domingo, 11 de noviembre de 2007

Cría cuervos

¿Te quieres callar?

Estas tres sencillas palabras han dado la vuelta al mundo. Y la han dado porque es la primera vez que alguien se enfrenta directamente y sin complejos al Mussolini venezolano. Algo más tarde, en un acto de autoexaltación personal a los que tan aficionado es este elemento, afirmó que "él será rey, pero no me puede hacer callar".

Ese ha sido el problema: que durante demasiado tiempo nadie le ha hecho callar. Ha sido él el que ha hecho callar a opositores, estudiantes, jefes de estado y de gobierno, medios de comunicación desafectos... A los que no se han callado los ha tildado de golpistas, fascistas, cómplices del imperialismo norteamericano...

Y mientras tanto, los gobiernos europeos, en el mejor de los casos, miraban para otro lado; y en el peor, como es el caso del funesto gobierno socialista de España, le reían las gracias, le jaleaban y le daban palmas. El golpista Chavez acusa a Aznar de instigar un golpe de estado contra él, y Zapatero le vende material militar con el que aplastar la disidencia interna y externa. El golpista Chavez expropia a empresas españolas que trabajan en Venezuela, y Zapatero le jura amistad y cooperación al tiempo que financia su régimen con los impuestos de esas empresas expoliadas. Chavez insulta a un ex-presidente del gobierno y a los empresarios españoles, y es el rey el que tiene que dar la cara, hastiado ya de tantas humillaciones, mientras Zapatero sigue, impertérrito, hablando de amistad y cooperación.

Aun siendo inaceptable, lo peor no es que los gobiernos socialista-populistas de Sudamérica lleven años tomándonos por el pito del sereno y dándonos por detrás con total impunidad. Lo que me enerva es que, encima, tengamos que ser nosotros los que pongamos la vaselina.

Cría cuervos...

Nos estamos cargando el planeta...

¿...o no?

Desde luego, si atendemos a la cantidad de tiempo y espacio dedicado en los medios de comunicación, y a la cantidad de dinero (público y privado) que se gasta en acciones supuestamente conservacionistas, deberemos llegar a la conclusión de que somos una especie de cáncer para nuestro planeta (un virus, si tenemos que hacer caso a las opiniones de Smith en la película The Matrix).

Sin embargo, el mundo ha pasado por, al menos, seis episodios de extinción masiva, en los que desaparecieron entre el 20 y el 90% de las especies; todas ellas han sucedido por fenómenos naturales, y de todas ellas la vida, no sólo se ha recuperado, sino que ha salido fortalecida.

Evidentemente, no es la opinión de un científico a tener en cuenta, pero decía Ian Malcom en Parque Jurásico que "la vida es tenaz". Una vez que ha echado sus raíces es casi imposible acabar con ella. Pero, sin embargo, llevamos casi un siglo intentando convencernos de que la próxima extinción masiva será producida por el hombre, y de que esta vez será definitiva.

Sobrepesca, deforestación, agotamiento de los recursos, contaminación, invierno nuclear y, más recientemente, calentamiento global han sido los argumentos que hemos venido utilizando para convencernos de que la Tierra no está segura en nuestras manos. ¿A qué se debe esta fijación destructiva? ¿Por qué nos torturamos con una posibilidad que evidentemente no va a llegar a suceder?

Recientemente recordé haber visto en televisión una serie divulgativa de la BBC, en la que una serie de científicos de distintas áreas imaginaban cómo sería la vida en la tierra dentro de algunos millones de años. Sin presencia humana, con unos continentes que chocan y se resquebrajan y con los cambios climáticos que eso traería consigo hicieron el ejercicio de razonar por qué caminos discurriría la vida al cabo de 5, 50 y 250 millones de años, qué nuevas especies poblarían la tierra, y qué adaptaciones les habrían llevado a ello.

Yo, personalmente, disfruté mucho con esa serie, por lo que me sorprendió la inesperada contestación que tuvo en Inglaterra, no sólo entre los periodistas y la gente común, sino también entre los científicos. La objeción fundamental era que no podían asegurar que esas fuesen las formas de vida que poblasen la tierra, pero me pareció demasiado pueril para tomarla en consideración: claro que no lo podían asegurar; por eso el documental era sólo un ejercicio que establecía alguna posibilidad. En ningún momento se aseguraba que ese fuera a ser el futuro.

Pero argumentaron, además, que lo que invalidaba completamente las deducciones del documental era dar por supuesto que el hombre iba a extinguirse. Para ellos no era creíble que la especie más evolucionada, más adaptable y más capaz de modificar el ambiente en su provecho pudiese desaparecer. Y entonces me quedó todo claro.

Desde la aparición de las armas de destrucción masiva (es decir, desde la aparición de la ametralladora), el hombre ha vivido con la certeza de que es capaz de aniquilarse como especie. Las dos grandes guerras mundiales, y la aparición de las armas nucleares no han hecho sino asegurar esa convicción. Pero entonces, surge la pregunta: ¿y después?

Y no podemos contestarnos. No estamos preparados para imaginar un mundo sin humanidad. Un mundo que vuelva a colonizar todo lo que ha perdido a manos de la civilización. A todo lo que llegamos es a imaginar un mundo en el que el hombre haya quedado reducido a un estado de animalidad que lo someta a la esclavitud por parte de otra especie superior. Pero un mundo sin hombres... no; no estamos preparados para ello.

Por eso asumimos que vamos a morir matando. Si el hombre desaparece, todo desaparecerá con él. Somos el culmen de la evolución, la perfección biológica, y por eso tras nosotros no puede haber nada más. Por eso nos imaginamos que tenemos capacidades que nos son ajenas; porque en realidad no podemos acabar con la vida en la tierra. No podemos llegar a las más profundas simas oceánicas, y nuestros movimientos de tierra no llegan ni a arañar la superficie de nuestro planeta. Ha habido organismos vivos que han modificado la faz de la tierra de forma que nosotros no podríamos ni intentar, pero somos tan soberbios que nos creemos que podremos acabar con ellos.

En el fondo no es más que miedo; miedo a pensar que nosotros no somos más que un accidente de la evolución, y que, hagamos lo que hagamos, la vida seguirá tras nosotros.

jueves, 1 de noviembre de 2007

11M-31O

No puedo negar que estoy decepcionado.

Lo reconozco: yo soy uno de esos conspiranoicos que se habían dejado llevar por las teorías de la conspiración tan bien tejidas por personas como Luis del Pino, Casimiro García Abadillo y otros. Estaba absolutamente convencido de que el tribunal no podía dar verosimilitud a tal cantidad de pruebas sobre las que recaía la sombra de la sospecha.

Pero finalmente, exceptuando la Renault Kangoo, ha tragado con todo. Y me resulta difícil de digerir el argumento que ha utilizado para ello:
- No sabemos qué explosivo se utilizó en los trenes, pero aunque lo supiésemos, no habría ninguna diferencia.
- No sabemos qué explosivo se utilizó en los trenes, pero provenía de Mina Conchita.
- No aceptamos el hecho de que los terroristas se desplazasen a Alcalá en la Renault Kangoo, pero aunque lo hubiesen hecho, daría lo mismo.
- No compartimos el relato de algunas acusaciones de que los terroristas se desplazaron a Alcalá en la Renault Kangoo, pero admitimos que los objetos encontrados dentro pertenecen a los terroristas.
- Admitimos la mochila de Vallecas como prueba precisamente porque una de las defensas asegura que se rompió la cadena de custodia: para que se rompa la cadena de custodia, la mochila debería haber estado en Vallecas. Y si no se rompió la cadena de custodia, pues eso, la prueba es digna de toda confianza.

Es decir: las pruebas son las que son, y avalan la versión oficial de los hechos. Pero, si hubiesen sido cualesquiera otras, también habrían avalado la versión oficial de los hechos.

Al final, sentencia salomónica: se condenan como autores materiales tres de los principales inculpados, y se deja en la calle o con sentencias muy reducidas al resto, y se desestima que el atentado pudiese estar organizado por algún organismo gubernamental. Por otro lado, ninguna mención a Irak ni a Al-Qaeda. Todos contentos: los unos, porque se "desmonta" la teoría de la conspiración; los otros, porque no se da credibilidad a la idea de que los atentados se produjesen en respuesta a la implicación de España en la guerra de Irak.

La conclusión que saco de esta sentencia (a falta de leerla completa, cosa que haré) es que un grupo de delincuentes de poca monta, dedicados al tráfico callejero de drogas y a pequeños timos, montaron el mayor atentado de la historia de Europa porque se sentían con ganas de hacer algo diferente. Se aburrían, los pobres diablos y dijeron: vamos a hacer algo que nos saque de la rutina.

Mucho me temo que, como ha apuntado el editorial de Libertad Digital de hoy, será otro crimen que quede con la X sin despejar.

Para este viaje, no nos hacían falta unas alforjas de tres años.