Pocas cosas hay que exciten más al electorado socialista que el salario mínimo interprofesional (SMI). Cada vez que un gobierno necesita aparecer como benefactor de los desvalidos, aumenta el SMI, y esto, que debería estar catalogado como crimen de estado y penado con la amputación de ambas manos, sin embargo, provoca el regocijo de la militancia, la ciudadanía y demás borregada socialista.
Básicamente, el SMI no es más que el sueldo mínimo que un empresario puede pagar a un empleado por un trabajo remunerado. El objetivo que se buscaba al implantarlo fue evitar que el empresario explotase al trabajador, pagándole un sueldo ínfimo. La idea era velar por los derechos de los trabajadores y mejorar su calidad de vida.
Pero si esto funciona realmente así, ¿por qué el sueldo mínimo definido por la ley es tan bajo? ¿Por qué fijarlo únicamente en 633,3€ mensuales, que es el valor fijado para este año 2010? ¿Por qué no se establece un salario mínimo de, digamos 4.000€ mensuales? Con ese dinero, todos viviríamos mucho mejor, ¿no?
El propio valor del SMI nos hace pensar que quizás el resultado de incrementarlo no produce los efectos que se le atribuyen; es decir, aumentar el SMI no hace que la gente cobre más... sino todo lo contrario. Es muy evidente si consideramos los sueldos como lo que son: el precio de la mano de obra.
Hace unos años, el gobierno socialista de España inició una cruzada contra los consumidores de alcohol y tabaco. Desde el Ministerio de Sanidad se decidió que el nivel de consumo de tabaco en España era inadmisible, y se propusieron reducirlo con dos medidas: la primera fue restringir los lugares donde se podía fumar; la segunda... aumentar a base de impuestos los precios del tabaco.
Entonces, si este gobierno es consciente de que aumentando los precios lo que se consigue es una reducción del consumo, ¿cómo puede asegurar con esa cara dura que subiendo los precios del trabajo no se va a reducir el consumo de éste (el empleo)? ¿Cómo puede argumentar que los empleadores van a resignarse a pagar cada vez más dinero por un empleo que, muchas veces, es menos especializado?
El verdadero problema es que estas medidas demagógicas, a quien realmente perjudican es a quien dicen ayudar: a los jóvenes sin experiencia que están buscando su primer empleo; a los inmigrantes sin formación y sin conocimiento del idioma; a la gente que lleva mucho tiempo en paro y necesita trabajar de lo que sea, aunque no tenga experiencia en ello (ya se encargará de ir poniéndose las pilas según pase el tiempo)...
Desde que el Partido Socialista recuperó el poder en 2004, el SMI ha subido nada menos que un 37% (con una grave crisis de por medio, además). Mientras, España arrastra una tasa de paro del 20%, con un paro juvenil que se acerca al 50% y un paro de larga duración que supera ya el 4%.
Pero, mientras queden bárbaros dispuestos a vociferar en todos los Rodiezmos de España, los sucesivos gobiernos no tendrán ningún problema en tapar cualquier desastre político con una subida de salario mínimo, una subida de las pensiones, una subida de prestaciones o una subida de subvenciones. Aunque no haya dinero en la caja: siempre podremos solucionarlo con una subida de impuestos.
Que eso sí es progresista...
Básicamente, el SMI no es más que el sueldo mínimo que un empresario puede pagar a un empleado por un trabajo remunerado. El objetivo que se buscaba al implantarlo fue evitar que el empresario explotase al trabajador, pagándole un sueldo ínfimo. La idea era velar por los derechos de los trabajadores y mejorar su calidad de vida.
Pero si esto funciona realmente así, ¿por qué el sueldo mínimo definido por la ley es tan bajo? ¿Por qué fijarlo únicamente en 633,3€ mensuales, que es el valor fijado para este año 2010? ¿Por qué no se establece un salario mínimo de, digamos 4.000€ mensuales? Con ese dinero, todos viviríamos mucho mejor, ¿no?
El propio valor del SMI nos hace pensar que quizás el resultado de incrementarlo no produce los efectos que se le atribuyen; es decir, aumentar el SMI no hace que la gente cobre más... sino todo lo contrario. Es muy evidente si consideramos los sueldos como lo que son: el precio de la mano de obra.
Hace unos años, el gobierno socialista de España inició una cruzada contra los consumidores de alcohol y tabaco. Desde el Ministerio de Sanidad se decidió que el nivel de consumo de tabaco en España era inadmisible, y se propusieron reducirlo con dos medidas: la primera fue restringir los lugares donde se podía fumar; la segunda... aumentar a base de impuestos los precios del tabaco.
Entonces, si este gobierno es consciente de que aumentando los precios lo que se consigue es una reducción del consumo, ¿cómo puede asegurar con esa cara dura que subiendo los precios del trabajo no se va a reducir el consumo de éste (el empleo)? ¿Cómo puede argumentar que los empleadores van a resignarse a pagar cada vez más dinero por un empleo que, muchas veces, es menos especializado?
El verdadero problema es que estas medidas demagógicas, a quien realmente perjudican es a quien dicen ayudar: a los jóvenes sin experiencia que están buscando su primer empleo; a los inmigrantes sin formación y sin conocimiento del idioma; a la gente que lleva mucho tiempo en paro y necesita trabajar de lo que sea, aunque no tenga experiencia en ello (ya se encargará de ir poniéndose las pilas según pase el tiempo)...
Desde que el Partido Socialista recuperó el poder en 2004, el SMI ha subido nada menos que un 37% (con una grave crisis de por medio, además). Mientras, España arrastra una tasa de paro del 20%, con un paro juvenil que se acerca al 50% y un paro de larga duración que supera ya el 4%.
Pero, mientras queden bárbaros dispuestos a vociferar en todos los Rodiezmos de España, los sucesivos gobiernos no tendrán ningún problema en tapar cualquier desastre político con una subida de salario mínimo, una subida de las pensiones, una subida de prestaciones o una subida de subvenciones. Aunque no haya dinero en la caja: siempre podremos solucionarlo con una subida de impuestos.
Que eso sí es progresista...
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