Cuando hace unos meses leí 1984, me invadió una sensación de congoja y angustia como nunca me había provocado la lectura de un libro, ya fuese de ficción o no. Una angustia debida a que, en mi fuero interno, estaba realmente convencido de que el futuro presentado en la novela, lejos de ser irreal e inalcanzable, era la meta a la que nos acercábamos a pasos agigantados, con los brazos abiertos y rebosantes de alegría.
Lo que más me repugnó de esa sociedad es que sus tentáculos se extendían desde las más altas cumbres del estado hasta los más íntimos pensamientos y creencias del ciudadano/súbdito. No basta con que cada persona sea un ciudadano ideal; no es suficiente con que acate todas las normas y se comporte en cada momento como le reclama el líder... es necesario que sus más íntimas creencias, sus pensamientos más personales, se ajusten también al modelo exigido por el partido. Para ello, no dudarán en tenderle trampas, hacerle creer que se encuentra en un ambiente donde sólo él y su corazón están al tanto de sus actos... para acto seguido caer sobre él y hacerle comprender que en ningún sitio puede esconderse del ojo que todo lo ve.
Y todo ello, claro, en nombre de la libertad, de la misma forma que se hace la guerra en nombre de la paz, se tortura a la gente en nombre del amor y se falsifica la historia en nombre de la verdad.
Y es que en nombre de la libertad se han cometido, seguramente, las más horrorosas atrocidades de la historia de la humanidad. Era, por lo tanto, cuestión de tiempo, que nuestro gobierno, al que no se le cae la palabra libertad de la boca, comenzase a dar muestras de lo que significa la libertad para el socialismo.
En la misma semana en que la Vicepresidenta de Gobierno presentó una ley de derechos humanos que acaba de hecho con la libertad religiosa en España, se ha producido un hecho en la Fiscalía General del Estado que ilustra este concepto. En sintonía con las fechas en las que nos encontramos, y de común acuerdo con otros compañeros, la fiscal Olga Sánchez decidió instalar en el vestíbulo de la Fiscalía un navideño belén. El experimento, sin embargo, duró sólo hasta que fue descubierto por otra fiscal, Pilar Barrero, que exigió su retirada inmediata porque constituía una agresión a la libertad religiosa.
Cuando el concepto de libertad implica en primer lugar una prohibición, siento que estamos más cerca de la libertad de 1984 que del significado clásico del término. En este caso, la libertad es sólo para unos pocos, y siempre que sus ideas coincidan con lo establecido por el poder. Diciéndolo de forma más clara, libertad es que yo pueda hacer lo que a mí me dé la gana, y al mismo tiempo, que los demás puedan hacer también lo que a mí me dé la gana.
Me pregunto qué sucedería si a alguien se le ocurriese prohibir la publicidad de los partidos políticos porque supone una agresión a la libertad de pensamiento. Si alguien fuese arrancando los carteles de la ya tradicional fiesta del PCE porque el Estado no profesa ninguna idea política determinada. Qué sucedería si las autoridades me arrebatasen mis propiedades porque son una agresión al derecho a la propiedad privada. Qué pasaría si desde el poder comenzasen a cerrar emisoras de radio y periódicos porque atentan contra la libertad de expresión...
Esto no es ninguna broma. Tenemos que comenzar a despertar ya. Cada pedazo de libertad que perdemos es imposible de recuperar. Pero además, cuantas más libertades cedemos, más rápidamente perdemos las libertades que nos quedan. Porque hoy se prohíbe poner un belén, pero mañana se nos sancionará por poner un belén, y pasado mañana iremos a la carcel porque no nos parece mal poner un belén. Igual que en 1984.
Lo que más me repugnó de esa sociedad es que sus tentáculos se extendían desde las más altas cumbres del estado hasta los más íntimos pensamientos y creencias del ciudadano/súbdito. No basta con que cada persona sea un ciudadano ideal; no es suficiente con que acate todas las normas y se comporte en cada momento como le reclama el líder... es necesario que sus más íntimas creencias, sus pensamientos más personales, se ajusten también al modelo exigido por el partido. Para ello, no dudarán en tenderle trampas, hacerle creer que se encuentra en un ambiente donde sólo él y su corazón están al tanto de sus actos... para acto seguido caer sobre él y hacerle comprender que en ningún sitio puede esconderse del ojo que todo lo ve.
Y todo ello, claro, en nombre de la libertad, de la misma forma que se hace la guerra en nombre de la paz, se tortura a la gente en nombre del amor y se falsifica la historia en nombre de la verdad.
Y es que en nombre de la libertad se han cometido, seguramente, las más horrorosas atrocidades de la historia de la humanidad. Era, por lo tanto, cuestión de tiempo, que nuestro gobierno, al que no se le cae la palabra libertad de la boca, comenzase a dar muestras de lo que significa la libertad para el socialismo.
En la misma semana en que la Vicepresidenta de Gobierno presentó una ley de derechos humanos que acaba de hecho con la libertad religiosa en España, se ha producido un hecho en la Fiscalía General del Estado que ilustra este concepto. En sintonía con las fechas en las que nos encontramos, y de común acuerdo con otros compañeros, la fiscal Olga Sánchez decidió instalar en el vestíbulo de la Fiscalía un navideño belén. El experimento, sin embargo, duró sólo hasta que fue descubierto por otra fiscal, Pilar Barrero, que exigió su retirada inmediata porque constituía una agresión a la libertad religiosa.
Cuando el concepto de libertad implica en primer lugar una prohibición, siento que estamos más cerca de la libertad de 1984 que del significado clásico del término. En este caso, la libertad es sólo para unos pocos, y siempre que sus ideas coincidan con lo establecido por el poder. Diciéndolo de forma más clara, libertad es que yo pueda hacer lo que a mí me dé la gana, y al mismo tiempo, que los demás puedan hacer también lo que a mí me dé la gana.
Me pregunto qué sucedería si a alguien se le ocurriese prohibir la publicidad de los partidos políticos porque supone una agresión a la libertad de pensamiento. Si alguien fuese arrancando los carteles de la ya tradicional fiesta del PCE porque el Estado no profesa ninguna idea política determinada. Qué sucedería si las autoridades me arrebatasen mis propiedades porque son una agresión al derecho a la propiedad privada. Qué pasaría si desde el poder comenzasen a cerrar emisoras de radio y periódicos porque atentan contra la libertad de expresión...
Esto no es ninguna broma. Tenemos que comenzar a despertar ya. Cada pedazo de libertad que perdemos es imposible de recuperar. Pero además, cuantas más libertades cedemos, más rápidamente perdemos las libertades que nos quedan. Porque hoy se prohíbe poner un belén, pero mañana se nos sancionará por poner un belén, y pasado mañana iremos a la carcel porque no nos parece mal poner un belén. Igual que en 1984.
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