Acabo de
leer un artículo de Emilio Campmany en el que, con un cierto aire de
hastío, pasa a engrosar la cada vez más amplia lista de españoles
no catalanes que piden un referéndum de independencia para Cataluña.
Ya está bien de chantajes catalanistas, dice, por lo que, si lo que
quieren es largarse, lo mejor que podemos hacer es establecer un
sistema por el que esto se pueda lograr dentro de la legalidad.
Argumenta
don Emilio que hay dos formas de conseguir este objetivo: o se
reforma la Constitución para definir mecanismos legales por el que
las comunidades autónomas puedan acceder a la independencia, o se
plantea un referéndum para conocer los deseos de los catalanes, y si
resulta que son favorables a la independencia (y sólo entonces) se
acomete la reforma de la Constitución. Por una simple cuestión de
economía política y monetaria es favorable don Emilio a esta
segunda opción: sólo se reformaría la Constitución en caso de que
los catalanes quisieran irse.
Lo que don Emilio parece querer ignorar es que ambas opciones
precisan cambios constitucionales previos. Bueno, en sentido estricto
solamente. Estamos demasiado acostumbrados a que la Constitución se
retuerza, se estruje y se exprima para que diga exactamente aquello
que queramos que diga; visto de esa manera, no sería necesario
cambiar la Constitución para nada.
Pero
imaginemos por un momento que tenemos un Tribunal Constitucional que,
en un ataque de responsabilidad, ha decidido tomarse en serio su
trabajo. Entonces, no podrían dejar de pasar por alto el artículo
1.2, donde se establece que La soberanía nacional reside en el
pueblo español, del que emanan los poderes del estado.
Y este artículo tan breve y conciso no quiere decir otra cosa que
los dueños de España son los españoles; o, dicho de una forma más
concisa, que los dueños de TODA España son TODOS los españoles;
todos los españoles tenemos nuestra parte proporcional de propiedad
de cada parte de España.
Por
más que se empeñen, los catalanes no son los dueños de Cataluña,
de la misma manera que los asturianos no son los dueños de Asturias
ni los extremeños los dueños de Extremadura; porque, además,
¿quiénes son los catalanes? ¿Es catalán sólo el que está
empadronado allí? Entonces, ¿qué hacemos con los catalanes que,
por motivo de trabajo, o familiares, o por lo que sea, han tenido que
irse y están empadronados en, por ejemplo, Cáceres? ¿Les dejamos
votar o no? Aunque también podemos considerar catalanes a aquellos
que han nacido en Cataluña, solo que en ese caso, ¿qué hacemos con
Montilla o Durán y Lleida? ¿Les dejamos votar, o ellos no son
catalanes? Pues tenemos un problema. ¿Y aquellos que tienen raíces
catalanas (padres, abuelos, bisabuelos...) pero han nacido en Teruel?
¿No tienen nada que decir sobre el futuro de la tierra de sus
ancestros?
Un
referéndum en España estaría mucho más claro: votan aquellos que
tengan nacionalidad española, independientemente de dónde hayan
nacido y de dónde residan, pero en Cataluña no existe nada parecido
a una nacionalidad catalana, por lo que cualquier intento de
establecer un censo de votantes para el referéndum es, por
definición, arbitrario e injusto. Por eso la soberanía de España
reside en todo el pueblo español: porque las decisiones que afectan
al territorio de cualquier parte de españa afecta, directa o
indirectamente, a todos los españoles.
Por
eso, señor Campmany, con el sistema constitucional que poseemos, no
es posible realizar un referéndum de autodeterminación sólo en
Cataluña. Por eso debemos empezar a preocuparnos un poco más de
nuestros conciudadanos, que están siendo sistemáticamente engañados
por una clase política corrupta que les asegura que la independencia
les convertirá en Suiza, cuando lo más posible es que no lleguen a
ser más que Albania.
Reconozco
que es tentador tirar por el camino fácil y pretender deshacernos de
los catalanes con la excusa de que no podemos estar siempre cediendo
al chantaje, pero son españoles, de la misma manera que el resto, y
como tales, merecen que les protejamos igual que si viviesen en
Santander.
Aunque
eso incluya protegerlos de los mismos políticos sin escrúpulos a
quienes ellos mismos han votado.