segundo son, en realidad votos "tirados a la basura".

¿Cómo conseguir modificar esta situación? La idea más generalizada es que un voto debería tener el mismo valor en Vigo, en Alcalá de Henares, en Sort y en Melilla. Esto implicaría la creación de un sistema de circunscripción única donde los votos que sobran en Madrid se pudiesen sumar a los que faltan en Murcia para obtener un nuevo escaño. Según la mayor parte de la gente, esto hundiría a los nacionalistas, cuyos votos se verían diluidos en el conjunto de España y perderían gran parte de su poder. Vamos a ver qué parte de verdad hay en esta afirmación.

Muestro a continuación los datos (número de votos y número de escaños) resultantes de las últimas elecciones generales de Marzo de 2008. Incluyo únicamente aquellos partidos que han obtenido representación parlamentaria. Están ordenados por número de votos para que se aprecie mejor la incoherencia voto/escaño:


Llama la atención que un partido que ha obtenido casi un millón de votos se vea recompensado con dos escaños, mientras que otro con tres cuartos de millón obtenga 11, por lo que se entienden las protestas de estos partidos.

Comprobemos ahora cómo quedaría el parlamento aplicando una ley puramente proporcional (a más votos, más escaños). Ignoro si habrá otro método de hacer las cuentas; el método que yo he seguido ha sido dividir el número total de votos válidos (25.067.387) entre los escaños en juego (350), para saber cuántos votos cuesta cada escaño (en este caso, 71.621). Si dividimos el número total de votos obtenidos por cada partido entre la relación voto/escaño, obtenemos el número de escaños asignados a cada formación. Aquellas formaciones que consiguen escaño con menos de 71.000 votos lo hacen debido a los decimales de la división. Los datos son los siguientes:


¿Qué consecuencias se extraen de estas tablas? En primer lugar, los partidos nacionalistas no sólo no se han hundido, sino que han proliferado. El único partido nacionalista que pierde escaños con este sistema es el PNV, que pasaría de 6 a 4. CiU se mantiene, al igual que CC-PNC y Na-Bai, y entran en el congreso partidos nacionalistas como el Partido Aragonés, Chunta Aragonesista y Coalición Andalucista, así como otros no nacionalistas, como Ciudadanos, Los Verdes o el Partido Antitaurino Contra el Maltrato Animal. Los grandes beneficiados serían Izquierda Unida (11 escaños más) y Unión, Progreso y Democracia (3 escaños), mientras que los grandes perjudicados son el Partido Socialista (pierde 15 escaños) y el Partido Popular (pierde 11). ¿Entendemos ahora por qué no se ha cambiado todavía la ley?

Por lo tanto, un sistema proporcional no sólo no ayuda a la gobernabilidad, sino que paralizaría la vida del Congreso, al restar capacidad de acción a los partidos mayoritarios y multiplicar la presencia de partidos minoritarios, en un remedo de lo que llevó a fracasar al parlamentarismo en la Segunda República.

Pero entonces, ¿Cuál es la solución para evitar este cúmulo de despropósitos? La respuesta, en un hilo posterior.

Proporcionalidad

De nuevo; como cada año electoral, vuelve a estar de plena actualidad el sistema de asignación de escaños. Nadie está contento con el que tenemos, e incluso los políticos que desarrollaron la ley electoral durante la transición afirman sin pudor que fue, probablemente, su mayor error.

Pero vayamos por partes. ¿Cuál es el problema que tiene nuestra ley electoral? Cualquiera medianamente informado responderá a esta pregunta diciendo que es tremendamente injusto, ya que prima enormemente la concentración del voto dentro de una misma circunscripción, lo que da una gran ventaja a los partidos nacionalistas que, de esta forma, se encuentran sobrerrepresentados con respecto a otras formaciones que consiguen un número similar de votos, pero con más dispersión territorial.

Los dos casos más paradigmáticos de este agravio se han dado este año en IU y en UPyD, que se han visto perjudicados al compararse con CiU y PNV, respectivamente. IU consiguió 963.040 votos y 2 escaños, mientras que CiU alcanzó 774.317 votos y 11 escaños; UPyD, por su parte, consiguió 303.535 votos y 1 escaño frente a los 303.246 votos y 6 escaños del PNV. No puede sorprendernos que éstos hayan sido los dos partidos que más han protestado por la discriminación de la actual ley electoral, mientras que partidos que no se sienten agraviados, como PP o PSOE, ni entran a comentar el asunto, ni se plantean la modificación de la ley.

Sin embargo, también como cada año electoral, PP y PSOE vuelven a lamentarse del enorme peso que los partidos nacionalistas -algunos realmente radicales- tienen sobre la vida política española. Cuando uno de los dos grandes partidos nacionales no obtiene la mayoría absoluta se ve abocado al pacto con minorías como BNG, PNV, CiU o ERC, que en no pocas ocasiones marcan la línea de gobierno. De esta forma, no dejaba de ser curioso que, en la anterior legislatura, el partido que más peso tenía sobre las decisiones del gobierno era ERC, con un miserable 2,54% de los votos. Pero entonces, ¿por qué no se unieron los dos partidos mayoritarios para modificar la ley electoral? Entre ellos sumaron en las anteriores elecciones el 80% de los votos, resultado más que holgado para dar legitimidad a la nueva ley que de ese consenso saliese.

Y la triste respuesta es que no les conviene. Ni a uno ni a otro. Porque, en realidad, el actual sistema electoral a quien beneficia no es a los nacionalistas, sino a los grandes partidos nacionales. Le duela a quien le duela. Publicaré los datos detallados en el post de la semana que viene.

miércoles, 12 de marzo de 2008

Sacrificios

Cómo tienen que estar los ánimos estos días en Izquierda Unida para que hayan comenzado tan rápidamente los sacrificios rituales en honor de la diosa Democracia. Estos elementos, que siempre han sido ateos hasta la médula, han visto acumularse los nubarrones en el cielo político y han decidido que, antes de acabar partidos por un rayo, era conveniente pagar su tributo de sangre.

Y el que ha sido elegido para ascender a la pira sacrificial no ha sido otro que ANV. Derrotado el sumo sacerdote Gaspi Llamazares, el nuevo druida que rige los destinos de la secta leninista ha decidido expulsar a los proetarras de la comunidad de creyentes, paso previo a su completa aniquilación política. Eso sí, siempre y cuando una mano divina no detenga el cuchillo y sustituya la víctima propiciatoria por otra más agradable, a ser posible de entre la derecha.

La excusa para la ruptura ha sido que ANV no ha condenado el asesinato de Isaías Carrasco. ¡Qué cosas! Que me recuerden una sola ocasión en que sí lo hayan hecho. Ni como partido independiente, ni como parte de la coalición Herri Batasuna. En el colmo de la desvergüenza, Ángel Pérez aseguraba que, al tener Izquierda Unida una organización federal tan independiente, los órganos ejecutivos federales no sabían que ANV gobernaba en Mondragón con el apoyo de Izquierda Unida.

Esperen un momento: voy a descojonarme un rato (.............................................) Ya, ya he vuelto.

Estoy absolutamente convencido de que este cambio de actitud con respecto al entorno etarra no tiene nada que ver con el descalabro electoral que ha sufrido Izquierda Unida el día 9. Porque si así fuese, significaría que este partido se sitúa al lado de los grupos terroristas cuando le conviene, y los abandona cuando ve que le quita votos. Y ésa, y no otra, es la medida que tiene esta gente para valorar la libertad, la igualdad y, en una palabra, la vida de las personas.

Debe de ser por eso que no son realmente ateos, sino agnósticos; creen que debe existir una Diosa Democracia, pero no piensan mucho en ello porque en nada afecta a sus vidas. Todo lo que tienen que hacer, cuando las cosas se pongan mal, es inmolar a un cabrito en su honor.

El problema es que, mientras tanto, los que mueren son siempre los mismos.

miércoles, 5 de marzo de 2008

Utilizar el terrorismo

Sé por amarga experiencia que la mayoría de la gente es capaz de hacer suyo un argumento a todas luces falso si éste es suficientemente repetido desde el poder o desde los medios de comunicación. Me hacía eco en el post anterior del mito de la abstención, que viene utilizando desde hace años el Partido Socialista para argumentar que el Partido Popular intenta imponer comportamientos antidemocráticos para alcanzar el poder.

Por desgracia, no es éste el único ejemplo. Lamentablemente, el partido que nos gobierna es experto en propalar infundios, mentiras y mitos que, debidamente repetidos y amplificados, sirven de coartada a su falta de eficacia en la labor de gobernar, a su sectarismo ideológico y a su intento de perpetuarse en el poder al precio que sea.

Muchos ejemplos hay, como digo, de las falacias de este gobierno, pero hay una que me produce especial tristeza, además de una profunda repugnancia. Reconozco que se me pone el estómago del revés cada vez que oigo a algún representante del PSOE acusar al PP de utilizar el terrorismo como arma electoral, cuando se llegó a un acuerdo para no hacer precisamente eso.

Y a partir de aquí, vía libre. No se puede criticar que el gobierno desmonte el aparato policial de la lucha contra ETA, porque es utilizar el terrorismo con fines partidistas. No se puede denunciar que un chivatazo desde la sede del PSOE impidiese detener a la red de extorsión de ETA
porque es utilizar el terrorismo con fines partidistas. No se puede exigir que se deje de negociar políticamente con los terroristas porque es utilizar el terrorismo con fines partidistas. No se puede obligar al gobierno a ilegalizar a los partidos batasunos porque es utilizar el terrorismo con fines partidistas.

En otras palabras: el gobierno puede vender el Estado a los terroristas, y la oposición debe permanecer callada, porque siempre recibió el apoyo leal del PSOE. ¡Pero cómo se puede tener tanta cara! ¡Cómo se puede mentir de forma tan desvergonzada! Y el PP, KO, sin capacidad ninguna de reacción.

Vamos a hacer un poco de memoria. El pacto al que se refiere el PSOE existe, realmente. Fue consensuado hace ya años por el gobierno socialista de Felipe González y la oposición popular (no recuerdo si ya dirigida por José María Aznar). El objetivo no era otro que evitar acusaciones hirientes al gobierno cada vez que ETA cometía un atentado. Es triste, pero lamentablemente cierto, que se había llegado a la desfachatez de echarle en cara al gobierno los muertos de ETA (Este año le han matado a usted a 50 personas, y, ¿qué ha hecho para evitarlo?). Sonroja sólo recordarlo.

Pero pareció que a la clase política le entró un mínimo de decencia, y llegaron al acuerdo de que ese espectáculo bochornoso no debía volver a repetirse. A partir de entonces, los únicos culpables de los muertos eran los terroristas, y se asumía que el gobierno hacía todo lo posible por acabar con él. Los medios para conseguirlo eran criticables y muy criticados, pero nunca se volvió a acusar al gobierno de un atentado de un grupo terrorista. Ésa fue la esencia del pacto, y no una carta blanca al gobierno para que hiciese y deshiciese a su antojo. Pero Zapatero sigue aferrándose a este compromiso cada vez que se le recuerda que no está luchando contra ETA.

De todas formas, y aunque no soy en absoluto partidario de la táctica del ...y tú más, si queremos buscar un ejemplo claro de utilización política de un atentado terrorista, no tenemos más que volver la vista a los días 11, 12, 13 y 14 de Marzo de 2004, cuando desde TODOS los partidos de la oposición se culpó al PP de los atentados del 11, por la guerra de Irak, por soliviantar al amigo marroquí con la escaramuza de Perejil, por haber infravalorado el peligro de un atentado islamista y sobrevalorado el etarra... Para todos, el culpable de los atentados no era un grupo de terroristas, sino el PP. Y se encargó de recordarlo en las calles todos los días hasta las elecciones una turba que no dejó de llamar asesinos a los dirigentes, afiliados, votantes y simpatizantes del PP.

Si queremos buscar un ejemplo claro de utilización política del terrorismo, sólo tenemos que volver la vista al pasado lunes tres de Marzo, cuando en el segundo debate electoral, Zapatero se ufanaba de que durante su gobierno sólo habían muerto cuatro personas a manos terroristas, mientras que en el de Aznar fueron 250. Vergonzoso.

Eso es utilizar el terrorismo, y no recordar al gobierno que su deber es acabar con ETA, sin cesiones.

domingo, 17 de febrero de 2008

Suelo y techo

Uno de los tópicos más utilizados por la progresía española es que España es de izquierdas. Así, porque lo digo yo, por el artículo 33. Si alguna vez la derecha ha gobernado ha sido porque ha cultivado el horrible virus de la abstención. Son este tipo de comportamientos antidemócraticos los que, según la izquierda, favorecen a los conservadores.

Según el análisis político de la izquierda, esta abundante mayoría proporciona un suelo muy estable
que sustenta al PSOE incluso ante las situaciones más adversas. Por el contrario, la derecha se encuentra maniatada por una base electoral muy escasa, que le hace tener un techo también muy estable que le resulta casi imposible de romper. Las ocasiones en las que la derecha ha alcanzado o sobrepasado al PSOE (elecciones de 1993, 1996 y 2000) se han producido, siempre desde la interpretación de la izquierda, porque el electorado socialista se ha desmovilizado y, con el mismo número de votos (su techo) el PP ha conseguido superarlo en porcentaje.

Arriba pongo la evolución en voto total en todas las elecciones generales del Partido Popular (antes AP y coalición Popular) y el Partido Socialista Obrero Español. No se representan las variaciones derivadas del aumento de la población, pero es un error que afecta a ambos partidos, por lo que su significación es escasa. ¿Qué vemos en el gráfico? En primer lugar, que ambos partidos se beneficiaron en 1982 de la debacle de UCD, que repartió sus votantes entre ambos partidos.

En segundo lugar, vemos que la evolución de voto del PSOE ha sido muy estable a lo largo de los años, manteniéndose en torno a los 8 millones de votos. Ese debía de ser el famoso suelo del PSOE, 8 millones de votos que tenían asegurados, mientras que el PP no parecía poder pasar de 5 millones (su teórico techo
) al menos hasta 1989.

Pero algo pasó en 1993: ese año el PP casi igualó en escaños al PSOE. Desde este último partido se culpó a la abstención, que, efectivamente, había sido muy elevada, pero lo cierto es que el PP había superado en votos al PSOE, sumando 3 millones de nuevos votantes. En las siguientes elecciones la abstención siguió subiendo, alimentando la coartada socialista, pero los datos muestran que, mientras el PSOE no fue capaz de captar nuevos votantes, quedando anclado en su tradicional suelo de 8 millones de electores, el PP fue capaz de duplicar sus votos recibidos, pasando de 5 millones de votos en el año 1989 a 10 millones en 2000, pulverizando así su famoso techo.

El 11 de Marzo 2004, el mayor atentado de la historia de Europa Occidental marcó las elecciones del 14, dando la victoria al Partido Socialista por un escaso margen. La abstención descendió dramáticamente, dando alas de nuevo a aquellos que culpaban a la derecha de destruir la democracia para asentarse en el poder. El PSOE ganó cerca de 3 millones de votantes, mientras que el PP perdió algo menos de medio millón. No hubo, por tanto, un traspaso evidente de votantes entre el PP y el PSOE, lo que pone de manifiesto que el electorado popular es muy fiel, y le proporciona, esta vez sí, un suelo muy firme que, además, no deja de crecer.

La victoria del Partido Socialista el año 2004 se fundamentó, por lo tanto, en la movilización de tres millones de electores que no eran votantes habituales del PSOE, más que en la pérdida de votantes por parte del PP. Esta movilización se debió, sin duda, a las campañas de agitación política de los días 11, 12 y 13 de Marzo. La pregunta, ahora, es: ¿Va a conseguir el PSOE mantener movilizada a toda esa gente? ¿O sería necesario otro imprevisto como el 11-M? Si el PP no pierde votantes (y todo hace pensar que no los perderá), volviendo a los niveles de 2000 o más, y el PSOE no consigue movilizar al electorado más extremista (y todo hace pensar que no lo logrará), volviendo a sus niveles históricos de votantes, no sería descabellado pensar que el PP está en condiciones, no sólo de ganar las próximas elecciones generales, sino incluso, de conseguir la mayoría absoluta. A pesar de lo que digan las encuestas.

Los socialistas lo saben, y por eso están tan intranquilos. Por eso les conviene tensión y dramatizar. Por eso llevan semanas cometiendo errores imperdonables para un político de primer nivel. ¿O no son errores? Después de que pidiesen el voto para el Partido Socialista los actores, intelectuales, los musulmanes, los homosexuales, los sindicatos y no sé cuánta gente más (cosa que tienen todo el derecho a hacer) fue ayer el propio Rodríguez Zapatero el que pidió el voto para su partido, 9 días antes de que dé comienzo la campaña electoral. Y a eso sí que no tiene derecho.

Y todavía no hay noticias de la Junta Electoral Central.

viernes, 15 de febrero de 2008

Algo se mueve

A muchos nos sorprendió que el estudiante cubano Eliecer Ávila hubiese tenido la osadía de preguntar al presidente del parlamento cubano, Ricardo Alarcón algo que en pleno siglo XXI repugna a cualquier persona decente: por qué los cubanos no pueden viajar a donde les dé la gana, con el pretexto que quieran, si tienen capacidad para hacerlo. Si bien es cierto que quiso rebajar tensión aludiendo a una supuesta visita a la tumba de Che en Bolivia, muchos pensamos que la vida en libertad de este chaval tenía los días contados.

Y, efectivamente, unos días después nos enteramos de la "desaparición" del estudiante, quien apareció de nuevo pasadas unas fechas, visiblemente nervioso, jurando que lucharía siempre por la revolución y justificando su ausencia por una operación de las muelas del juicio, de la que, al parecer, se recuperó extraordinariamente pronto (cuánto tenemos que aprender todavía de la maravillosa medicina cubana).

Supongo que alguien podría llegar a pensar que Eliecer Ávila, y con él, el resto de compañeros de la universidad que le acompañaban, se había vuelto loco. Sólo a un loco se le ocurriría entrar en cueva del oso para meterle la mano en la boca, mientras le tira de las orejas. A un loco o a alguien que desea convertirse en héroe y mártir de una causa. Pero creo sinceramente que Eliecer no lo es. Ni loco, ni héroe ni mártir. Creo sinceramente que fue utilizado para demostrar a los cubanos que nada ha cambiado dentro del régimen. Que los excesos verbales se pagan, más, incluso, que antes.

Pero, ¿por qué era necesario este golpe de efecto en este momento concreto? ¿No tiene meridianamente claro el pueblo cubano que el que se mueve no sale en la foto... nunca más? Entonces, ¿qué sentido podría tener este toque de atención?

Curiosamente, hace unas semanas, Silvio Rodríguez, juglar oficial del régimen castrista, hizo unas declaraciones prácticamente idénticas a las de Eliecer Ávila. Criticó que los cubanos no pudiesen alojarse en hoteles dentro de la isla, y que no pudiesen viajar al extranjero cuando quisiesen y volver cuando les viniese en gana. Argumentó que, si bien estas medidas tuvieron su razón de ser en algún momento, hoy estaban completamente superadas.

Y, tras estas declaraciones, ¿está Silvio Rodríguez en la cárcel? Evidentemente, no. El gobierno Castrista no podría permitirse el lujo de encerrar a su más internacional embajador. Pero no podía dejar creer a sus súbditos que se había abierto la veda de las críticas al gobierno. Por eso es más que evidente que el episodio del parlamento fue preparado. Alguien engañó a esos estudiantes. Alguien les dijo que fuesen sinceros, que no iba a haber ningún tipo de represalias. Y Eliecer picó, y se convirtió en el perfecto escaparate que el gobierno necesitaba para demostrar qué les pasa a los que sacan los pies del tiesto.

Pero entonces, ¿qué fue lo que llevó a Silvio Rodríguez a hacer esas declaraciones? ¿Es que está perdiendo la fe en la gloriosa revolución comunista? ¡Ca! Pocos hay más recalcitrantes que este trovador del Gulag castrista. Entonces, ¿Qué es lo que no cuadra?

Fidel se muere. Eso es evidente. Es algo fisiológico. Aunque aniquile por traición a la mitad de la población de la isla acabará muriendo. Y dentro de los resortes del poder de su gobierno están empezando a tomar posiciones. Sabemos muy poco del reparto de poderes en su régimen, que siempre se ha mostrado al mundo como un bloque monolítico. Pero sí sabemos que su hermano Raúl controla el ejército, y tiene problemas para hacerse respetar por el poder civil. Es por eso por lo que, aun habiendo tomado de forma nominal el relevo de su hermano, no está actuando (al menos cara al exterior) como un verdadero jefe de estado. Podemos, por tanto, suponer, que el poder civil no le es fiel, y está esperando el momento para hacerse con el control. La única forma que tiene de hacerlo es mantenerse lo más cerca posible de la línea dura oficial, quizás con la intención de, una vez muerto Castro, y con la ayuda y el apoyo de Venezuela, establecer un control férreo sobre las estructuras civiles y comenzar una serie de purgas en el ejército que les aseguren su obediencia.

¿Qué opción le puede quedar a Raúl Castro? Con el único apoyo del ejército, si quiere evitar un baño de sangre en Cuba, la única baza que puede jugar es lograr la aceptación por parte de la opinión pública internacional. Y, en un país sin apoyos, aislado desde la caída de la Unión Soviética, eso pasa forzosamente por el acercamiento a los Estados Unidos.

¿Podría estar Raúl Castro jugando la carta de una moderación y un aperturismo que le pusiese en ventaja en la carrera sucesoria? Podría ser. Sería incluso deseable, ya que una nueva Perestroika en Cuba seguramente repetiría los resultados que tuvo en la Europa del Este: un derrumbe completo del comunismo.

Y, ¿qué tiene que ver Silvio Rodríguez en todo esto? Simplemente, parece que ya ha tomado partido. Ha apostado a que en la carrera por la sucesión el caballo ganador será Raúl Castro, y quiere estar bien situado para cuando esto suceda. Mientras tanto, el gobierno cubano está decidido a mostrar a todo el mundo que su línea es la de los últimos cincuenta años, y en su demostración se ha llevado por delante a Eliecer Ávila, que, como todo el mundo sabe, no es Silvio Rodríguez.

De todas formas, esa indiscrección del bardo oficial del tirano lleva a pensar que, quizás, después de medio siglo de dictadura, algo se está empezando a mover en Cuba.

viernes, 1 de febrero de 2008

Tenía que haberse hecho antes

Resulta que ahora todos se han caído del burro. Todos.

El Gobierno, la Fiscalía, la Abogacía del Estado, los jueces, periodistas varios... Todos se han dado cuenta de repente de que ANV y el PCTV son un apéndice más de Batasuna. Es decir, de ETA.

Y sin embargo, no queda tan lejano el día en que nuestro Presidente del Gobierno admitía sin ningún escrúpulo que ANV era un partido democrático desde los tiempos de la Segunda República, y que en sus estatutos, no sólo rechazaba el terrorismo, sino que lo repudiaba. Sinceramente, no sé qué pensarían de esos estatutos todos aquellos candidatos que no pudieron presentarse a las municipales por pertenecer a Batasuna.

Todo un visionario, el presidente, sí señor. Así que un partido democrático desde los tiempos de la Segunda República. Cierto. Lo que se le olvidó fue decir hasta cuándo. Y tuvo que venir su ministro de Justicia a sacarle del olvido: Hasta que la jugada aconseje la ilegalización.

Curioso personaje, también, este dicen que Ministro de Justicia. A propósito, hermano de un antiguo profesor mío, que no me explico cómo puede haber dos hermanos tan diferentes: uno afable, bromista, campechano, buena persona y dispuesto a ayudar a los demás, y el otro chulo, soberbio, mentiroso, prepotente y siempre, siempre muy desafiante. A cada cual dejo la libertad de elegir quién es quién.

Pues resulta que la jugada lo aconsejaba a menos de un mes y medio de las elecciones, cierto que como muchos sospechábamos. Todas aquellas pruebas que nunca aparecieron a lo largo de cuatro larguísimos años de legislatura se revelaron como por ensalmo en una semana. Y empezaron las prisas.

Y las prisas no son buenas consejeras, sobre todo cuando el Tribunal Supremo dictamina que, antes de ilegalizar a un partido, hay que permitir que, por lo menos, éste se defienda. Vaya: con esto no había contado el Gobierno; hay que ver qué pesados se ponen los jueces con estos legalismos estúpidos. ¿Y si ahora, por permitir que el acusado se defienda, no da tiempo a ilegalizarlos antes de las elecciones? ¿Y si resulta que se presentan, y les votan, y sacan diputados? ¿Qué pasaría entonces?

Y la respuesta es: Nada. Y esto es lo vergonzoso de todo este asunto: no pasaría absolutamente nada.

Herri Batasuna, hasta su ilegalización, se presentó con total normalidad a las elecciones generales. Y nunca ocupó ni un solo escaño en el Parlamento. Sus diputados electos ni siquiera recogieron sus actas de parlamentario. ¿Qué nos hace pensar que esta vez va a ser diferente? ANV se podría presentar a las elecciones generales, pero, ni ocuparía sus escaños, ni tendría despacho en el Parlamento, ni recibiría subvenciones públicas.

El problema real se produjo en las últimas elecciones municipales, cuando ANV era un partido democrático digno de toda confianza; cuando su ilegalización condenaría a sus votantes a un Guantánamo electoral; cuando sólo una pequeña parte de sus listas estaba "contaminada" por Batasuna. El problema fue que ANV se presentó a las elecciones con el consentimiento explícito del Gobierno de España, y ahora campan a sus anchas por los ayuntamientos vascos y navarros, manejando dinero público, con acceso ilimitado a los datos del censo, e imponiendo su dictadura con el beneplácito de PSOE, IU, PNV y EA.

Que ANV se presente a las elecciones generales no va a cambiar nada de eso. Pero, por desgracia, que no se presente tampoco lo va a hacer. Ilegalizarla ahora, aun siendo deseable, no va a arreglar nada. Eso tenía que haberse hecho antes.