Reconozco
que la habilidad de la progresía para la propaganda deja a la
derecha a la altura del betún. En cuanto acuñan un nuevo término,
bastan un par de días para que los medios afines la distribuyan por
todo el país, y ya la tenemos anclada en el inconsciente colectivo,
que diría Jung. Sin ningún tipo de análisis, ni reflexión, ni
criterio, el nuevo mantra comienza a ser repetido por derechas e
izquierdas y se convierte en verdad universal, lo que lleva a la
hoguera inquisitorial a quien se atreva a discrepar.
Ya
hablé en este foro hace un tiempo de los “Recortes”. Palabro
afortunadísimo que sacó la progresía en el momento justo para
intentar asustar al electorado sobre una más que previsible victoria
electoral del PP. Desde ese momento, todo lo que pasaba en España
era consecuencia de los recortes, o se consideraba un recorte en sí
mismo. Así, que un profesor diese una hora de clase más a la semana
era un recorte en educación; la apertura de un hospital era un
recorte en sanidad y una disminución del paro era un recorte en las
prestaciones por desempleo. De la misma forma, cada accidente, cada
incendio, cada muerte y cada hecho desagradable han pasado a ser
consecuencia de los recortes.
Como
ya expuse en su momento, el verdadero recorte es quedarse en el paro,
renunciar a unas vacaciones o ver mermado el sueldo cada mes por una
subida de impuestos. Pero nos hemos acostumbrado a un nivel de vida
al que parece que no estamos dispuestos a renunciar. Da la sensación
de que nuestro “Estado del Bienestar” es el mejor que podemos
tener, y que cualquier cambio en él es, necesariamente, un recorte.
Por
otro lado, últimamente hemos asistido a la eclosión de un nuevo
mantra: el “Repago”, usado en sustitución de copago. Lo comentó
un político, lo difundió algún medio de comunicación, y, en
cuestión de un par de semanas, ya lo está utilizando todo el mundo.
El
término copago se utiliza desde hace tiempo, y está establecido en
el ámbito médico para definir la parte de la asistencia sanitaria
de la que no se hace cargo la aseguradora y debe, por tanto, ser
sufragada por el asegurado. Es un modo de reducir la prima de un
seguro médico que es voluntariamente aceptado (o incluso elegido)
por gran cantidad de personas, ya que les permite reducir sus gastos
en caso de no necesitar los servicios sanitarios.
Pero
la situación cambia drásticamente cuando este concepto intenta
exportarse a la sanidad pública. Por arte de birlibirloque, aquello
que tenía una utilidad y era apetecido por los consumidores pasa a
convertirse en un recorte de derechos intolerable; en ese momento, un
político afirma que, ya que los ciudadanos están pagando por ese
servicio, no debería llamarse copago, sino repago, y ya tenemos
montada la algarabía general.
Tenemos
en demasiada estima a los impuestos que pagamos. Es cierto que son
muchos, pero, como decía antes, nos hemos acostumbrado a un nivel de
vida que es imposible pagar con lo que recauda el estado, y estamos
tan cegados por el brillo del “Estado del Bienestar” que no somos
capaces de verlo. A ver cuándo somos capaces de darnos cuenta de
que, con los impuestos que pagamos, no se cubre todo lo que gastamos
en sanidad, ni en educación, ni en transportes, ni en pensiones, ni
en seguros de desempleo. Si el sistema sigue funcionando es porque,
en parte, hay más aportantes al sistema que solicitantes de
servicios, y, en parte, porque el Estado lleva años hipotecándose,
pidiendo a los “malvados especuladores” aquello que sabe que no
será capaz de pagar.
Actualmente,
debido al drama del desempleo, la situación ha cambiado, pero, no
hace demasiado, mucha gente decidía agotar su prestación por
desempleo antes de comenzar a buscar un nuevo trabajo. Era su
“derecho”. Habían pagado con sus cotizaciones esa prestación y
no estaban dispuestos a renunciar a ella. Nunca conocí a nadie que
se hubiese tomado la molestia de sumar el dinero que cotizó durante
su vida laboral y comprobar a cuántos meses de sueldo correspondían.
Es más gratificante vivir en el mundo del gratis total; en ese mundo
en el que ya hemos pagado por todos los servicios que hemos de
recibir, y cualquier aportación adicional es un “repago”.