viernes, 15 de julio de 2011

Los mercados atacan al Euro...

...y luego resulta que los mercados son Alemania y Francia (Merkel y Sarkozy), que, casualmente, utilizan el euro como moneda. Debe de ser la primera vez en la historia que un gobierno ataca a la moneda de su país para desestabilizarla.


Pero ¿cómo hacen realmente los pérfidos mercados para atacar al euro? Pues parece que su táctica es negar la financiación a determinados países (los más débiles) para forzarlos a entrar en bancarrota. Al no haber suficiente dinero para rescatar a estos países, la Zona Euro quebraría y alguien (no se sabe exactamente quién) ganaría un montón de dinero con esta quiebra.


A mí, personalmente, me resulta difícil de comprender, porque no termino de ver a quién puede beneficiar que Europa desaparezca como “potencia económica”. El mantra de “Los Mercados” no me da ninguna pista por lo impersonal y porque no me cuadra que sacar del mercado a 400 millones de personas de alto poder adquisitivo vaya a mejorar en algo la situación de “Los Mercados”. Así que me he buscado otra explicación.


En el fondo, la economía de un país funciona como la de una familia: existen una serie de ingresos que sirven para acumular un capital que se utilizará para la adquisición de bienes o servicios, o para el ahorro.


Ahora bien: hay determinados gastos que superan la capacidad de pago al contado tanto de familias como de países; dos ejemplos típicos son la adquisición de una vivienda en el primer caso o la construcción de una línea ferroviaria de alta velocidad en el segundo. Para acometer ambos proyectos se puede confiar en el ahorro, pero eso implicaría tener una capacidad de predicción de necesidades a muy largo plazo que la mayor parte de las veces no es posible tener. La otra opción es acudir a la financiación externa, en la que una determinada entidad (un banco, un inversor o un malvado especulador) nos proporciona el dinero que necesitamos con la condición de que se lo devolvamos en un plazo determinado y con unos intereses pactados.


En otras ocasiones, no se trata de que no se sea capaz de afrontar un determinado gasto, sino que puede que sea más barato comprar hoy con el dinero de mañana. Creo que se verá más claro con un ejemplo doméstico. Supongamos que gano 100.000 euros al año y quiero comprarme un coche que vale 30.000. Podría ahorrar 2.500 euros al mes, y, al cabo de 12 meses tendría el dinero para comprarme el coche.


Ahora bien, yo tengo una previsión de que el año que viene me van a subir el sueldo un 5% y de que la inflación va a ser del 3%. Eso significa que cuando vaya a comprar el coche, éste ya no me costará 30.000 euros, sino 30.900, pero el dinero lo estaré ahorrando de mi sueldo de 100.000 euros, no del de 105.000. ¿No sería más útil comprar el coche con el precio de hoy pero con el sueldo del año que viene? Aun en el caso de que tuviese que pagar unos intereses del 1% TAE, el coche tendría un sobreprecio de tan sólo 300 euros, pero dispondría de 5.000 euros más para gastar. Si hubiese ahorrado con anterioridad a la compra, habría dispuesto de 5833 euros al mes durante un año; aplazando el pago, dispondré de 6175 durante el año que esté pagando. A todos los efectos, el coche me saldrá más barato.


El problema viene cuando mi predicción falla y no me suben el sueldo al año siguiente. En ese caso deberé afrontar, con el mismo sueldo, la compra del coche más el pago de los gastos corrientes del día a día, que, además, se habrán encarecido un 3%. Si me he dedicado a vivir al día y mi tasa de ahorro es cero, estoy en un aprieto. La única opción entonces es priorizar los pagos, por lo que utilizo mi sueldo para pagar la hipoteca (lo más importante, ya que no quiero quedarme sin casa), y utilizo la tarjeta de crédito para aplazar otros pagos, como la ropa, la comida… y ese viaje a Cancún, que me hacía mucha ilusión, y bueno, como los tipos están bajos no me supondrá mucho.


Pero llega el año siguiente y siguen sin subirme el sueldo, y el IPC se ha vuelto a ir al 3%, y los tipos de interés ya no están al 1, sino al 1,5%, y tengo que pagar los intereses de la tarjeta de crédito y no me llega el dinero, por lo que voy al banco y pido un préstamo personal al 5% para liquidar los pagos. Pero como me he acostumbrado a este ritmo de vida sigo tirando de tarjeta de crédito (esta vez para irme a esquiar a los Alpes), y cuando el año siguiente tenga que pagar los intereses me encontraré con que tampoco tengo dinero y que tengo que pedir otro préstamo para hacer frente a los pagos…


Y entonces, el malvado especulador al que le estoy pidiendo el dinero me dirá: Tiene usted una hipoteca, una tarjeta de crédito que no es capaz de pagar, un préstamo personal, y me está pidiendo otro préstamo; la experiencia me dice que es muy posible que no sea capaz de pagarme, y para cubrir ese riesgo le tengo que pedir un tipo del 8%.


Y yo acepto, porque ese viaje a Suiza me hace muchísima ilusión, y ya veremos qué pasa al año que viene, cuando me toque pagar. Y lo que pasa es que, como era previsible, no puedo. Y cuando intento repetir la jugada, pidiendo un nuevo préstamo, me dicen que nones: que o les presento un plan de racionalización de mis ingresos y gastos o no hay un duro. Y yo, que no soy capaz de renunciar al colegio de élite de mis dos niños (la educación es lo primero, oiga), ni al carísimo seguro médico privado (la salud es la salud) ni a los dos coches de lujo con sus seguros, también de lujo (es que con un coche de gama más baja voy más desprotegido) le digo al banco que, en vez de ir a cenar al Asador Chistu una vez a la semana, voy a ir una vez cada quince días.


Y el banco, por supuesto, me dice que en esas condiciones no hay dinero. Y me embargan el sueldo para pagar lo que ya debo, y eso hace que no tenga dinero para pagar la luz, el agua y el gas, con lo que me los cortan; y no tengo suficiente para pagar la hipoteca, y comienza el proceso de deshaucio…


Y entonces comienzo a protestar, porque estoy soportando el ataque de los mercados, que intentan desestabilizar mi economía, y sufro el acoso de los especuladores, que me obligaron a gastar lo que no tenía para luego cebarse en mi desgracia.


Y decido comenzar una campaña para obligar a los bancos (sí, esos malditos especuladores) a que me sigan financiando, para poder comprarme otro coche, y viajar a Cancún y a Suiza, y salir a cenar al Chistu todas las semanas…


Y el que venga detrás, que arree.

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