Hace unos años, un grupo de burócratas de Francia y Alemania decidieron que se habían equivocado con el Tratado de Niza. Ese tratado que, por empeño personal de un reaccionario llamado José María Aznar equilibraba el reparto de poder en Europa desplazándolo del eje franco-alemán al conjunto de países medianos que compartían intereses comunes, muchas veces contrapuestos a los de los grandes países (Francia, Alemania y Reino Unido).
Pusieron, por tanto, en marcha sus estrategias publicitarias para convencernos de que la "construcción europea" necesitaba una constitución que diese legitimidad democrática a sus instituciones y a las decisiones que ellas tomasen. Y una vez convencidos los políticos, parieron un engendro que dinamitaba el equilibrio de poder que había establecido Niza, multiplicaba la burocracia y el intervencionismo y convertía a Europa, básicamente, en un enorme recolector de dinero que alimentase a la Política Agraria Común (PAC) a mayor gloria de Francia.
Una vez convencidos los políticos de que "Europa" necesitaba urgentemente esta constitución, comenzó el proceso por el cual se gastó una cantidad verdaderamente obscena de dinero para convencer a la gente comun de lo mismo. Los argumentos variaron según el país, pero aquí fueron básicamente tres: "Si votas en contra es que estás en contra de Europa", "Si no ratificamos la Constitución nos quedamos fuera de Europa" y "No hace falta que te leas el proyecto, porque los que saben ya se lo han leído y nos han dicho que es buena".
En fin, que el proceso de convalidación especificaba que la ratificación seguiría adelante a no ser que tres o más países votasen en contra. Esto quería decir que, si España y Grecia rechazaban el proyecto, la constitución entraría en vigor de todas formas y estos dos países quedarían en una especie de limbo que, muy oportunamente, decidieron no aclarar quienes redactaron el proyecto de constitución.
Pero no fueron España y Grecia los que votaron en contra, sino Francia y Holanda. Y, rompiendo todas las normas, decidieron no seguir adelante con el proceso. De repente, ya no tenía ninguna importancia que Europa no tuviese una constitución, y que el tratado de Niza siguiese vigente. De repente, Niza no tenía caducidad y podía seguir siendo aplicado sin problemas. Pero claro, Francia no podía quedarse cruzada de brazos.
Inmediatamente después comenzó a gestarse un nuevo engendro que sustituyese a la "constitución". Lo llamaron "Tratado de Lisboa". Sus entresijos nos son completamente desconocidos, ya que han decidido que no es necesario que los conozcamos. Además, para evitar molestos contratiempos con los referéndums, se estableció que debería ser aprobado únicamente por los parlamentos nacionales. En compensación, el nuevo tratado debería contar con unanimidad. Es decir, si un solo país votaba en contra, el tratado no se aplicaba. Con buen criterio, pensaban; "¿Quién va a ser el listo que se atreva a aparecer como euroescéptico en estos momentos?".
Pero llegó Irlanda, que, por un pequeño problema llamado Constitución Irlandesa estaba obligada a presentar el tratado a consulta. Y, cómo no, salió rechazado. ¡Qué horror! Habrá que paralizar la aplicación del tratado; La construcción europea se tambalea...
En absoluto. Las grandes cabezas pensantes de la burocracia europea decidieron que el rechazo irlandés no era lo suficientemente importante y que, por lo tanto, el proceso de ratificación seguía adelante. Dignos herederos del referéndum español sobre la OTAN, en el que, si votabas que sí, nos quedábamos, y si votabas que no, no nos íbamos. Hace pocos días, y a la vista del resultado irlandés, el primer ministro polaco anunció que, a pesar de haber aprobado el tratado en el parlamento, la presidencia no iba a ratificarlo. Habrá que estar atentos para ver si a Francia le queda un poco de vergüenza, y esta vez, aunque sólo sea esta vez, se decide a aceptar lo que diga la mayoría y no a hacer su santa voluntad.
Y, por favor, que dejen de tomarnos el pelo con la puñetera Europa.
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Un pequeño comentario de actualidad: Izquierda Unida ha presentado una moción para, en aplicación de la ley de memoria histórica, eliminar del escudo nacional y del escudo real los símbolos franquistas; a saber: la cruz de San Andrés (cruz de Borgoña) y el yugo y las flechas. Yo no sé si lo han hecho por ignorancia o por estupidez, pero ninguna de las dos cosas son admisibles en un representante político.
Pusieron, por tanto, en marcha sus estrategias publicitarias para convencernos de que la "construcción europea" necesitaba una constitución que diese legitimidad democrática a sus instituciones y a las decisiones que ellas tomasen. Y una vez convencidos los políticos, parieron un engendro que dinamitaba el equilibrio de poder que había establecido Niza, multiplicaba la burocracia y el intervencionismo y convertía a Europa, básicamente, en un enorme recolector de dinero que alimentase a la Política Agraria Común (PAC) a mayor gloria de Francia.
Una vez convencidos los políticos de que "Europa" necesitaba urgentemente esta constitución, comenzó el proceso por el cual se gastó una cantidad verdaderamente obscena de dinero para convencer a la gente comun de lo mismo. Los argumentos variaron según el país, pero aquí fueron básicamente tres: "Si votas en contra es que estás en contra de Europa", "Si no ratificamos la Constitución nos quedamos fuera de Europa" y "No hace falta que te leas el proyecto, porque los que saben ya se lo han leído y nos han dicho que es buena".
En fin, que el proceso de convalidación especificaba que la ratificación seguiría adelante a no ser que tres o más países votasen en contra. Esto quería decir que, si España y Grecia rechazaban el proyecto, la constitución entraría en vigor de todas formas y estos dos países quedarían en una especie de limbo que, muy oportunamente, decidieron no aclarar quienes redactaron el proyecto de constitución.
Pero no fueron España y Grecia los que votaron en contra, sino Francia y Holanda. Y, rompiendo todas las normas, decidieron no seguir adelante con el proceso. De repente, ya no tenía ninguna importancia que Europa no tuviese una constitución, y que el tratado de Niza siguiese vigente. De repente, Niza no tenía caducidad y podía seguir siendo aplicado sin problemas. Pero claro, Francia no podía quedarse cruzada de brazos.
Inmediatamente después comenzó a gestarse un nuevo engendro que sustituyese a la "constitución". Lo llamaron "Tratado de Lisboa". Sus entresijos nos son completamente desconocidos, ya que han decidido que no es necesario que los conozcamos. Además, para evitar molestos contratiempos con los referéndums, se estableció que debería ser aprobado únicamente por los parlamentos nacionales. En compensación, el nuevo tratado debería contar con unanimidad. Es decir, si un solo país votaba en contra, el tratado no se aplicaba. Con buen criterio, pensaban; "¿Quién va a ser el listo que se atreva a aparecer como euroescéptico en estos momentos?".
Pero llegó Irlanda, que, por un pequeño problema llamado Constitución Irlandesa estaba obligada a presentar el tratado a consulta. Y, cómo no, salió rechazado. ¡Qué horror! Habrá que paralizar la aplicación del tratado; La construcción europea se tambalea...
En absoluto. Las grandes cabezas pensantes de la burocracia europea decidieron que el rechazo irlandés no era lo suficientemente importante y que, por lo tanto, el proceso de ratificación seguía adelante. Dignos herederos del referéndum español sobre la OTAN, en el que, si votabas que sí, nos quedábamos, y si votabas que no, no nos íbamos. Hace pocos días, y a la vista del resultado irlandés, el primer ministro polaco anunció que, a pesar de haber aprobado el tratado en el parlamento, la presidencia no iba a ratificarlo. Habrá que estar atentos para ver si a Francia le queda un poco de vergüenza, y esta vez, aunque sólo sea esta vez, se decide a aceptar lo que diga la mayoría y no a hacer su santa voluntad.
Y, por favor, que dejen de tomarnos el pelo con la puñetera Europa.
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Un pequeño comentario de actualidad: Izquierda Unida ha presentado una moción para, en aplicación de la ley de memoria histórica, eliminar del escudo nacional y del escudo real los símbolos franquistas; a saber: la cruz de San Andrés (cruz de Borgoña) y el yugo y las flechas. Yo no sé si lo han hecho por ignorancia o por estupidez, pero ninguna de las dos cosas son admisibles en un representante político.
1 comentario:
Cito: Lo llamaron "Tratado de Lisboa". Sus entresijos nos son completamente desconocidos, ya que han decidido que no es necesario que los conozcamos
Nos ha fastidiao....No vaya a ser que alguien se dé cuenta de que todo el tinglado es de cartón piedra para mayor gloria de burócratas y clases políticas...Europa ya está construida señores,hace siglos,lo que no significa que tengamos que tener en común mas que lo imprescindible que nos beneficie A TODOS...
p.d.La referencia al slogan del referendum de la OTAN es simplemente genial.Siga así.
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