martes, 9 de octubre de 2012

¿Qué es lo que proponen?

Las crisis económicas son el caldo de cultivo ideal para todo tipo de protestas. Cuando las cosas van bien nadie se acuerda de las injusticias, de la corrupción o de las carencias del sistema; sólo queremos hacer nuestra vida y que nadie nos toque mucho las narices: los políticos ya sabemos que son un mal menor con el que tenemos que cargar, porque asumimos que, de uno u otro signo, todos son iguales. Pero cuando nuestro bolsillo comienza a resentirse… por ahí sí que no pasamos: cualquier noticia se convierte en un desencadenante de una movilización, una protesta, una manifestación, una ocupación…

Cuando no es un desahucio es una subida de precios, y cuando no, una congelación de pensiones. Pero la mayor parte de las veces son simplemente noticias económicas de las que no tenemos mucha idea de su efecto real: nos van mal las cosas, por lo que cualquier intento de solucionarlas tiene que ser, por definición, perjudicial.

En ese contexto se deben entender las últimas protestas encabezadas por los sindicatos en contra de las medidas económicas del gobierno, en general, y de los Presupuestos, en particular, y, en concreto, del chantaje lanzado según el cual, o se convoca un referéndum para preguntar a los ciudadanos por las medidas económicas o plantearán una huelga general.

Dejemos de lado el hecho de que, según van pasando las distintas huelgas generales, su apoyo va siendo cada vez más minoritario, y centrémonos en qué es lo que significaría convocar un referéndum para preguntar por la política económica. En primer lugar, deberían habernos dicho qué pregunta plantearían. No me imagino una papeleta de voto en la que nos hiciesen desglosar nuestra propuesta de Presupuestos Generales. No: una pregunta de referéndum debe ser simple, clara y concisa; debe poder responderse con un sí o un no. Y está claro que por ahí van las cosas: supongo que la pregunta debería ser algo así como “¿Está usted de acuerdo con las medidas económicas que está tomando el Gobierno para solucionar la crisis?”

A partir de aquí, de todas formas, es cuando se abre el abismo. Supongamos que los sindicatos tienen razón y el grueso de la población, indignadísima, vota en masa que no. ¿Qué política económica se sigue a partir de entonces? ¿La de los sindicatos? Supongo que para algunos el colmo de la democracia sería deslegitimar las acciones de gobierno de alguien que ha conseguido más del 40% de los votos en una elecciones generales y aplicar otras medidas económicas de alguien que no ha sido votado por nadie.

Otro tanto puede decirse de esos “movimientos ciudadanos” con nombres alfanuméricos como 15M o 25S, que se han decidido a rodear el Congreso de los Diputados al grito de “no nos representan”. Cierto es que muchos de los que allí se sientan forman ya parte de una especie de casta funcionarial cada vez más parecida a las nomenklaturas de los regímenes soviéticos, pero, de mejor o peor forma, han sido elegidos por cerca del 70% de los ciudadanos. Si ellos no nos representan, ¿quién lo hace? ¿Los de las asambleas de barrio? ¿Quieren decir que veinte tíos que se reúnen un buen día en una jaima en la Puerta del Sol están legitimados para decidir cuál va a ser mi futuro? Y claro, yo no tengo nada que decir al respecto ¿no?

Me da mucho miedo esta crisis. Me aterra la posibilidad de que esta situación económica se enquiste y, como decía en un post anterior, acabemos condenados a la pobreza. Pero me da mucho más miedo que eso sirva como excusa para que unos salvapatrias sin escrúpulos se arroguen el derecho de decidir cuál va a ser el futuro de mi país. El populismo barato enraíza muy fácilmente en la gente desesperada, pero es deber de los que aún no lo estamos denunciar a los farsantes que se aprovechan de una situación muy difícil para imponer sus ideas sin tener ni la más mínima legitimidad para ello.

NOTA: Cuando hablo de “Los Sindicatos” así, en genérico, me estoy refiriendo, cómo no, exclusivamente a UGT y CCOO. Me repugna esta forma de hablar, pero está tan establecida que resulta difícil no caer en ella. Trataré de comentar en otro post esta forma totalitaria de entender la representación política.

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