jueves, 30 de agosto de 2012

Apple abusa de las patentes

Me estoy divirtiendo mucho estos días leyendo las noticias a cuenta del juicio del siglo que enfrenta a Apple y a Samsung. Y no precisamente leyendo las noticias en sí, sino los comentarios que deja la gente en los periódicos de Internet.

Como si de un Madrid-Barsa se tratase, los lectores se han alineado con alguna de las dos partes, defienden sus posiciones a capa y espada y descalifican al oponente, llegando incluso al insulto y al lenguaje soez.

El argumento central de la historia es que Apple, como compañía puntera que es, ha desarrollado un producto innovador y revolucionario que ha generado un gran impacto social y ha cambiado la idea que se tenía de cómo debe ser un teléfono móvil; y que, por el otro lado, Samsung, aprovechándose de dicho desarrollo, ha plagiado los productos de Apple sacando al mercado copias de peor calidad y, por lo tanto, más baratas.

Evidentemente, es totalmente lícito y moral que una empresa (llámese Apple, Boeing, Samsung o Gunitados Blasa) patente sus investigaciones y sus desarrollos para evitar que otras empresas se aprovechen de su trabajo e incurran, por lo tanto, en competencia desleal. Pero me temo (y es una opinión personal) que Apple se extralimita a la hora de decidir dónde se encuentran los límites de su trabajo.

Al parecer, según he podido leer en las informaciones que proporcionan los medios de comunicación, el meollo de la denuncia se basa en cómo se comportan los dispositivos de Samsung en la interacción con el usuario; concretamente, la forma como los listados “rebotan” cuando se llega al último registro y la forma como se puede hacer zoom “pellizcando” la pantalla con dos dedos. Según la sentencia que condena a Samsung, estos dos procesos han sido desarrollados por Apple y copiados por Samsung.

Comparaba uno de los “defensores” de Apple el caso con otro hipotético en el que una empresa de neumáticos copia los procesos de fabricación y los materiales de un desarrollo ajeno, o incluso el caso de que hiciese una evolución a partir de ese desarrollo ajeno; argumentaba, con muy buen criterio, que en ambos casos el nuevo fabricante debería pagar al fabricante original, y que lo contrario sería un robo. Y estoy completamente de acuerdo con ese argumento, pero creo (y que me perdone la gran familia de consumidores de Apple) que éste no es el caso que nos ocupa.

Continuemos con el símil de los neumáticos. Si Apple se dedicase a este negocio, sacaría al mercado (tras largos años de investigaciones) un neumático revolucionario imposible de pinchar. Habrían desarrollado una disposición especial del esqueleto de acero que impediría que fuese atravesado por nada y un tratamiento del caucho que sellaría de inmediato cualquier pequeño corte o grieta; harían una presentación multitudinaria del nuevo producto, seguida de un lanzamiento mundial, y la gente haría colas de tres días a las puertas de Tiendas Aurgi para ser los primeros en poner los nuevos neumáticos en sus coches.

Poco tiempo después, Samsung anunciaría que saca al mercado su propio neumático anti pinchazos, basado en un compuesto derivado de una mezcla de caucho reciclado con una resina que activa la reacción de recauchutado en contacto con el aire, con lo que cualquier pinchazo regenera el neumático. Al no tener que utilizar una densísima red de acero ni necesitar un tratamiento especial del caucho, el neumático es más barato.

Y entonces llega Apple y le planta una denuncia porque el neumático anti pinchazos lo inventaron ellos.

Apple (y cualquier empresa) puede patentar un dispositivo concreto o bien el proceso por el que se consigue que un dispositivo realice una función, pero no tiene sentido que intente patentar la función en sí. Se vería completamente ridículo que Motorola, por ejemplo, demandase a todos los fabricantes de teléfonos móviles porque todos suenan para avisar de una llamada, o por la función de vibración que todos poseen (incluso los Apple); sin embargo, se ve bien que Apple pretenda que no se pueda hacer zoom usando dos dedos.

Según yo lo veo, Apple está en su perfecto derecho de patentar el desarrollo informático (software) que permite, a partir de una pantalla multitáctil realizar un proceso concreto (zoom, desplazamientos, apertura de aplicaciones…). Si otra empresa es capaz de ejecutar los mismos procesos de otra forma distinta no estaría violando ningún derecho de propiedad intelectual. Y como Apple utiliza su propio sistema operativo, es virtualmente imposible que Samsung haya copiado sus desarrollos informáticos.

Entre otras cosas, porque estos desarrollos no son responsabilidad de Samsung, sino de Android, que es usado por la mayoría de los fabricantes de teléfonos inteligentes, que realizan las mismas funciones de la misma manera que los teléfonos de Samsung. Sin embargo, la denuncia no se ha dirigido contra Android, sino contra Samsung, en lo que parece más un intento de eliminar del mercado a su principal competidor que la necesidad de proteger unos supuestos derechos de autor.

El problema es que un tribunal con un más que apreciable tufo a parcialidad (tribunal americano mediando entre una empresa americana y otra coreana) le ha dado la razón, lo que no puede sino ir en detrimento de la competencia, la innovación y los derechos de los consumidores.

jueves, 23 de agosto de 2012

¿Qué hacemos con las renovables?

La obsesión por encontrar una fuente de energía alternativa a los combustibles fósiles es una constante en casi todo el mundo desde los años setenta; en un primer momento, por la creencia maltusiana en el agotamiento inminente de este tipo de recursos, y posteriormente por la fe casi religiosa en el apocalipsis climático que nos espera si no dejamos de utilizar estos combustibles.

Existe, desde entonces, un consenso casi total en la idea de que debemos comenzar a priorizar el uso de energías que no dependan de recursos limitados, que no vayan a dejarnos tirados en un momento determinado: las llamadas energías renovables. Sin embargo, esta obsesión y este consenso no están consiguiendo que, cuarenta años después de la primera crisis del petróleo, la producción de estas energías renovables estén haciéndonos más independientes de los combustibles fósiles. ¿Por qué?

En primer lugar, me gustaría apuntar que sólo considero aquí como energías renovables la solar (fotovoltaica y termosolar) y la eólica. La energía geotérmica estaría muy restringida a lugares con actividad volcánica, la hidráulica necesita de unas infraestructuras que hoy en día ya se encuentran muy cuestionadas y la biomasa necesitaría que toda la superficie de la tierra se dedicase a ella como para poder resultar una alternativa.

En mi opinión, las energías renovables, tal y como están concebidas hoy en día, tienen, entre otros muchos, dos problemas principales, ambos derivados del uso que se está dando a estas energías: generación de electricidad directamente a la red de distribución.

El primer problema al que se enfrentan las energías renovables es debido a la desigual distribución espacial del sol y el viento. A pesar de que ambos existen en todo el planeta (eso es innegable) no son aprovechables de la misma manera. Así, a nadie se le ocurriría sugerir que países como Finlandia, Alemania o Gran Bretaña obtuviesen del sol el grueso de su gasto energético. En cuanto al viento, que en principio sí podría estar mejor repartido, la cantidad de generadores que se necesitan para abastecer un país hace que, ya hoy en día, se asuma que sólo los parques eólicos marinos vayan a poder ser utilizados de forma intensiva.

Así, podríamos contar en un futuro con grandes parques generadores de energía solar en países con muchas horas de sol al año (países desérticos, como Argelia, Mali, Arabia Saudí, Australia…) y parques de generación eólica en países con gran extensión costera (en general todos los países costeros). Esta distinción entre centros de generación y de consumo es la que produce el primer problema. La creación de electricidad debe realizarse lo más cerca posible de los centros de consumo; si no, el transporte se vuelve tan caro e ineficiente que no resulta rentable su utilización. En el ejemplo anterior, no tiene ningún sentido generar la electricidad en Mali para consumirla en Polonia. Simplemente, no llegaría.

El segundo problema es debido a la desigual distribución temporal del sol y el viento. Es evidente que una central solar sólo produce electricidad cuando hay sol, y una eólica, cuando hay viento. Pero la electricidad se necesita cuando se necesita, no sólo cuando hay sol y viento. Además, se da la circunstancia de que, al menos en España, los picos de consumo de electricidad se producen en esos anticiclónicos días de verano y de invierno, cuando no se mueve una brizna de aire, y, en cualquier caso, por la noche, cuando, evidentemente, no hay sol. Así, la norma es que, por cada megavatio renovable instalado hay que instalar un megavatio no renovable (habitualmente se hace con centrales de gas de ciclo combinado) que está en espera por si acaso hace falta suplementar la producción renovable. Así, encarecemos todavía más el precio de la energía.

Al final, ambos problemas son sólo uno: la electricidad no se puede almacenar (al menos, no en las cantidades necesarias para su uso masivo). Todo pasa por encontrar una forma en la que poder almacenar esta energía, que sea, además, fácilmente transportable.

Y esa forma, evidentemente, existe. Si no se utiliza ya es, supongo, por problemas exclusivamente técnicos, porque, evidentemente, no va a ser todo el mundo más tonto y más ignorante que yo. Esa forma es, cómo no, el hidrógeno.

Utilizar el hidrógeno como fuente de almacenamiento de energía permitiría prescindir del petróleo como combustible en los vehículos a motor. En todos. Además, su tremenda capacidad calorífica lo haría muy rentable a la hora de utilizarlo para producir electricidad en centrales térmicas. Los riesgos para su transporte no creo que sean mucho más elevados que los del gas natural, y su posibilidad de almacenamiento está fuera de toda duda.

¿Cuál es, entonces, el inconveniente a la hora de comenzar a producirlo de forma masiva? No soy un experto, pero sólo puedo asumir que es el rendimiento de producción. Si con la electricidad generada cubriendo el desierto del Sahara con paneles solares sólo obtenemos hidrógeno para mover los coches de Italia, es evidente que el sistema no sirve. Hay que buscar otra forma de generar el hidrógeno.

Personalmente, creo que el futuro estará en algún tipo de fotolisis ayudada por un catalizador, de forma similar a como lo hacen las plantas. La electrolisis utilizada hoy en día, aparte de poco eficiente, utiliza reactivos muy tóxicos y peligrosos.

Si esto llega a hacerse realidad algún día, podremos ver a países, actualmente pobres, convertidos en grandes exportadores de energía, una energía mucho más barata que permitirá una nueva etapa de crecimiento y prosperidad global. Pero para que ese día llegue, hay que dejar trabajar a quien realmente sabe, y no permitir a un político que decida quién, cuándo y de qué manera debe producir la energía.