sábado, 15 de octubre de 2016

Fiesta nacional

Como ocurre con otros muchos países europeos, España no posee una fecha oficial de fundación. Su formación fue un proceso de integración paulatina de territorios, que, al igual que pasó en el caso de Italia y Alemania, llevaba implícito el sentimiento de que se estaba recuperando una unidad perdida mucho tiempo antes.

No es, por tanto, sencillo encontrar una fecha para celebrar la Fiesta Nacional, si eliminamos la tradicional fiesta del Patrón (Santiago Apóstol, 25 de julio). No es de extrañar que haya habido varios días nacionales a lo largo de la historia reciente de España, y la fiesta actual tiene detractores en varios sectores de la sociedad española. Desde 1987 es, oficialmente, el 12 de octubre (ley 18/1987, de 7 de octubre), y conmemora el descubrimiento, por parte de España, de todo un continente, casi medio mundo, iniciando desde ese momento un proceso de descubrimiento y colonización que llevó a extender el nombre, el idioma y la cultura de España más lejos de lo que había llegado nunca ningún país.

Sin embargo, para los nostálgicos que opinan que una fiesta nacional debe marcar una fecha esencial en la construcción de un país, ahí van algunas propuestas de fechas alternativas. Soy consciente de que la mayoría tienen relación con sucesos bélicos, pero en la mayoría de las ocasiones así se crean los países ¿no?

2 de enero.

El 2 de enero de 1492 las tropas castellanas y aragonesas penetran en Granada e izan en la Alhambra el pendón de Castilla. No fue resultado de una batalla, sino la aplicación de un acuerdo entre los Reyes Católicos y Boabdil, por el cual aquellos ofrecían ayuda en la guerra de éste contra su tío, a cambio de la entrega del reino. Culmina así el proceso de la Reconquista Ibérica, iniciado en 722, convirtiendo a España en el primer país que es capaz de recuperarse de una invasión islámica, y, hasta la fecha, la nación que más tiempo ha pasado bajo dominio musulmán sin ser, finalmente, islamizada.

2 de marzo.

El 2 de marzo de 1814, tras la derrota final de los ejércitos napoleónicos, regresa Fernando VII de su exilio en Francia. Aunque la guerra todavía tardaría algo en terminar (el tratado de Fontainebleau, que marca el final de la contienda en Europa, se firma el 14 de abril), el 2 de marzo marca el momento en el que España recupera su soberanía, expulsando al invasor. Ningún otro país ha invadido España desde entonces.

19 de marzo.

El 19 de marzo de 1812, en el apogeo de la invasión francesa, las Cortes, reunidas en Cádiz, promulgan la primera constitución española. Esta constitución, de carácter liberal, es el primer documento en el que se habla de España como nación de ciudadanos, y se considera, por tanto, como el nacimiento de la España moderna. Es cierto que su corta vigencia y los avatares por los que tuvo que pasar hicieron que fuese casi siempre papel mojado, pero se convirtió en el espejo en el que se miraron el resto de las constituciones, hasta hoy.

2 de mayo.

El 2 de mayo de 1812, varios levantamientos en Madrid marcan el momento en el que los españoles se rebelan contra la invasión francesa. Al igual que ocurrió en Covadonga, este 2 de mayo los españoles deciden que la invasión acaba con la identidad del país, y que quieren recuperar su tierra antes de que sea demasiado tarde. España debe seguir siendo española, y no francesa, y eso es lo que lleva a los españoles a desafiar al Imperio, hasta su derrota, dos años después. 

23 de mayo.

El 23 de mayo de 844, el ejército asturiano de Ramiro I se enfrenta a los musulmanes, comandados por Abderramán II, en la batalla de Clavijo. Las tropas cristianas, en inferioridad, reciben la ayuda milagrosa del Apóstol Santiago, quien, montado en un corcel blanco, resulta decisivo en la victoria de las huestes cristianas.
Vale: la batalla de Clavijo nunca sucedió, y, evidentemente, Santiago Apóstol nunca mató moros a lomos de un caballo. Pero esta batalla mitológica quedó en el imaginario colectivo de los españoles, quienes desde entonces se sintieron parte de algo más grande: no Asturias, ni Navarra, ni Aragón, ni Ribagorza, sino España, y como españoles reciben la ayuda de Santiago para recuperar su patria. Sabido es de todos el legendario grito de guerra de las tropas españolas "Santiago, y cierra España".

28 de mayo.

El 28 de mayo de 722, un pequeño grupo de rebeldes cristianos, al mando de don Pelayo, vencieron a un ejército expedicionario enviado a sofocar la revuelta montañesa, en las faldas del monte Auseva, hoy Covadonga. Fue la primera derrota musulmana en la Península, y tuvo una importancia mucho mayor de la que sería previsible dado el tamaño de la batalla: el gobierno musulmán abandonó el territorio asturiano, y esto hizo posible el asentamiento de un pequeño y precario reino en las montañas, que, contra todo pronóstico, evitó mantenerse a la sombra de los invasores, y desde el primer momento tomó la responsabilidad de recuperar el reino visigodo, perdido hacía menos de diez años. Luego se unieron en este objetivo otros territorios en el Pirineo, pero la Batalla de Covadonga marcó el inicio.

7 de julio.

El 7 de julio de 1515 las Cortes Castellanas firmaron la anexión de la Alta Navarra al territorio de la Corona. Había sido realmente conquistada por las tropas de Fernando el Católico, pero decidió incorporarlas a Castilla debido a que en la Corona de Aragón los privilegios de los nobles hacían que el poder del rey estuviese muy mermado. Como, finalmente, bajo el reinado de Carlos I, ambas coronas se unieron definitivamente, la anexión de Navarra a Castilla marca el momento en el que España consigue todo el territorio que la compone hoy en día, ya que desde entonces sólo ha sufrido pequeñas pérdidas territoriales (el Rosellón, la Cerdaña y Gibraltar), y todavía menores incorporaciones (las plazas de Olivenza y Ceuta).

16 de julio.

El 16 de julio de 1212 una coalición de ejércitos castellanos, aragoneses, navarros, portugueses, de varias órdenes militares y algunos francos se enfrentaron a los ejércitos almohades en la batalla de las Navas de Tolosa. La lucha, en principio desfavorable a las tropas cristianas, se desequilibró finalmente hacia éstas, iniciando el fin del imperio almohade. Pero el efecto más importante para la Historia de España fue que, por primera vez, se abrió la puerta a Andalucía, se comenzó a luchar en el corazón histórico de Al-Andalus (Córdoba, Sevilla, Jaén, y, finalmente, Granada) y comenzó a ser evidente que los reinos cristianos del norte no pararían hasta expulsar a los invasores musulmanes de su territorio. El desconcierto que produjo esta batalla en los musulmanes fue tal que probablemente, de no haber sido por el enorme impacto que la Peste Negra tuvo durante el siglo XIV, la Reconquista podría haber concluido casi un siglo antes.

Son ocho fechas, ocho posibilidades, probablemente todas tan buenas o tan malas como el propio 12 de octubre. Seguramente habrá otras tan relevantes o más que las que he detallado aquí. Pero sea cual sea la que se elija, que se celebre con orgullo. Ya tuvimos una época de pesimismo nacional con el Regeneracionismo de principios del siglo XX, y no necesitamos celebrar un día que nos intente convencer de lo malos que somos, o, peor aún, de nuestra inexistencia histórica.

martes, 10 de diciembre de 2013

Normas de quita y pon

Una de las maneras (creo yo) de calibrar la incompetencia de un gobierno es estar al tanto de sus cambios de opinión. Lamentablemente, todos los gobiernos que hemos tenido han debido dar marcha atrás en muchas de sus propuestas ante la imposibilidad de aplicarlas, el rechazo popular o su coste desmesurado; pero creo que es de justicia darle al gobierno actual el primer premio en cuanto a globos sonda, desmentidos, acotamientos y cambios de rumbo.

Equivocarse es humano, dicen, y rectificar es de sabios. Lo que pasa es que muchas veces las rectificaciones lo que ponen de manifiesto es lo innecesario de muchas de las decisiones que se toman. Cuando se decide, por ejemplo, subir el impuesto de carburantes argumentando lo imprescindible de la medida, y tras la consabida huelga de camioneros se da marcha atrás uno puede pensar: ¿no era imprescindible esa subida? ¿O es que es más imprescindible mantener la popularidad del gobernante?

Pero no son solamente decisiones económicas las que pueden dar lugar a estas rectificaciones. Recientemente se planteó la posibilidad de examinar a los conductores que quisiesen renovar su carnet de conducir; nuevamente, tras el revuelo formado, se dio marcha atrás. Lo impactante de este caso es que, a diferencia del impuesto de carburantes, aquí está en juego la seguridad vial. ¿Es necesario o no es necesario hacer un examen para renovar el carnet? Si no es necesario ¿para qué lo plantean? Si es necesario ¿por qué dan marcha atrás?

A pesar de que sería tirar piedras contra mi propio tejado, tengo que ser honesto conmigo mismo y reconocer que la medida es necesaria. En primer lugar, nadie se estudia el código de la circulación para obtener el permiso de conducción, sino sólo un extracto de apenas cincuenta páginas llenas de dibujos. Además, raro es el año que no cambian las normas de circulación, para adaptarlas a normas europeas, para intentar reducir los accidentes o para aparentar que el gobierno se preocupa de la seguridad. Aquellos que conseguimos nuestro carnet hace décadas estamos completamente desactualizados, porque (desengañémonos) la información que nos llega a través de las campañas divulgativas es totalmente insuficiente.

Y ése es el verdadero problema: si comienzan a examinar a los conductores el porcentaje de aprobados sería mínimo. Y entonces se darían cuenta del verdadero impacto de los vehículos a motor en la economía de un país. Tratemos de imaginarnos una situación en la que, de repente, un camionero tardase dos o tres meses en renovar su carnet de conducir, o un taxista, o cualquiera de los millones de personas que todos los días utilizan su coche para ir a trabajar, o que, directamente, trabajan con el coche. No pueden correr el riesgo de parar un país por implantar esta norma.

Esto, sin embargo, no se contradice con pensar que la propuesta es necesaria. El examen se necesita si queremos que los conductores estemos perfectamente actualizados con las últimas modificaciones del código de circulación; otra cosa es pensar que todas esas normas y modificaciones sean necesarias para asegurar la seguridad vial: al parecer, no mucho, visto que pueden dar marcha atrás sin excesivo problema.


Pero en este caso ¿qué sentido tiene todo ese maremágnum de normas, leyes y reformas que, al parecer, no es necesario que conozcamos? Normas ante las que, en no pocas ocasiones, se hace la vista gorda ante su infracción. Tenía pensado terminar esta entrada con una respuesta agria y cortante, pero prefiero que cada uno saque sus propias conclusiones. De todas formas, creo que ha quedado bastante claro ¿no?

viernes, 28 de junio de 2013

Juicios paralelos

Hace unos días murió Manel Comas. Al parecer, sufría un cáncer de pulmón que le fue detectado hace dos años, y que al final no pudo superar. Dejó sentimientos encontrados en el mundo del baloncesto, entre el agradecimiento de los seguidores de los equipos a los que llevó a lo más alto y el desprecio de aquellos a los que no llegó a complacer. Pero ha dejado algo más: en los últimos días se conoció que la fiscalía le acusaba de un delito de acoso sexual contra dos discapacitados. Él siempre lo negó, su familia lo sigue negando, pero…

¿Es Manel Comas inocente o culpable de esos delitos? Lo cierto es que nunca lo sabremos, ya que nunca será juzgado. Pero para gran parte de la opinión pública ya está condenado: pasará a la historia como el entrenador que abusó de un par de inocentes indefensos.

Me asusta la tendencia que existe en España a condenar a las primeras de cambio a todo aquel que parezca culpable; y no me refiero a condenas judiciales, sino a linchamientos populares. Pero es que la cosa va más allá: me asusta la tendencia que existe en España a hacer parecer culpable a todo aquel que sea acusado de algo. Cuando una persona que siempre pasó desapercibida en su barrio y que seguramente era apreciada por sus amigos y conocidos, es acusada de un delito, inmediatamente se rodea de un aura de culpabilidad, comienzan a murmurar contra ella, se encuentran cosas raras en todos sus comportamientos… comienza a parecer culpable; y una vez que parece culpable, es culpable y hay que condenarla.

No ayudan nada las muestras de indignación de los afectados (o no) a las puertas de las comisarías o los juzgados. Decenas de personas perfectamente organizadas, con pancartas y cacerolas, llamando asesino o hijo de puta al detenido, y todo ello convenientemente difundido por todos los medios de comunicación. ¿Qué más da que todavía no haya sido condenado? Para la opinión pública ya es culpable.

El problema se agudiza, además, cuando el juicio se va a realizar con un jurado popular, como es el caso del que se está llevando a cabo en estos momentos contra José Bretón. Comprendo perfectamente el dolor de la madre de esos niños, pero propiciando esas concentraciones a la puerta de los juzgados flaco favor le estaba haciendo a la justicia. ¿Alguien en su sano juicio puede creer realmente que ese jurado va a ser imparcial? Llevan dos años siguiendo la investigación paso a paso por la tele; absorbiendo todas las noticias del telediario, fuesen ciertas o no; escuchando declaraciones de gente relacionada, fuera honesta o no… ¿Cómo van a ser capaces de diferenciar al final las informaciones periodísticas de las pruebas judiciales?

En otros países donde se han establecido los jurados populares, la discreción a la hora de llevar las investigaciones policiales es fundamental; es la única forma de blindar a los miembros del jurado contra manipulaciones interesadas. Aquí eso no se hace. No digo que Bretón sea inocente, probablemente no lo sea, pero, ¿significa eso que no tenga derecho a un juicio justo? ¿Significa que ha perdido el derecho a no ser insultado y acosado? ¿En qué nos hemos convertido?

Creo que ya va siendo hora de tomar cartas en el asunto. La policía debería tener órdenes expresas de disolver cualquier tipo de concentración delante de un juzgado o una comisaría. Me da igual que el acusado lo sea por asesinato, corrupción, violación o robo. De la misma manera, los medios de comunicación deberían empezar a comportarse como el cuarto poder que son y trabajar en favor de la democracia, no de la ley de la selva.

Es posible que siendo tan legalistas se llegase al caso de que un culpable saliese absuelto por falta de pruebas. Pero creo que incluso eso sería preferible a que un inocente fuese condenado; entre otras cosas, porque un inocente condenado implica un culpable sin condena. Y para un inocente, soportar no sólo la condena, sino el linchamiento popular, debe de ser insufrible. Que le pregunten, si no, a Dolores Vázquez, condenada injustamente por el asesinato de Rocío Wanninkhof, y, que, además de encarcelada, fue insultada, humillada, vejada y “asesinada socialmente”.


Como decía alguien que de juzgar tiene un poco de experiencia: “por un sólo inocente que hallara en la ciudad, sería perdonada”.

viernes, 26 de octubre de 2012

Independencia

Acabo de leer un artículo de Emilio Campmany en el que, con un cierto aire de hastío, pasa a engrosar la cada vez más amplia lista de españoles no catalanes que piden un referéndum de independencia para Cataluña. Ya está bien de chantajes catalanistas, dice, por lo que, si lo que quieren es largarse, lo mejor que podemos hacer es establecer un sistema por el que esto se pueda lograr dentro de la legalidad.

Argumenta don Emilio que hay dos formas de conseguir este objetivo: o se reforma la Constitución para definir mecanismos legales por el que las comunidades autónomas puedan acceder a la independencia, o se plantea un referéndum para conocer los deseos de los catalanes, y si resulta que son favorables a la independencia (y sólo entonces) se acomete la reforma de la Constitución. Por una simple cuestión de economía política y monetaria es favorable don Emilio a esta segunda opción: sólo se reformaría la Constitución en caso de que los catalanes quisieran irse.

Lo que don Emilio parece querer ignorar es que ambas opciones precisan cambios constitucionales previos. Bueno, en sentido estricto solamente. Estamos demasiado acostumbrados a que la Constitución se retuerza, se estruje y se exprima para que diga exactamente aquello que queramos que diga; visto de esa manera, no sería necesario cambiar la Constitución para nada.

Pero imaginemos por un momento que tenemos un Tribunal Constitucional que, en un ataque de responsabilidad, ha decidido tomarse en serio su trabajo. Entonces, no podrían dejar de pasar por alto el artículo 1.2, donde se establece que La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del estado. Y este artículo tan breve y conciso no quiere decir otra cosa que los dueños de España son los españoles; o, dicho de una forma más concisa, que los dueños de TODA España son TODOS los españoles; todos los españoles tenemos nuestra parte proporcional de propiedad de cada parte de España.

Por más que se empeñen, los catalanes no son los dueños de Cataluña, de la misma manera que los asturianos no son los dueños de Asturias ni los extremeños los dueños de Extremadura; porque, además, ¿quiénes son los catalanes? ¿Es catalán sólo el que está empadronado allí? Entonces, ¿qué hacemos con los catalanes que, por motivo de trabajo, o familiares, o por lo que sea, han tenido que irse y están empadronados en, por ejemplo, Cáceres? ¿Les dejamos votar o no? Aunque también podemos considerar catalanes a aquellos que han nacido en Cataluña, solo que en ese caso, ¿qué hacemos con Montilla o Durán y Lleida? ¿Les dejamos votar, o ellos no son catalanes? Pues tenemos un problema. ¿Y aquellos que tienen raíces catalanas (padres, abuelos, bisabuelos...) pero han nacido en Teruel? ¿No tienen nada que decir sobre el futuro de la tierra de sus ancestros?

Un referéndum en España estaría mucho más claro: votan aquellos que tengan nacionalidad española, independientemente de dónde hayan nacido y de dónde residan, pero en Cataluña no existe nada parecido a una nacionalidad catalana, por lo que cualquier intento de establecer un censo de votantes para el referéndum es, por definición, arbitrario e injusto. Por eso la soberanía de España reside en todo el pueblo español: porque las decisiones que afectan al territorio de cualquier parte de españa afecta, directa o indirectamente, a todos los españoles.

Por eso, señor Campmany, con el sistema constitucional que poseemos, no es posible realizar un referéndum de autodeterminación sólo en Cataluña. Por eso debemos empezar a preocuparnos un poco más de nuestros conciudadanos, que están siendo sistemáticamente engañados por una clase política corrupta que les asegura que la independencia les convertirá en Suiza, cuando lo más posible es que no lleguen a ser más que Albania.

Reconozco que es tentador tirar por el camino fácil y pretender deshacernos de los catalanes con la excusa de que no podemos estar siempre cediendo al chantaje, pero son españoles, de la misma manera que el resto, y como tales, merecen que les protejamos igual que si viviesen en Santander.

Aunque eso incluya protegerlos de los mismos políticos sin escrúpulos a quienes ellos mismos han votado.

martes, 9 de octubre de 2012

¿Qué es lo que proponen?

Las crisis económicas son el caldo de cultivo ideal para todo tipo de protestas. Cuando las cosas van bien nadie se acuerda de las injusticias, de la corrupción o de las carencias del sistema; sólo queremos hacer nuestra vida y que nadie nos toque mucho las narices: los políticos ya sabemos que son un mal menor con el que tenemos que cargar, porque asumimos que, de uno u otro signo, todos son iguales. Pero cuando nuestro bolsillo comienza a resentirse… por ahí sí que no pasamos: cualquier noticia se convierte en un desencadenante de una movilización, una protesta, una manifestación, una ocupación…

Cuando no es un desahucio es una subida de precios, y cuando no, una congelación de pensiones. Pero la mayor parte de las veces son simplemente noticias económicas de las que no tenemos mucha idea de su efecto real: nos van mal las cosas, por lo que cualquier intento de solucionarlas tiene que ser, por definición, perjudicial.

En ese contexto se deben entender las últimas protestas encabezadas por los sindicatos en contra de las medidas económicas del gobierno, en general, y de los Presupuestos, en particular, y, en concreto, del chantaje lanzado según el cual, o se convoca un referéndum para preguntar a los ciudadanos por las medidas económicas o plantearán una huelga general.

Dejemos de lado el hecho de que, según van pasando las distintas huelgas generales, su apoyo va siendo cada vez más minoritario, y centrémonos en qué es lo que significaría convocar un referéndum para preguntar por la política económica. En primer lugar, deberían habernos dicho qué pregunta plantearían. No me imagino una papeleta de voto en la que nos hiciesen desglosar nuestra propuesta de Presupuestos Generales. No: una pregunta de referéndum debe ser simple, clara y concisa; debe poder responderse con un sí o un no. Y está claro que por ahí van las cosas: supongo que la pregunta debería ser algo así como “¿Está usted de acuerdo con las medidas económicas que está tomando el Gobierno para solucionar la crisis?”

A partir de aquí, de todas formas, es cuando se abre el abismo. Supongamos que los sindicatos tienen razón y el grueso de la población, indignadísima, vota en masa que no. ¿Qué política económica se sigue a partir de entonces? ¿La de los sindicatos? Supongo que para algunos el colmo de la democracia sería deslegitimar las acciones de gobierno de alguien que ha conseguido más del 40% de los votos en una elecciones generales y aplicar otras medidas económicas de alguien que no ha sido votado por nadie.

Otro tanto puede decirse de esos “movimientos ciudadanos” con nombres alfanuméricos como 15M o 25S, que se han decidido a rodear el Congreso de los Diputados al grito de “no nos representan”. Cierto es que muchos de los que allí se sientan forman ya parte de una especie de casta funcionarial cada vez más parecida a las nomenklaturas de los regímenes soviéticos, pero, de mejor o peor forma, han sido elegidos por cerca del 70% de los ciudadanos. Si ellos no nos representan, ¿quién lo hace? ¿Los de las asambleas de barrio? ¿Quieren decir que veinte tíos que se reúnen un buen día en una jaima en la Puerta del Sol están legitimados para decidir cuál va a ser mi futuro? Y claro, yo no tengo nada que decir al respecto ¿no?

Me da mucho miedo esta crisis. Me aterra la posibilidad de que esta situación económica se enquiste y, como decía en un post anterior, acabemos condenados a la pobreza. Pero me da mucho más miedo que eso sirva como excusa para que unos salvapatrias sin escrúpulos se arroguen el derecho de decidir cuál va a ser el futuro de mi país. El populismo barato enraíza muy fácilmente en la gente desesperada, pero es deber de los que aún no lo estamos denunciar a los farsantes que se aprovechan de una situación muy difícil para imponer sus ideas sin tener ni la más mínima legitimidad para ello.

NOTA: Cuando hablo de “Los Sindicatos” así, en genérico, me estoy refiriendo, cómo no, exclusivamente a UGT y CCOO. Me repugna esta forma de hablar, pero está tan establecida que resulta difícil no caer en ella. Trataré de comentar en otro post esta forma totalitaria de entender la representación política.

jueves, 30 de agosto de 2012

Apple abusa de las patentes

Me estoy divirtiendo mucho estos días leyendo las noticias a cuenta del juicio del siglo que enfrenta a Apple y a Samsung. Y no precisamente leyendo las noticias en sí, sino los comentarios que deja la gente en los periódicos de Internet.

Como si de un Madrid-Barsa se tratase, los lectores se han alineado con alguna de las dos partes, defienden sus posiciones a capa y espada y descalifican al oponente, llegando incluso al insulto y al lenguaje soez.

El argumento central de la historia es que Apple, como compañía puntera que es, ha desarrollado un producto innovador y revolucionario que ha generado un gran impacto social y ha cambiado la idea que se tenía de cómo debe ser un teléfono móvil; y que, por el otro lado, Samsung, aprovechándose de dicho desarrollo, ha plagiado los productos de Apple sacando al mercado copias de peor calidad y, por lo tanto, más baratas.

Evidentemente, es totalmente lícito y moral que una empresa (llámese Apple, Boeing, Samsung o Gunitados Blasa) patente sus investigaciones y sus desarrollos para evitar que otras empresas se aprovechen de su trabajo e incurran, por lo tanto, en competencia desleal. Pero me temo (y es una opinión personal) que Apple se extralimita a la hora de decidir dónde se encuentran los límites de su trabajo.

Al parecer, según he podido leer en las informaciones que proporcionan los medios de comunicación, el meollo de la denuncia se basa en cómo se comportan los dispositivos de Samsung en la interacción con el usuario; concretamente, la forma como los listados “rebotan” cuando se llega al último registro y la forma como se puede hacer zoom “pellizcando” la pantalla con dos dedos. Según la sentencia que condena a Samsung, estos dos procesos han sido desarrollados por Apple y copiados por Samsung.

Comparaba uno de los “defensores” de Apple el caso con otro hipotético en el que una empresa de neumáticos copia los procesos de fabricación y los materiales de un desarrollo ajeno, o incluso el caso de que hiciese una evolución a partir de ese desarrollo ajeno; argumentaba, con muy buen criterio, que en ambos casos el nuevo fabricante debería pagar al fabricante original, y que lo contrario sería un robo. Y estoy completamente de acuerdo con ese argumento, pero creo (y que me perdone la gran familia de consumidores de Apple) que éste no es el caso que nos ocupa.

Continuemos con el símil de los neumáticos. Si Apple se dedicase a este negocio, sacaría al mercado (tras largos años de investigaciones) un neumático revolucionario imposible de pinchar. Habrían desarrollado una disposición especial del esqueleto de acero que impediría que fuese atravesado por nada y un tratamiento del caucho que sellaría de inmediato cualquier pequeño corte o grieta; harían una presentación multitudinaria del nuevo producto, seguida de un lanzamiento mundial, y la gente haría colas de tres días a las puertas de Tiendas Aurgi para ser los primeros en poner los nuevos neumáticos en sus coches.

Poco tiempo después, Samsung anunciaría que saca al mercado su propio neumático anti pinchazos, basado en un compuesto derivado de una mezcla de caucho reciclado con una resina que activa la reacción de recauchutado en contacto con el aire, con lo que cualquier pinchazo regenera el neumático. Al no tener que utilizar una densísima red de acero ni necesitar un tratamiento especial del caucho, el neumático es más barato.

Y entonces llega Apple y le planta una denuncia porque el neumático anti pinchazos lo inventaron ellos.

Apple (y cualquier empresa) puede patentar un dispositivo concreto o bien el proceso por el que se consigue que un dispositivo realice una función, pero no tiene sentido que intente patentar la función en sí. Se vería completamente ridículo que Motorola, por ejemplo, demandase a todos los fabricantes de teléfonos móviles porque todos suenan para avisar de una llamada, o por la función de vibración que todos poseen (incluso los Apple); sin embargo, se ve bien que Apple pretenda que no se pueda hacer zoom usando dos dedos.

Según yo lo veo, Apple está en su perfecto derecho de patentar el desarrollo informático (software) que permite, a partir de una pantalla multitáctil realizar un proceso concreto (zoom, desplazamientos, apertura de aplicaciones…). Si otra empresa es capaz de ejecutar los mismos procesos de otra forma distinta no estaría violando ningún derecho de propiedad intelectual. Y como Apple utiliza su propio sistema operativo, es virtualmente imposible que Samsung haya copiado sus desarrollos informáticos.

Entre otras cosas, porque estos desarrollos no son responsabilidad de Samsung, sino de Android, que es usado por la mayoría de los fabricantes de teléfonos inteligentes, que realizan las mismas funciones de la misma manera que los teléfonos de Samsung. Sin embargo, la denuncia no se ha dirigido contra Android, sino contra Samsung, en lo que parece más un intento de eliminar del mercado a su principal competidor que la necesidad de proteger unos supuestos derechos de autor.

El problema es que un tribunal con un más que apreciable tufo a parcialidad (tribunal americano mediando entre una empresa americana y otra coreana) le ha dado la razón, lo que no puede sino ir en detrimento de la competencia, la innovación y los derechos de los consumidores.

jueves, 23 de agosto de 2012

¿Qué hacemos con las renovables?

La obsesión por encontrar una fuente de energía alternativa a los combustibles fósiles es una constante en casi todo el mundo desde los años setenta; en un primer momento, por la creencia maltusiana en el agotamiento inminente de este tipo de recursos, y posteriormente por la fe casi religiosa en el apocalipsis climático que nos espera si no dejamos de utilizar estos combustibles.

Existe, desde entonces, un consenso casi total en la idea de que debemos comenzar a priorizar el uso de energías que no dependan de recursos limitados, que no vayan a dejarnos tirados en un momento determinado: las llamadas energías renovables. Sin embargo, esta obsesión y este consenso no están consiguiendo que, cuarenta años después de la primera crisis del petróleo, la producción de estas energías renovables estén haciéndonos más independientes de los combustibles fósiles. ¿Por qué?

En primer lugar, me gustaría apuntar que sólo considero aquí como energías renovables la solar (fotovoltaica y termosolar) y la eólica. La energía geotérmica estaría muy restringida a lugares con actividad volcánica, la hidráulica necesita de unas infraestructuras que hoy en día ya se encuentran muy cuestionadas y la biomasa necesitaría que toda la superficie de la tierra se dedicase a ella como para poder resultar una alternativa.

En mi opinión, las energías renovables, tal y como están concebidas hoy en día, tienen, entre otros muchos, dos problemas principales, ambos derivados del uso que se está dando a estas energías: generación de electricidad directamente a la red de distribución.

El primer problema al que se enfrentan las energías renovables es debido a la desigual distribución espacial del sol y el viento. A pesar de que ambos existen en todo el planeta (eso es innegable) no son aprovechables de la misma manera. Así, a nadie se le ocurriría sugerir que países como Finlandia, Alemania o Gran Bretaña obtuviesen del sol el grueso de su gasto energético. En cuanto al viento, que en principio sí podría estar mejor repartido, la cantidad de generadores que se necesitan para abastecer un país hace que, ya hoy en día, se asuma que sólo los parques eólicos marinos vayan a poder ser utilizados de forma intensiva.

Así, podríamos contar en un futuro con grandes parques generadores de energía solar en países con muchas horas de sol al año (países desérticos, como Argelia, Mali, Arabia Saudí, Australia…) y parques de generación eólica en países con gran extensión costera (en general todos los países costeros). Esta distinción entre centros de generación y de consumo es la que produce el primer problema. La creación de electricidad debe realizarse lo más cerca posible de los centros de consumo; si no, el transporte se vuelve tan caro e ineficiente que no resulta rentable su utilización. En el ejemplo anterior, no tiene ningún sentido generar la electricidad en Mali para consumirla en Polonia. Simplemente, no llegaría.

El segundo problema es debido a la desigual distribución temporal del sol y el viento. Es evidente que una central solar sólo produce electricidad cuando hay sol, y una eólica, cuando hay viento. Pero la electricidad se necesita cuando se necesita, no sólo cuando hay sol y viento. Además, se da la circunstancia de que, al menos en España, los picos de consumo de electricidad se producen en esos anticiclónicos días de verano y de invierno, cuando no se mueve una brizna de aire, y, en cualquier caso, por la noche, cuando, evidentemente, no hay sol. Así, la norma es que, por cada megavatio renovable instalado hay que instalar un megavatio no renovable (habitualmente se hace con centrales de gas de ciclo combinado) que está en espera por si acaso hace falta suplementar la producción renovable. Así, encarecemos todavía más el precio de la energía.

Al final, ambos problemas son sólo uno: la electricidad no se puede almacenar (al menos, no en las cantidades necesarias para su uso masivo). Todo pasa por encontrar una forma en la que poder almacenar esta energía, que sea, además, fácilmente transportable.

Y esa forma, evidentemente, existe. Si no se utiliza ya es, supongo, por problemas exclusivamente técnicos, porque, evidentemente, no va a ser todo el mundo más tonto y más ignorante que yo. Esa forma es, cómo no, el hidrógeno.

Utilizar el hidrógeno como fuente de almacenamiento de energía permitiría prescindir del petróleo como combustible en los vehículos a motor. En todos. Además, su tremenda capacidad calorífica lo haría muy rentable a la hora de utilizarlo para producir electricidad en centrales térmicas. Los riesgos para su transporte no creo que sean mucho más elevados que los del gas natural, y su posibilidad de almacenamiento está fuera de toda duda.

¿Cuál es, entonces, el inconveniente a la hora de comenzar a producirlo de forma masiva? No soy un experto, pero sólo puedo asumir que es el rendimiento de producción. Si con la electricidad generada cubriendo el desierto del Sahara con paneles solares sólo obtenemos hidrógeno para mover los coches de Italia, es evidente que el sistema no sirve. Hay que buscar otra forma de generar el hidrógeno.

Personalmente, creo que el futuro estará en algún tipo de fotolisis ayudada por un catalizador, de forma similar a como lo hacen las plantas. La electrolisis utilizada hoy en día, aparte de poco eficiente, utiliza reactivos muy tóxicos y peligrosos.

Si esto llega a hacerse realidad algún día, podremos ver a países, actualmente pobres, convertidos en grandes exportadores de energía, una energía mucho más barata que permitirá una nueva etapa de crecimiento y prosperidad global. Pero para que ese día llegue, hay que dejar trabajar a quien realmente sabe, y no permitir a un político que decida quién, cuándo y de qué manera debe producir la energía.