Hace unos días murió
Manel Comas. Al parecer, sufría un cáncer de pulmón que le fue
detectado hace dos años, y que al final no pudo superar. Dejó
sentimientos encontrados en el mundo del baloncesto, entre el
agradecimiento de los seguidores de los equipos a los que llevó a lo
más alto y el desprecio de aquellos a los que no llegó a complacer.
Pero ha dejado algo más: en los últimos días se conoció que la
fiscalía le acusaba de un delito de acoso sexual contra dos
discapacitados. Él siempre lo negó, su familia lo sigue negando,
pero…
¿Es Manel Comas inocente
o culpable de esos delitos? Lo cierto es que nunca lo sabremos, ya
que nunca será juzgado. Pero para gran parte de la opinión pública
ya está condenado: pasará a la historia como el entrenador que
abusó de un par de inocentes indefensos.
Me asusta la tendencia
que existe en España a condenar a las primeras de cambio a todo
aquel que parezca culpable; y no me refiero a condenas judiciales,
sino a linchamientos populares. Pero es que la cosa va más allá: me
asusta la tendencia que existe en España a hacer parecer culpable a
todo aquel que sea acusado de algo. Cuando una persona que siempre
pasó desapercibida en su barrio y que seguramente era apreciada por
sus amigos y conocidos, es acusada de un delito, inmediatamente se
rodea de un aura de culpabilidad, comienzan a murmurar contra ella,
se encuentran cosas raras en todos sus comportamientos… comienza a
parecer culpable; y una vez que parece culpable, es culpable y hay
que condenarla.
No ayudan nada las
muestras de indignación de los afectados (o no) a las puertas de las
comisarías o los juzgados. Decenas de personas perfectamente
organizadas, con pancartas y cacerolas, llamando asesino o hijo de
puta al detenido, y todo ello convenientemente difundido por todos
los medios de comunicación. ¿Qué más da que todavía no haya sido
condenado? Para la opinión pública ya es culpable.
El problema se agudiza,
además, cuando el juicio se va a realizar con un jurado popular,
como es el caso del que se está llevando a cabo en estos momentos
contra José Bretón. Comprendo perfectamente el dolor de la madre de
esos niños, pero propiciando esas concentraciones a la puerta de los
juzgados flaco favor le estaba haciendo a la justicia. ¿Alguien en
su sano juicio puede creer realmente que ese jurado va a ser
imparcial? Llevan dos años siguiendo la investigación paso a paso
por la tele; absorbiendo todas las noticias del telediario, fuesen
ciertas o no; escuchando declaraciones de gente relacionada, fuera
honesta o no… ¿Cómo van a ser capaces de diferenciar al final las
informaciones periodísticas de las pruebas judiciales?
En otros países donde se
han establecido los jurados populares, la discreción a la hora de
llevar las investigaciones policiales es fundamental; es la única
forma de blindar a los miembros del jurado contra manipulaciones
interesadas. Aquí eso no se hace. No digo que Bretón sea inocente,
probablemente no lo sea, pero, ¿significa eso que no tenga derecho a
un juicio justo? ¿Significa que ha perdido el derecho a no ser
insultado y acosado? ¿En qué nos hemos convertido?
Creo que ya va siendo
hora de tomar cartas en el asunto. La policía debería tener órdenes
expresas de disolver cualquier tipo de concentración delante de un
juzgado o una comisaría. Me da igual que el acusado lo sea por
asesinato, corrupción, violación o robo. De la misma manera, los
medios de comunicación deberían empezar a comportarse como el
cuarto poder que son y trabajar en favor de la democracia, no de la
ley de la selva.
Es posible que siendo tan
legalistas se llegase al caso de que un culpable saliese absuelto por
falta de pruebas. Pero creo que incluso eso sería preferible a que
un inocente fuese condenado; entre otras cosas, porque un inocente
condenado implica un culpable sin condena. Y para un inocente,
soportar no sólo la condena, sino el linchamiento popular, debe de
ser insufrible. Que le pregunten, si no, a Dolores Vázquez,
condenada injustamente por el asesinato de Rocío Wanninkhof, y, que,
además de encarcelada, fue insultada, humillada, vejada y “asesinada
socialmente”.
Como decía alguien que
de juzgar tiene un poco de experiencia: “por un sólo inocente que
hallara en la ciudad, sería perdonada”.