domingo, 22 de abril de 2007

Izquierda y derecha

Han pasado ya quince días desde que escribí mi última entrada en el blog. Los motivos han sido varios, y no vienen al caso, pero esperaba con impaciencia el momento en que pudiese retomarlo, para dejar por escrito un pensamiento que me llevaba varias semanas rondando la cabeza.

Es posible que para muchos no sea nada nuevo, pero yo, hace unos días, comprendí la diferencia fundamental entre la izquierda y la derecha. Ya, pueden parar las carcajadas, porque ya sé que muchos tienen una idea clara de esa diferencia. Incluso la hija de Zapatero, que opina que la derecha se preocupa de los ricos, y la izquierda de los pobres. Esa es una idea simplista, muy a tono con el resto de las ideas de nuestro infausto presidente por accidente.

No; la diferencia es más profunda, y no tiene que ver con buscar los beneficios sociales del trabajador. Sólo hay que ver cómo han quedado los trabajadores en los países donde ha gobernado la izquierda. No tiene que ver tampoco con la democracia, ya que abundan los casos de izquierdas no democráticas y de derechas democráticas. Tampoco tiene que ver, como creía yo hasta hace bien poco, con que la izquierda niega la propiedad privada, de manera más o menos solapada, mientras que para la derecha (con algunas excepciones) es sagrada. Todas estas diferencias son secundarias, y se entremezclan entre las dos ideologías. Según mi punto de vista, la diferencia entre la izquierda y a derecha se encuentra en la riqueza y su generación.

La izquierda niega sistemáticamente la generación de la riqueza. Es decir, la riqueza en el mundo se mantiene constante y sólo se puede repartir. Por ello, para que una persona se enriquezca, otra debe empobrecerse en la misma medida, y, por extensión, para que un país se enriquezca, otro debe empobrecerse. De este pensamiento se deriva el objetivo fundamental de la izquierda: una distribución más justa de la riqueza. O, dicho en román paladino: quitarle al que más tiene para dárselo al que tiene menos. O, dicho en el lenguaje de la calle: robar.

Robar porque esta "redistribución" nunca tiene en cuenta cómo el rico ha conseguido su riqueza. Nunca se plantean que ha podido obtenerla trabajando duro. Existe el convencimiento de que toda gran fortuna es ilegítima por definición, y de que existe la obligación, moral o incluso legal, de poner esos bienes al servicio de la sociedad. En los regímenes democráticos, esto se consigue a base de impuestos sobre la renta y el patrimonio, y en los menos democráticos, mediante la expropiación. La diferencia es únicamente de escala, porque los métodos y los fines son idénticos.

Tenemos un ejemplo muy claro en la Comunidad de Madrid. Aquí tenemos un grave problema de escasez de vivienda, que, gracias a Dios, se va solucionando. Estamos en vísperas de elecciones y los dos candidatos principales hacen públicas sus propuestas.

Esperanza Aguirre pretende seguir con su plan de cesión de suelo público para construir viviendas asequibles, con facilidades a la empresas constructoras para que consigan amoldar la oferta a la creciente demanda. Desde su partido, además, se propone la liberalización del suelo para que su escasez artificial no encarezca innecesariamente las viviendas. En otras palabras, poner el dinero a trabajar para, al mismo tiempo que se soluciona una necesidad ciudadana, las empresas creen puestos de trabajo, aumenten su valor en bolsa y den beneficios a todos los ahorradores que han invertido su dinero en las acciones de estas empresas, al tiempo que se da a la gente un medio de ahorro a muy largo plazo, con una revalorización segura, que se convertirá en un activo muy importante en el momento de la jubilación, cuando seguramente el estado del bienestar haya naufragado. En otras palabras, crear riqueza.

Rafael Simancas, sin embargo, tiene ya concluido un proyecto de ley por el cual cualquier ciudadano va a poder reclamar en los juzgados una vivienda. ¿Se la va a construir la Comunidad de Madrid? No. Su proyecto de ley permitirá expropiar viviendas vacías para entregarlas a quien las necesite. Además, penalizará la propiedad, favoreciendo el alquiler, como ya hace el gobierno socialista de la Nación, que desde su Ministerio de la Vivienda criminaliza la propiedad e intenta hacernos comulgar con las ruedas de molino de las ventajas del alquiler.

El problema es que una política que niegue la creación de la riqueza y el crecimiento económico tiene exactamente esos resultados: la destrucción de la riqueza y el estancamiento económico. Porque no se le puede pedir a un empresario que invierta en la generación de empleo y en la creación de riqueza cuando tiene sobre sí la espada de Damocles de la expropiación, o, en el mejor de los casos, de unos impuestos excesivos. Y no se puede pedir a un ciudadano de a pie que arriesgue su capital en la creación de una empresa rentable cuando sabe que puede sobrevivir a base de subvenciones sin aportar nada a la sociedad.

Así que, la próxima vez que oiga en los medios de comunicación noticias sobre la desigualdad en el mundo, piénsese seriamente si estaría a favor de que los ricos fuesen menos ricos para que los pobres fuesen menos pobres. Si es así, usted es de izquierdas. Luego, piense si estaría usted dispuesto a desprenderse de sus propiedades para liberar de la pobreza a sus semejantes. Si no es así, usted sería, además, un buen gobernante de izquierdas.

Luego, piense si estaría a favor de que los ricos fuesen más ricos y los pobres también fuesen más ricos. Evidentemente, sería la solución ideal, y, a diferencia de lo que pueda pensar, no es una quimera: es lo que lleva sucediendo en el mundo desde hace cincuenta años. Pero el titular en prensa es que las desigualdades han aumentado.

domingo, 8 de abril de 2007

De legalizaciones y carnets de demócrata

Tal día como hoy, hace treinta años, el gobierno de Adolfo Suárez tomó una decisión que probablemente cambió el rumbo de la historia en España: la legalización del Partido Comunista de España (PCE). Era el último gran partido histórico que quedaba por ser legalizado después de que dos meses antes lo hiciesen el resto de los partidos. La excusa fue el atraer al juego democrático al partido que probablemente más hizo por traer la democracia, ya que, según Suárez, una democracia que no contase con el PCE nacería coja y sin asomo de legitimidad.

Sin embargo, habría que ver qué parte de verdad tienen esas afirmaciones. Es bien cierto que el PCE fue, probablemente, el único partido que desarrolló un antifranquismo militante durante los años del régimen de Franco, pero también es bien cierto que, a no ser que le contagiaran la neumonía, poco tuvieron que ver con su muerte, y, por lo tanto, con el cambio de régimen. Es también bien cierto que su oposición al régimen de Franco se basó en suministrar grandes cantidades de dinero a un grupo terrorista (el maquis) que nunca pasó de ser una mosca cojonera, y, tras su fracaso, a otro grupo terrorista (ETA) mientras sus dirigentes vivían a cuerpo de rey en París (Carrillo) y Moscú (Ibarruri) con dinero soviético. Y no es menos cierto que su oposición al régimen de Franco nunca fue democrática, ya que en su ideario sólo tenía cabida la creación de una dictadura del estilo de Polonia, Rumanía, Corea del Norte...

De todas formas, con una base social en España que quería derrocar a Franco pero que vivía demasiado bien como para intentarlo, y una cúpula directiva en el exilio viviendo a cuerpo de rey a costa de Dios sabe qué presupuestos, la oposición a Franco en los últimos años de dictadura no pasó de algunas algaradas universitarias y alguna que otra huelga permitida por el gobierno. Así, además, se llegó al esperpento de algún alto responsable comunista intentando por todos los medios ser detenido y encarcelado en Carabanchel, pues Franco se moría y no había pasado ni diez minutos detenido, y con ese bagaje no podía presentarse como luchador por la libertad.

Ese fue el partido que Suárez decidió legalizar a toda costa. Con el objeto de legitimar la transición, a punto estuvo de tirar la transición por la borda. Según sus propias palabras "Ni soy comunista ni estoy de acuerdo con ninguna de sus ideas, pero soy profundamente demócrata". El problema es que el partido con el que estaba tratando no lo era. No podía serlo un partido que tenía entre sus dirigentes a alguien que vivía en Moscú con un sueldo del KGB y a alguien que nunca ha ocultado su profunda admiración por Nicolae Ceaucescu.

Se nos vendió, de todas formas, la legalización como un juego de estrategia por el cual, gracias a una serie de cesiones mutuas se atraía al PCE a un juego democrático en que nunca creyó y que siempre intentó destruir. Así, el Estado olvidó todos los crímenes cometidos por los comunistas, tratándolos a todos como presos políticos; daba igual los asesinatos que tuvieran a sus espaldas. A cambio el PCE aceptaba la monarquía parlamentaria y renunciaba a la bandera tricolor, para aceptar la enseña nacional. ¡Vaya intercambio de concesiones!

Hoy todo el mundo alaba la visión de estado que tuvieron Santiago Carrillo y Dolores Ibarruri para conseguir una transición sin traumas. Supongo que no consideran traumas los muertos y secuestrados proporcionados puntualmente por ETA, GRAPO, FRAP, EGPGC Terra Lliure, etc, avalados y justificados por los comunistas. Hoy tampoco nadie se acuerda de que, si poco se le pidió al PCE para ser ilegalizado (aceptación de la monarquía y de la bandera constitucional) hace ya mucho tiempo que rompió ese compromiso, ya que desde todos los estamentos comunistas no pasa un acto público en que no se recuerde su intención de destronar al Rey y proclamar la tercera república y en que queden proscritas las banderas españolas para exhibir únicamente las de la Segunda República.

Seguramente nadie considera hoy en día estos temas como algo relevante. Pero la cesión de todo un estado a las exigencias y chantajes de un partido político antisistema y terrorista para luego ser traicionado por él no es algo que ocurriese sólo en 1977. Hoy en día, al igual que Suárez suplicaba a Carrillo que aceptase la bandera nacional para ser legalizados, José Luis Rodríguez Zapatero suplica a Batasuna que condenen la violencia para acudir a las elecciones. Saben que serán traicionados, pero están dispuestos a dejar entrar en el juego democrático a quienes han repetido de todas las formas polibles que no creen en él.

Hace un par de días, Gaspar Llamazares declaró que la transición española se había basado en el perdón y en el olvido, y que aunque el perdón era imprescindible, el olvido había sido un error. Por una vez estoy de acuerdo con Llamazares. El olvido ha hecho que perdamos de vista quiénes eran en realidad los partidos que se han autoadjudicado los carnets de demócrata. Son los mismos que quieren deshacer la transición para comenzar una nueva transición a su medida, eso sí, cometiendo los mismos errores: ayer con el PCE, hoy con Batasuna.

martes, 3 de abril de 2007

¡¡¡CIERREN EL GRIFO!!!

Llega la primavera, y, como todas las primaveras, la conjunción del deshielo con lluvias abundantes han llevado al río Ebro a los límites del desbordamiento. En algunos sitios de las provincias de Zaragoza y Tarragona, además, esos límites se han superado y ya hay algunos pueblos de la parte baja del Ebro parcialmente inundados. Y aunque los daños en poblaciones e infraestructuras son (de momento) pequeños, sí se han cebado en los cultivos, que han quedado, en multitud de lugares, completamente anegados.

¿Pues sabéis qué os digo? Que me alegro. ¿No querían Ebro? ¡Pues que beban Ebro! Van a tener Ebro hasta hartarse.

Ahora que venga el Ministerio de Medio Ambiente o de Ambiente Entero a decirme que cierre el grifo cuando me lave los dientes. ¿Quién narices cierra ese inmenso grifo por el que se están escapando decenas de miles de millones de litros de agua? Han tenido que abrir los embalse porque no tienen más capacidad de almacenamiento. ¿Cuántos embalses de las cuencas del Júcar y el Segura se podrían haber llenado con toda esa agua? No creo exagerar si aventuro que aseguraría el consumo humano para Murcia y Almería durante todo un año, justo hasta que otro deshielo combinado con lluvias vuelva a hacer crecer el Ebro.

Espero que, por lo menos, no tengan la desfachatez y cara dura de pedir al resto de las Comunidades Autónomas ayuda para paliar los efectos de las riadas. Si yo fuese valenciano, o murciano, o almeriense, les diría que cultiven arroz, que va muy bien para el agua.