No puedo negar que estoy decepcionado.
Lo reconozco: yo soy uno de esos conspiranoicos que se habían dejado llevar por las teorías de la conspiración tan bien tejidas por personas como Luis del Pino, Casimiro García Abadillo y otros. Estaba absolutamente convencido de que el tribunal no podía dar verosimilitud a tal cantidad de pruebas sobre las que recaía la sombra de la sospecha.
Pero finalmente, exceptuando la Renault Kangoo, ha tragado con todo. Y me resulta difícil de digerir el argumento que ha utilizado para ello:
- No sabemos qué explosivo se utilizó en los trenes, pero aunque lo supiésemos, no habría ninguna diferencia.
- No sabemos qué explosivo se utilizó en los trenes, pero provenía de Mina Conchita.
- No aceptamos el hecho de que los terroristas se desplazasen a Alcalá en la Renault Kangoo, pero aunque lo hubiesen hecho, daría lo mismo.
- No compartimos el relato de algunas acusaciones de que los terroristas se desplazaron a Alcalá en la Renault Kangoo, pero admitimos que los objetos encontrados dentro pertenecen a los terroristas.
- Admitimos la mochila de Vallecas como prueba precisamente porque una de las defensas asegura que se rompió la cadena de custodia: para que se rompa la cadena de custodia, la mochila debería haber estado en Vallecas. Y si no se rompió la cadena de custodia, pues eso, la prueba es digna de toda confianza.
Es decir: las pruebas son las que son, y avalan la versión oficial de los hechos. Pero, si hubiesen sido cualesquiera otras, también habrían avalado la versión oficial de los hechos.
Al final, sentencia salomónica: se condenan como autores materiales tres de los principales inculpados, y se deja en la calle o con sentencias muy reducidas al resto, y se desestima que el atentado pudiese estar organizado por algún organismo gubernamental. Por otro lado, ninguna mención a Irak ni a Al-Qaeda. Todos contentos: los unos, porque se "desmonta" la teoría de la conspiración; los otros, porque no se da credibilidad a la idea de que los atentados se produjesen en respuesta a la implicación de España en la guerra de Irak.
La conclusión que saco de esta sentencia (a falta de leerla completa, cosa que haré) es que un grupo de delincuentes de poca monta, dedicados al tráfico callejero de drogas y a pequeños timos, montaron el mayor atentado de la historia de Europa porque se sentían con ganas de hacer algo diferente. Se aburrían, los pobres diablos y dijeron: vamos a hacer algo que nos saque de la rutina.
Mucho me temo que, como ha apuntado el editorial de Libertad Digital de hoy, será otro crimen que quede con la X sin despejar.
Para este viaje, no nos hacían falta unas alforjas de tres años.
Lo reconozco: yo soy uno de esos conspiranoicos que se habían dejado llevar por las teorías de la conspiración tan bien tejidas por personas como Luis del Pino, Casimiro García Abadillo y otros. Estaba absolutamente convencido de que el tribunal no podía dar verosimilitud a tal cantidad de pruebas sobre las que recaía la sombra de la sospecha.
Pero finalmente, exceptuando la Renault Kangoo, ha tragado con todo. Y me resulta difícil de digerir el argumento que ha utilizado para ello:
- No sabemos qué explosivo se utilizó en los trenes, pero aunque lo supiésemos, no habría ninguna diferencia.
- No sabemos qué explosivo se utilizó en los trenes, pero provenía de Mina Conchita.
- No aceptamos el hecho de que los terroristas se desplazasen a Alcalá en la Renault Kangoo, pero aunque lo hubiesen hecho, daría lo mismo.
- No compartimos el relato de algunas acusaciones de que los terroristas se desplazaron a Alcalá en la Renault Kangoo, pero admitimos que los objetos encontrados dentro pertenecen a los terroristas.
- Admitimos la mochila de Vallecas como prueba precisamente porque una de las defensas asegura que se rompió la cadena de custodia: para que se rompa la cadena de custodia, la mochila debería haber estado en Vallecas. Y si no se rompió la cadena de custodia, pues eso, la prueba es digna de toda confianza.
Es decir: las pruebas son las que son, y avalan la versión oficial de los hechos. Pero, si hubiesen sido cualesquiera otras, también habrían avalado la versión oficial de los hechos.
Al final, sentencia salomónica: se condenan como autores materiales tres de los principales inculpados, y se deja en la calle o con sentencias muy reducidas al resto, y se desestima que el atentado pudiese estar organizado por algún organismo gubernamental. Por otro lado, ninguna mención a Irak ni a Al-Qaeda. Todos contentos: los unos, porque se "desmonta" la teoría de la conspiración; los otros, porque no se da credibilidad a la idea de que los atentados se produjesen en respuesta a la implicación de España en la guerra de Irak.
La conclusión que saco de esta sentencia (a falta de leerla completa, cosa que haré) es que un grupo de delincuentes de poca monta, dedicados al tráfico callejero de drogas y a pequeños timos, montaron el mayor atentado de la historia de Europa porque se sentían con ganas de hacer algo diferente. Se aburrían, los pobres diablos y dijeron: vamos a hacer algo que nos saque de la rutina.
Mucho me temo que, como ha apuntado el editorial de Libertad Digital de hoy, será otro crimen que quede con la X sin despejar.
Para este viaje, no nos hacían falta unas alforjas de tres años.
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