A una distancia de casi cuatro años, sin embargo, se hace evidente (a mí por lo menos me lo parece) que el debate estaba viciado desde el comienzo; y estaba viciado desde el momento en que uno de los adalides de una de las corrientes era el candidato preferido por el partido rival. Hablo, cómo no, de Gallardón.
Estaba viciado, además, por la eterna costumbre de la derecha española de carecer de medios afines que actúen como formadores de opinión. Así, medios tradicionalmente progresistas consiguieron convencer a la cúpula del PP de que sus votantes tenían unas ideas que, en realidad, no tenían. Esas ideas podían resumirse en una sóla: El PP debía completar su viaje al centro si quería volver a gobernar.
En la calle, el debate existía. El argumento, siempre el mismo, definía a los colaboradores de Aznar como un lastre del que debía liberarse el partido para dar paso a nuevas caras, más acordes con los nuevos tiempos. Esas nuevas caras eran indefectiblemente, la de Gallardón y sólo la de Gallardón.
Recuerdo que en mis muchas conversaciones sobre este tema, utilizaba habitualmente dos argumentos centrales; el primero era que el PSOE nunca apoyaría a un candidato del PP que pudiera dejarles a ellos en la calle, y por lo tanto, su apoyo a Gallardón tenía que entenderse siempre como una apuesta a caballo perdedor; el segundo era que no podía darse como hecho demostrado que viajar a la izquierda para recoger votos desencantados con el PSOE asegurase mantener los votos de los votantes de derechas.
Modestamente, creo, a una distancia de cuatro años, que el tiempo me ha dado la razón. A mí, y, desde luego, a tantos otros que han mantenido todo este tiempo esta misma opinión. Los máximos defensores de la teoría del viaje al centro no eran, en su mayoría, votantes del PP, y mucho me temo que seguirán sin serlo. Sin embargo, un abandono gradual, pero evidente, de los valores que dieron al PP la mayoría absoluta en el año 2000 no sólo no ha hecho que aumente su intención de voto, sino que ésta sigue descendiendo.
¿Y dónde se ha ido toda esa intención de voto? Mucha, desde luego, a la abstención, pero no es poca la que ha pasado a engrosar las filas de los votantes de Rosa Díez. Lo que, desde luego, no deja de ser curioso. UPyD se creó con la intención de aglutinar el voto de los seguidores socialistas desencantados con la deriva separatista y balcanizante que estaba tomando la política del PSOE. Sin embargo, a los que ha atraído ha sido a los votantes del PP que están hartos de ver cómo su partido ha dejado de denunciar esos mismos atropellos. En otras palabras, como muchos ya previmos hace años, un votante del PSOE preferirá quedarse en casa antes que dar su voto a un partido de derechas. Sin embargo, muchos votantes del PP preferirán votar a un partido socialista tapándose la nariz si esto sirve para asegurar unos valores generales, compartidos por casi todos, que están por encima de las diferencias ideológicas secundarias.
La crisis económica y los continuos escándalos políticos han creado un enorme hastío político entre la población, que llevará seguro a un gran aumento de la abstención. Y por primera vez, el PP no sólo no será el gran beneficiado de esta abstención, sino que será el gran perjudicado. Quien se beneficiará de esta sangría de votos es UPyD, precisamente el partido, junto a IU, que peor relación escaño/voto tiene. Éste ha sido el resultado del viaje al centro del PP, ese viaje preparado y pagado por José Blanco con la inestimable colaboración de Gallardón, a quien un día le convencieron de que si lograba imponer sus visiones socialdemócratas en el Partido Popular se convertiría casi en presidente vitalicio del Gobierno. A cuatro años de distancia, contemplo con horror que no me equivoqué en casi nada.
1 comentario:
El PP se debate entre el conservadurismo y la socialdemocracia. Por desgracia, apenas hay espacio para el liberalismo.
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