Finalmente, Mariano Rajoy ha convocado una manifestación.
Tras haber amagado hace días (En su momento diré a los españoles cuándo les convoco y a qué les convoco), parece que se ha decidido, y nos ha convocado a una gran manifestación por las calles de Madrid, para que los ciudadanos normales y sensatos expresen su disconformidad con la medida que ha puesto en la calle al asesino irredento de veinticinco personas.
Pues, señor Rajoy, llega usted tarde porque, aunque crea que, como decía Fraga, la calle es suya, lo cierto es que la perdió hace tiempo. Y la ha perdido porque la ha despreciado. Porque cada vez que ha convocado a la ciudadanía a lo largo de la primera parte de esta legislatura, han sido convocatorias de concentraciones en lugares pequeños (como la Puerta del Sol), por miedo a que los ciudadanos no respondiésemos y a quedar en evidencia.
Tuvieron que venir los movimientos cívicos como la Asociación de Víctimas del Terrorismo, el Foro de Ermua o el Foro de la Familia para demostrar que, cuando un gobierno legisla de forma injusta, la gente sale a la calle, aunque sea de derechas. Tuvieron que venir estas asociaciones para demostrarle a usted, señor Rajoy, que se puede sacar a la calle a más de un millón de personas sin ser de izquierdas.
Ahora juega sobre seguro, señor Rajoy. Sabe que la ciudadanía no le va a defraudar. Pero se equivoca de nuevo. No saldremos a manifestarnos el próximo sábado porque usted nos convoque. Saldremos porque es nuestra obligación, porque es la única forma de que se oiga nuestra voz. Y habríamos salido aunque usted no nos hubiese convocado. Hemos aprendido a movernos sin la necesidad de tener a un partido político detrás. Pero entonces, ¿de qué sirve usted, señor Rajoy?
Su misión no es convocar a la ciudadanía a una gran manifestación. Eso podemos hacerlo solos (y, de hecho, es lo que hemos venido haciendo durante los tres últimos años). Su misión es plantar batalla allí donde los ciudadanos no podemos llegar; en el Congreso de los Diputados, en el Parlamento Europeo, en los Tribunales de Justicia, en su propio partido.
Su obligación es que se le oiga en el Parlamento. Si todos los grupos afines al Gobierno han vetado cualquier intento de exigir que Zapatero dé explicaciones en las Cortes, plantee una moción de censura. La va a perder, de acuerdo, pero obligará a Zapatero a rendir cuentas ante los españoles. Y, cuando todo el grupo socialista en pleno vote en contra de la moción de censura, se dará cuenta de que no puede tender la mano a esos socialistas de bien que existen en el seno del PSOE, porque al final, por muy de bien que sean, votarán a favor de lo que les diga su jefe. Y así, señor Rajoy, además, se enterará de una vez de que no hay socialistas de bien.
Su obligación es desenmascarar a Zapatero. Romper el acuerdo tácito de que un gobierno sólo puede cesar por dimisión o por celebración de elecciones. Aplique el artículo 102 de la Constitución y exija la destitución de Zapatero por Alta Traición. Sólo necesita el 25% de los escaños para plantearlo, y la mitad más uno para ganarlo, ¿lo sabía?
Su obligación es desmarcarse ABSOLUTAMENTE de este grupo de traidores. A gran parte de los españoles se nos revuelven las tripas cada vez que le oímos decir que si el gobierno cambia su política antiterrorista, ustedes estarán allí, para apoyarles sin fisuras. ¿Cuántas traiciones hacen falta para que se enteren de que no son de fiar? No confíen en ellos hasta que haya habido una renovación completa en el PSOE. ¿O es que pensaba que iban a poder entenderse con el portavoz del gobierno de los GAL?
Y, por último, su obligación es poner orden en su partido. Una cosa es que se sientan acomplejados por ser de derechas y otra es dejar ideológicamente huérfanos a casi diez millones de electores (ciudadanos somos muchos más). Metan en vereda de una vez por todas a personajes como Gallardón o Piqué, y si no se encuentran cómodos en la derecha, que se vayan, que seguro que considerarán mejores compañeros de partido a López Garrido o a Arturo Mas.
En fin, señor Rajoy, que manifestarse es uno de los más poderosos métodos que tenemos los ciudadanos para hacer oír nuestra voz, pero usted no está para eso. Usted está para algo más. Y si no es capaz de asumir sus responsabilidades, señor Rajoy, a lo mejor, es que el que está sobrando es usted.
Tras haber amagado hace días (En su momento diré a los españoles cuándo les convoco y a qué les convoco), parece que se ha decidido, y nos ha convocado a una gran manifestación por las calles de Madrid, para que los ciudadanos normales y sensatos expresen su disconformidad con la medida que ha puesto en la calle al asesino irredento de veinticinco personas.
Pues, señor Rajoy, llega usted tarde porque, aunque crea que, como decía Fraga, la calle es suya, lo cierto es que la perdió hace tiempo. Y la ha perdido porque la ha despreciado. Porque cada vez que ha convocado a la ciudadanía a lo largo de la primera parte de esta legislatura, han sido convocatorias de concentraciones en lugares pequeños (como la Puerta del Sol), por miedo a que los ciudadanos no respondiésemos y a quedar en evidencia.
Tuvieron que venir los movimientos cívicos como la Asociación de Víctimas del Terrorismo, el Foro de Ermua o el Foro de la Familia para demostrar que, cuando un gobierno legisla de forma injusta, la gente sale a la calle, aunque sea de derechas. Tuvieron que venir estas asociaciones para demostrarle a usted, señor Rajoy, que se puede sacar a la calle a más de un millón de personas sin ser de izquierdas.
Ahora juega sobre seguro, señor Rajoy. Sabe que la ciudadanía no le va a defraudar. Pero se equivoca de nuevo. No saldremos a manifestarnos el próximo sábado porque usted nos convoque. Saldremos porque es nuestra obligación, porque es la única forma de que se oiga nuestra voz. Y habríamos salido aunque usted no nos hubiese convocado. Hemos aprendido a movernos sin la necesidad de tener a un partido político detrás. Pero entonces, ¿de qué sirve usted, señor Rajoy?
Su misión no es convocar a la ciudadanía a una gran manifestación. Eso podemos hacerlo solos (y, de hecho, es lo que hemos venido haciendo durante los tres últimos años). Su misión es plantar batalla allí donde los ciudadanos no podemos llegar; en el Congreso de los Diputados, en el Parlamento Europeo, en los Tribunales de Justicia, en su propio partido.
Su obligación es que se le oiga en el Parlamento. Si todos los grupos afines al Gobierno han vetado cualquier intento de exigir que Zapatero dé explicaciones en las Cortes, plantee una moción de censura. La va a perder, de acuerdo, pero obligará a Zapatero a rendir cuentas ante los españoles. Y, cuando todo el grupo socialista en pleno vote en contra de la moción de censura, se dará cuenta de que no puede tender la mano a esos socialistas de bien que existen en el seno del PSOE, porque al final, por muy de bien que sean, votarán a favor de lo que les diga su jefe. Y así, señor Rajoy, además, se enterará de una vez de que no hay socialistas de bien.
Su obligación es desenmascarar a Zapatero. Romper el acuerdo tácito de que un gobierno sólo puede cesar por dimisión o por celebración de elecciones. Aplique el artículo 102 de la Constitución y exija la destitución de Zapatero por Alta Traición. Sólo necesita el 25% de los escaños para plantearlo, y la mitad más uno para ganarlo, ¿lo sabía?
Su obligación es desmarcarse ABSOLUTAMENTE de este grupo de traidores. A gran parte de los españoles se nos revuelven las tripas cada vez que le oímos decir que si el gobierno cambia su política antiterrorista, ustedes estarán allí, para apoyarles sin fisuras. ¿Cuántas traiciones hacen falta para que se enteren de que no son de fiar? No confíen en ellos hasta que haya habido una renovación completa en el PSOE. ¿O es que pensaba que iban a poder entenderse con el portavoz del gobierno de los GAL?
Y, por último, su obligación es poner orden en su partido. Una cosa es que se sientan acomplejados por ser de derechas y otra es dejar ideológicamente huérfanos a casi diez millones de electores (ciudadanos somos muchos más). Metan en vereda de una vez por todas a personajes como Gallardón o Piqué, y si no se encuentran cómodos en la derecha, que se vayan, que seguro que considerarán mejores compañeros de partido a López Garrido o a Arturo Mas.
En fin, señor Rajoy, que manifestarse es uno de los más poderosos métodos que tenemos los ciudadanos para hacer oír nuestra voz, pero usted no está para eso. Usted está para algo más. Y si no es capaz de asumir sus responsabilidades, señor Rajoy, a lo mejor, es que el que está sobrando es usted.
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