Una de las maneras (creo
yo) de calibrar la incompetencia de un gobierno es estar al tanto de
sus cambios de opinión. Lamentablemente, todos los gobiernos que
hemos tenido han debido dar marcha atrás en muchas de sus propuestas
ante la imposibilidad de aplicarlas, el rechazo popular o su coste
desmesurado; pero creo que es de justicia darle al gobierno actual el
primer premio en cuanto a globos sonda, desmentidos, acotamientos y
cambios de rumbo.
Equivocarse es humano,
dicen, y rectificar es de sabios. Lo que pasa es que muchas veces las
rectificaciones lo que ponen de manifiesto es lo innecesario de
muchas de las decisiones que se toman. Cuando se decide, por ejemplo,
subir el impuesto de carburantes argumentando lo imprescindible de la
medida, y tras la consabida huelga de camioneros se da marcha atrás
uno puede pensar: ¿no era imprescindible esa subida? ¿O es que es
más imprescindible mantener la popularidad del gobernante?
Pero no son solamente
decisiones económicas las que pueden dar lugar a estas
rectificaciones. Recientemente se planteó la posibilidad de examinar
a los conductores que quisiesen renovar su carnet de conducir;
nuevamente, tras el revuelo formado, se dio marcha atrás. Lo
impactante de este caso es que, a diferencia del impuesto de
carburantes, aquí está en juego la seguridad vial. ¿Es necesario o
no es necesario hacer un examen para renovar el carnet? Si no es
necesario ¿para qué lo plantean? Si es necesario ¿por qué dan
marcha atrás?
A pesar de que sería
tirar piedras contra mi propio tejado, tengo que ser honesto conmigo
mismo y reconocer que la medida es necesaria. En primer lugar, nadie
se estudia el código de la circulación para obtener el permiso de
conducción, sino sólo un extracto de apenas cincuenta páginas
llenas de dibujos. Además, raro es el año que no cambian las normas
de circulación, para adaptarlas a normas europeas, para intentar
reducir los accidentes o para aparentar que el gobierno se preocupa
de la seguridad. Aquellos que conseguimos nuestro carnet hace décadas
estamos completamente desactualizados, porque (desengañémonos) la
información que nos llega a través de las campañas divulgativas es
totalmente insuficiente.
Y ése es el verdadero
problema: si comienzan a examinar a los conductores el porcentaje de
aprobados sería mínimo. Y entonces se darían cuenta del verdadero
impacto de los vehículos a motor en la economía de un país.
Tratemos de imaginarnos una situación en la que, de repente, un
camionero tardase dos o tres meses en renovar su carnet de conducir,
o un taxista, o cualquiera de los millones de personas que todos los
días utilizan su coche para ir a trabajar, o que, directamente,
trabajan con el coche. No pueden correr el riesgo de parar un país
por implantar esta norma.
Esto, sin embargo, no se
contradice con pensar que la propuesta es necesaria. El examen se
necesita si queremos que los conductores estemos perfectamente
actualizados con las últimas modificaciones del código de
circulación; otra cosa es pensar que todas esas normas y
modificaciones sean necesarias para asegurar la seguridad vial: al
parecer, no mucho, visto que pueden dar marcha atrás sin excesivo
problema.
Pero en este caso ¿qué
sentido tiene todo ese maremágnum de normas, leyes y reformas que,
al parecer, no es necesario que conozcamos? Normas ante las que, en
no pocas ocasiones, se hace la vista gorda ante su infracción. Tenía
pensado terminar esta entrada con una respuesta agria y cortante,
pero prefiero que cada uno saque sus propias conclusiones. De todas
formas, creo que ha quedado bastante claro ¿no?
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