A muchos nos sorprendió que el estudiante cubano Eliecer Ávila hubiese tenido la osadía de preguntar al presidente del parlamento cubano, Ricardo Alarcón algo que en pleno siglo XXI repugna a cualquier persona decente: por qué los cubanos no pueden viajar a donde les dé la gana, con el pretexto que quieran, si tienen capacidad para hacerlo. Si bien es cierto que quiso rebajar tensión aludiendo a una supuesta visita a la tumba de Che en Bolivia, muchos pensamos que la vida en libertad de este chaval tenía los días contados.
Y, efectivamente, unos días después nos enteramos de la "desaparición" del estudiante, quien apareció de nuevo pasadas unas fechas, visiblemente nervioso, jurando que lucharía siempre por la revolución y justificando su ausencia por una operación de las muelas del juicio, de la que, al parecer, se recuperó extraordinariamente pronto (cuánto tenemos que aprender todavía de la maravillosa medicina cubana).
Supongo que alguien podría llegar a pensar que Eliecer Ávila, y con él, el resto de compañeros de la universidad que le acompañaban, se había vuelto loco. Sólo a un loco se le ocurriría entrar en cueva del oso para meterle la mano en la boca, mientras le tira de las orejas. A un loco o a alguien que desea convertirse en héroe y mártir de una causa. Pero creo sinceramente que Eliecer no lo es. Ni loco, ni héroe ni mártir. Creo sinceramente que fue utilizado para demostrar a los cubanos que nada ha cambiado dentro del régimen. Que los excesos verbales se pagan, más, incluso, que antes.
Pero, ¿por qué era necesario este golpe de efecto en este momento concreto? ¿No tiene meridianamente claro el pueblo cubano que el que se mueve no sale en la foto... nunca más? Entonces, ¿qué sentido podría tener este toque de atención?
Curiosamente, hace unas semanas, Silvio Rodríguez, juglar oficial del régimen castrista, hizo unas declaraciones prácticamente idénticas a las de Eliecer Ávila. Criticó que los cubanos no pudiesen alojarse en hoteles dentro de la isla, y que no pudiesen viajar al extranjero cuando quisiesen y volver cuando les viniese en gana. Argumentó que, si bien estas medidas tuvieron su razón de ser en algún momento, hoy estaban completamente superadas.
Y, tras estas declaraciones, ¿está Silvio Rodríguez en la cárcel? Evidentemente, no. El gobierno Castrista no podría permitirse el lujo de encerrar a su más internacional embajador. Pero no podía dejar creer a sus súbditos que se había abierto la veda de las críticas al gobierno. Por eso es más que evidente que el episodio del parlamento fue preparado. Alguien engañó a esos estudiantes. Alguien les dijo que fuesen sinceros, que no iba a haber ningún tipo de represalias. Y Eliecer picó, y se convirtió en el perfecto escaparate que el gobierno necesitaba para demostrar qué les pasa a los que sacan los pies del tiesto.
Pero entonces, ¿qué fue lo que llevó a Silvio Rodríguez a hacer esas declaraciones? ¿Es que está perdiendo la fe en la gloriosa revolución comunista? ¡Ca! Pocos hay más recalcitrantes que este trovador del Gulag castrista. Entonces, ¿Qué es lo que no cuadra?
Fidel se muere. Eso es evidente. Es algo fisiológico. Aunque aniquile por traición a la mitad de la población de la isla acabará muriendo. Y dentro de los resortes del poder de su gobierno están empezando a tomar posiciones. Sabemos muy poco del reparto de poderes en su régimen, que siempre se ha mostrado al mundo como un bloque monolítico. Pero sí sabemos que su hermano Raúl controla el ejército, y tiene problemas para hacerse respetar por el poder civil. Es por eso por lo que, aun habiendo tomado de forma nominal el relevo de su hermano, no está actuando (al menos cara al exterior) como un verdadero jefe de estado. Podemos, por tanto, suponer, que el poder civil no le es fiel, y está esperando el momento para hacerse con el control. La única forma que tiene de hacerlo es mantenerse lo más cerca posible de la línea dura oficial, quizás con la intención de, una vez muerto Castro, y con la ayuda y el apoyo de Venezuela, establecer un control férreo sobre las estructuras civiles y comenzar una serie de purgas en el ejército que les aseguren su obediencia.
¿Qué opción le puede quedar a Raúl Castro? Con el único apoyo del ejército, si quiere evitar un baño de sangre en Cuba, la única baza que puede jugar es lograr la aceptación por parte de la opinión pública internacional. Y, en un país sin apoyos, aislado desde la caída de la Unión Soviética, eso pasa forzosamente por el acercamiento a los Estados Unidos.
¿Podría estar Raúl Castro jugando la carta de una moderación y un aperturismo que le pusiese en ventaja en la carrera sucesoria? Podría ser. Sería incluso deseable, ya que una nueva Perestroika en Cuba seguramente repetiría los resultados que tuvo en la Europa del Este: un derrumbe completo del comunismo.
Y, ¿qué tiene que ver Silvio Rodríguez en todo esto? Simplemente, parece que ya ha tomado partido. Ha apostado a que en la carrera por la sucesión el caballo ganador será Raúl Castro, y quiere estar bien situado para cuando esto suceda. Mientras tanto, el gobierno cubano está decidido a mostrar a todo el mundo que su línea es la de los últimos cincuenta años, y en su demostración se ha llevado por delante a Eliecer Ávila, que, como todo el mundo sabe, no es Silvio Rodríguez.
De todas formas, esa indiscrección del bardo oficial del tirano lleva a pensar que, quizás, después de medio siglo de dictadura, algo se está empezando a mover en Cuba.
Y, efectivamente, unos días después nos enteramos de la "desaparición" del estudiante, quien apareció de nuevo pasadas unas fechas, visiblemente nervioso, jurando que lucharía siempre por la revolución y justificando su ausencia por una operación de las muelas del juicio, de la que, al parecer, se recuperó extraordinariamente pronto (cuánto tenemos que aprender todavía de la maravillosa medicina cubana).
Supongo que alguien podría llegar a pensar que Eliecer Ávila, y con él, el resto de compañeros de la universidad que le acompañaban, se había vuelto loco. Sólo a un loco se le ocurriría entrar en cueva del oso para meterle la mano en la boca, mientras le tira de las orejas. A un loco o a alguien que desea convertirse en héroe y mártir de una causa. Pero creo sinceramente que Eliecer no lo es. Ni loco, ni héroe ni mártir. Creo sinceramente que fue utilizado para demostrar a los cubanos que nada ha cambiado dentro del régimen. Que los excesos verbales se pagan, más, incluso, que antes.
Pero, ¿por qué era necesario este golpe de efecto en este momento concreto? ¿No tiene meridianamente claro el pueblo cubano que el que se mueve no sale en la foto... nunca más? Entonces, ¿qué sentido podría tener este toque de atención?
Curiosamente, hace unas semanas, Silvio Rodríguez, juglar oficial del régimen castrista, hizo unas declaraciones prácticamente idénticas a las de Eliecer Ávila. Criticó que los cubanos no pudiesen alojarse en hoteles dentro de la isla, y que no pudiesen viajar al extranjero cuando quisiesen y volver cuando les viniese en gana. Argumentó que, si bien estas medidas tuvieron su razón de ser en algún momento, hoy estaban completamente superadas.
Y, tras estas declaraciones, ¿está Silvio Rodríguez en la cárcel? Evidentemente, no. El gobierno Castrista no podría permitirse el lujo de encerrar a su más internacional embajador. Pero no podía dejar creer a sus súbditos que se había abierto la veda de las críticas al gobierno. Por eso es más que evidente que el episodio del parlamento fue preparado. Alguien engañó a esos estudiantes. Alguien les dijo que fuesen sinceros, que no iba a haber ningún tipo de represalias. Y Eliecer picó, y se convirtió en el perfecto escaparate que el gobierno necesitaba para demostrar qué les pasa a los que sacan los pies del tiesto.
Pero entonces, ¿qué fue lo que llevó a Silvio Rodríguez a hacer esas declaraciones? ¿Es que está perdiendo la fe en la gloriosa revolución comunista? ¡Ca! Pocos hay más recalcitrantes que este trovador del Gulag castrista. Entonces, ¿Qué es lo que no cuadra?
Fidel se muere. Eso es evidente. Es algo fisiológico. Aunque aniquile por traición a la mitad de la población de la isla acabará muriendo. Y dentro de los resortes del poder de su gobierno están empezando a tomar posiciones. Sabemos muy poco del reparto de poderes en su régimen, que siempre se ha mostrado al mundo como un bloque monolítico. Pero sí sabemos que su hermano Raúl controla el ejército, y tiene problemas para hacerse respetar por el poder civil. Es por eso por lo que, aun habiendo tomado de forma nominal el relevo de su hermano, no está actuando (al menos cara al exterior) como un verdadero jefe de estado. Podemos, por tanto, suponer, que el poder civil no le es fiel, y está esperando el momento para hacerse con el control. La única forma que tiene de hacerlo es mantenerse lo más cerca posible de la línea dura oficial, quizás con la intención de, una vez muerto Castro, y con la ayuda y el apoyo de Venezuela, establecer un control férreo sobre las estructuras civiles y comenzar una serie de purgas en el ejército que les aseguren su obediencia.
¿Qué opción le puede quedar a Raúl Castro? Con el único apoyo del ejército, si quiere evitar un baño de sangre en Cuba, la única baza que puede jugar es lograr la aceptación por parte de la opinión pública internacional. Y, en un país sin apoyos, aislado desde la caída de la Unión Soviética, eso pasa forzosamente por el acercamiento a los Estados Unidos.
¿Podría estar Raúl Castro jugando la carta de una moderación y un aperturismo que le pusiese en ventaja en la carrera sucesoria? Podría ser. Sería incluso deseable, ya que una nueva Perestroika en Cuba seguramente repetiría los resultados que tuvo en la Europa del Este: un derrumbe completo del comunismo.
Y, ¿qué tiene que ver Silvio Rodríguez en todo esto? Simplemente, parece que ya ha tomado partido. Ha apostado a que en la carrera por la sucesión el caballo ganador será Raúl Castro, y quiere estar bien situado para cuando esto suceda. Mientras tanto, el gobierno cubano está decidido a mostrar a todo el mundo que su línea es la de los últimos cincuenta años, y en su demostración se ha llevado por delante a Eliecer Ávila, que, como todo el mundo sabe, no es Silvio Rodríguez.
De todas formas, esa indiscrección del bardo oficial del tirano lleva a pensar que, quizás, después de medio siglo de dictadura, algo se está empezando a mover en Cuba.
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