Cuando la economía decide no darnos un respiro; cuando la gente tiene verdaderos problemas para llegar a fin de mes y todo gasto parece superfluo, tenemos tendencia a volver los ojos hacia arriba, contemplar a los que están algo mejor que nosotros, y exclamar ¡no es justo!
No es justo que, mientras que yo no puedo comprar la comida que me gustaría, o no puedo hacer frente a mi préstamo hipotecario, o directamente he perdido el piso, otros se compren un coche nuevo, o se vayan de vacaciones, o lleven a sus hijos a un colegio de pago.
Por eso, es de justicia que, mientras que las cosas no vayan bien, los que más tienen hagan un esfuerzo y contribuyan a que los más desfavorecidos puedan salir de esa situación. Para ello, el Gobierno ha decidido “rescatar” el Impuesto de Patrimonio, para recaudar un 1% de las grandes fortunas. De esta forma, se obtendrán mil millones de euros, que se dedicarán a la creación de empleo.
¿Y quiénes son los que más tienen? ¿Quiénes son esas grandes fortunas que se sacrificarán por los más necesitados? Amancio Ortega, Isidoro Álvarez, Tita Cervera, Cayetana Fitz-James, Florentino Pérez… Todos esos ricos asquerosos que han amasado su fortuna explotando al trabajador, especulando con el dinero de todos o a base de pelotazos urbanísticos.
Pero con esta gente no se llega a lo que se necesita recaudar. Hay que aplicar el impuesto a otros que no tienen tanto… pero que aun así, siguen teniendo mucho. 700.000 euros es un fortunón que ya lo quisieran muchos, así que ése es el límite a partir del cual uno es lo suficientemente rico como para ser considerado un rico asqueroso.
Pero, ¿son realmente descabellados los patrimonios de un millón de euros (descontando los primeros 300.000 de la vivienda habitual, que están exentos)?
Un matrimonio que conozco entraría dentro de esta categoría. La verdad es que no les ha ido mal en la vida: él ha tenido un buen puesto en una gran empresa de informática, hasta que se jubiló; ella viene de una familia de la alta burguesía vasca, por la cual tiene participaciones en una empresa siderúrgica de Bilbao, que le ha ido dando unas rentas aceptables.
Estas dos entradas de dinero les han permitido vivir acomodadamente. Sin grandes lujos: no tienen un Ferrari, sino un Mondeo; no veranean en la Costa Azul, sino en Gandía; no tienen un lujoso yate en Marbella, ni tan siquiera un pequeño fueraborda. Eso sí, tienen un buen piso en una zona céntrica de Madrid, y un chalet de capricho en una urbanización nada exclusiva de la Sierra Oeste.
Pero hace unos años, él se jubila, y el sueldo que acostumbraba a llevar a casa se ve drásticamente reducido. Además, hace aparición la crisis, y una serie de inversiones erróneas realizadas por la siderúrgica hace que quiebre, con lo que se acaban también las rentas. En ese momento, es prioritario cancelar todos los gastos superfluos, pero el chalet de la Sierra es un saco sin fondo que se come todos los ahorros; hay que venderlo como sea, pero, debido a la crisis, lo que se ofrece por él ni siquiera pagaría la hipoteca. Están en un serio aprieto…
Entonces llega Rubalcaba y decide que, al tener dos inmuebles con un valor catastral de alrededor de un millón de euros cada uno, forman parte de esa casta privilegiada que vive a cuerpo de rey y a la que hay que sangrar para recaudar más y alimentar a la insaciable máquina de gastar que es el Estado.
Afortunadamente para esta historia, en la Comunidad de Madrid no se aplicará el nuevo viejo impuesto. De haber sido de otra forma, este matrimonio habría tenido que pagar un total de veinte mil euros (y otros veinte mil el año que viene); un total de casi ocho millones de pesetas de los que, en este momento, no disponen.
¿Qué opciones les quedarían en el caso contrario? Vender el chalet; con urgencia, a cualquier precio, asumiendo una minusvalía de aproximadamente 400.000 euros, quedándose con una hipoteca millonaria por un inmueble que ya no poseen, y procurando gastar el dinero obtenido, para que no compute como patrimonio el año que viene.
De esta forma, un impuesto diseñado para recaudar 40.000 euros ha tenido el efecto de disminuir su patrimonio en 400.000. ¿Un 1%? El que quiera que haga las cuentas y llegue a sus propias conclusiones.
Mientras tanto, Amancio Ortega, Isidoro Álvarez, Tita Cervera, Cayetana Fitz-James y Florentino Pérez tienen su patrimonio convenientemente blindado, a nombre de sus empresas o de sociedades varias, cuando no se les aplican deducciones por los motivos más peregrinos.
Al final, señor Rubalcaba, los impuestos los pagan siempre los mismos. Lo que tiene que hacer antes de aumentarlos… es dejar de gastar.
Como hacemos todos.
No es justo que, mientras que yo no puedo comprar la comida que me gustaría, o no puedo hacer frente a mi préstamo hipotecario, o directamente he perdido el piso, otros se compren un coche nuevo, o se vayan de vacaciones, o lleven a sus hijos a un colegio de pago.
Por eso, es de justicia que, mientras que las cosas no vayan bien, los que más tienen hagan un esfuerzo y contribuyan a que los más desfavorecidos puedan salir de esa situación. Para ello, el Gobierno ha decidido “rescatar” el Impuesto de Patrimonio, para recaudar un 1% de las grandes fortunas. De esta forma, se obtendrán mil millones de euros, que se dedicarán a la creación de empleo.
¿Y quiénes son los que más tienen? ¿Quiénes son esas grandes fortunas que se sacrificarán por los más necesitados? Amancio Ortega, Isidoro Álvarez, Tita Cervera, Cayetana Fitz-James, Florentino Pérez… Todos esos ricos asquerosos que han amasado su fortuna explotando al trabajador, especulando con el dinero de todos o a base de pelotazos urbanísticos.
Pero con esta gente no se llega a lo que se necesita recaudar. Hay que aplicar el impuesto a otros que no tienen tanto… pero que aun así, siguen teniendo mucho. 700.000 euros es un fortunón que ya lo quisieran muchos, así que ése es el límite a partir del cual uno es lo suficientemente rico como para ser considerado un rico asqueroso.
Pero, ¿son realmente descabellados los patrimonios de un millón de euros (descontando los primeros 300.000 de la vivienda habitual, que están exentos)?
Un matrimonio que conozco entraría dentro de esta categoría. La verdad es que no les ha ido mal en la vida: él ha tenido un buen puesto en una gran empresa de informática, hasta que se jubiló; ella viene de una familia de la alta burguesía vasca, por la cual tiene participaciones en una empresa siderúrgica de Bilbao, que le ha ido dando unas rentas aceptables.
Estas dos entradas de dinero les han permitido vivir acomodadamente. Sin grandes lujos: no tienen un Ferrari, sino un Mondeo; no veranean en la Costa Azul, sino en Gandía; no tienen un lujoso yate en Marbella, ni tan siquiera un pequeño fueraborda. Eso sí, tienen un buen piso en una zona céntrica de Madrid, y un chalet de capricho en una urbanización nada exclusiva de la Sierra Oeste.
Pero hace unos años, él se jubila, y el sueldo que acostumbraba a llevar a casa se ve drásticamente reducido. Además, hace aparición la crisis, y una serie de inversiones erróneas realizadas por la siderúrgica hace que quiebre, con lo que se acaban también las rentas. En ese momento, es prioritario cancelar todos los gastos superfluos, pero el chalet de la Sierra es un saco sin fondo que se come todos los ahorros; hay que venderlo como sea, pero, debido a la crisis, lo que se ofrece por él ni siquiera pagaría la hipoteca. Están en un serio aprieto…
Entonces llega Rubalcaba y decide que, al tener dos inmuebles con un valor catastral de alrededor de un millón de euros cada uno, forman parte de esa casta privilegiada que vive a cuerpo de rey y a la que hay que sangrar para recaudar más y alimentar a la insaciable máquina de gastar que es el Estado.
Afortunadamente para esta historia, en la Comunidad de Madrid no se aplicará el nuevo viejo impuesto. De haber sido de otra forma, este matrimonio habría tenido que pagar un total de veinte mil euros (y otros veinte mil el año que viene); un total de casi ocho millones de pesetas de los que, en este momento, no disponen.
¿Qué opciones les quedarían en el caso contrario? Vender el chalet; con urgencia, a cualquier precio, asumiendo una minusvalía de aproximadamente 400.000 euros, quedándose con una hipoteca millonaria por un inmueble que ya no poseen, y procurando gastar el dinero obtenido, para que no compute como patrimonio el año que viene.
De esta forma, un impuesto diseñado para recaudar 40.000 euros ha tenido el efecto de disminuir su patrimonio en 400.000. ¿Un 1%? El que quiera que haga las cuentas y llegue a sus propias conclusiones.
Mientras tanto, Amancio Ortega, Isidoro Álvarez, Tita Cervera, Cayetana Fitz-James y Florentino Pérez tienen su patrimonio convenientemente blindado, a nombre de sus empresas o de sociedades varias, cuando no se les aplican deducciones por los motivos más peregrinos.
Al final, señor Rubalcaba, los impuestos los pagan siempre los mismos. Lo que tiene que hacer antes de aumentarlos… es dejar de gastar.
Como hacemos todos.
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