Andan los ánimos revueltos en la calle Génova. Se acerca el momento en el que el nuevo gobierno deberá tomar posesión para enfrentarse a la que es, probablemente, la mayor crisis social, política y económica del último siglo. No hay ninguna garantía de que el intento vaya a acabar en éxito, pero dependerá, en gran medida, de los nombres que vayan a hacerse cargo de los puestos de relevancia.
Todos los medios están manejando sus propias listas, haciendo sus quinielas, incapaces de penetrar en el insondable cuaderno azul de Aznar que ahora tiene Rajoy. ¿Quién estará apuntado en esa libreta? De los nombres que contenga dependerá, muy probablemente, la forma que tendrá el gobierno de enfrentarse a la crisis. Si Fulanito está en Economía, Menganito en Fomento y Zutanito en Trabajo, tendremos un gobierno básicamente austero; pero si están estos otros, seguramente tiraremos por la senda del gasto público, y si son los de más allá, puede que nos frían a impuestos…
La sensación de parálisis institucional que hay ahora mismo con respecto a España es tal, que cualquier rumor, cualquier insinuación, cualquier movimiento, por pequeño que sea, es inmediatamente devorado por los medios, los gobiernos extranjeros, los organismos internacionales, los “mercados”… intentando obtener una pista sobre cuál va a ser el rumbo que tomemos una vez termine el traspaso de poderes.
Los más osados intentan acudir a las fuentes. Abordan a Fulanito, Menganito y Zutanito en la calle e intentan que se les escape alguna primicia. Sin embargo, todo lo que consiguen es un lacónico “nosotros estamos igual, no sabemos nada, estamos muy nerviosos por si nos toca…”
Un momento: ¿no saben nada? ¿Están diciendo realmente que aquellos que serán ministros dentro de dos semanas todavía no saben que lo van a ser? Y, en caso de que sea así, ¿a qué esperan para saberlo? Han criticado (con toda la razón del mundo) al gobierno en funciones por no haber acelerado el traspaso de poderes, y nos enteramos de que los que se van a hacer cargo de los ministerios están de vacaciones, disfrutando de un merecido descanso después de la agotadora campaña electoral…
En una situación como la que estamos, los nombres del nuevo gabinete deberían haber estado decididos desde el día posterior a la convocatoria de elecciones. Es cierto que, por respeto al sistema democrático, esa decisión no debe hacerse pública, pero los nuevos ministros deberían estar trabajando en sus nuevas responsabilidades desde ese momento. Después, tras la victoria electoral por mayoría absoluta, la composición de ese gobierno debería haberse hecho pública de inmediato para que los ministros entrantes se encargasen del traspaso de poderes junto con los salientes.
Lo que no tiene ningún sentido es que este traspaso lo estén realizando los portavoces, mientras que la Ministra de Cultura está en Moscú de vacaciones, la Ministra de Economía está en México labrándose un futuro, el Ministro de Fomento está echando gasolina al coche y el resto… bueno: el resto de ministros ya no estaban antes tampoco, así que…
Espero sinceramente que las cosas no estén sucediendo así. Espero sinceramente que los nuevos ministros lleven trabajando, al menos, desde el mes de septiembre, y que el secretismo del que está haciendo gala Rajoy sea sólo una impostura de cara a la galería. Porque como no sea así… empezamos bien.