viernes, 16 de enero de 2009

Un apunte breve

¿Alguien sabe dónde está Jesús Caldera? Sí, hombre, ese chaval alto con gafas, que fue ministro de no sé qué, que luego se peleó con Zapatero y ahora anda perdido por ahí. Ese que fue en su día diputado por Salamanca, y que juró que los papeles del archivo saldrían por encima de su cadáver. Ese que manipulaba con Tippex los informes oficiales para que dijesen exactamente lo que el Gobierno quería que dijesen...

Parafraseando la vieja canción: ¿Qué le estará pasando al probe Jesús, que jace mucho tiempo que no sale? (Aviso a la SGAE: no, no he pagado derechos de autor por utilizar este verso).


Pues resulta que en el PSOE se han sacado de la manga una fundación (Fundación Ideas, se llama), del estilo de la Fundación FAES del PP, pero en progresista, y han puesto al tal Caldera al frente, para difundir por todo el mundo y parte del extranjero las ideas más profundas del catecismo socialista. Y hete aquí que nos encontramos esta semana pasada al individuo, con su fundación a cuestas, en Santiago de Chile (donde, por cierto, coincidió con María San Gil y FAES) dando una conferencia sobre... cambio climático. Claro, no podía ser de otra forma. La fundación del PSOE sólo puede dar conferencias sobre cambio climático y sobre alianza de civilizaciones. Que será una fundación, pero las ideas, por lo que parece, se han quedado en el nombre.


Y cualquiera con un poco de inquietud y de ganas de saber se preguntará: ¿Y por qué se ha ido tan lejos este pollo para dar una conferencia sobre cambio climático? Y yo, que he escrito este post con el único objeto de contestar esta pregunta, respondo que las razones son dos. La primera es que debía buscar un país donde se hablase español, y eso restringe el destino básicamente a Hispanoamérica. La segunda, y quizás más importante, es que ahora, en Chile están en pleno verano, y deben de estar sudando la gota gorda.


Si hubiese dado una conferencia sobre calentamiento global el viernes pasado en Madrid, le habrían corrido a gorrazos.


Hay algunos que, definitivamente, no tienen remedio.


NOTA: Me parece superfluo aclararlo, pero hay gente muy mal pensada: María San Gil NO estaba participando en la conferencia sobre cambio climático. Faltaría más.

lunes, 12 de enero de 2009

Respuesta desproporcionada

A nadie se le debe escapar que la forma de hacer la guerra ha cambiado, quizá definitivamente. La manera tradicional, en que dos ejércitos se enfrentaban en un campo de batalla elegido previamente, lejos de la población civil, ha dado paso a una especie de carnicería en la que no hay diferencia alguna entre civiles y combatientes, y en la que, consecuentemente, la propia batalla se libra en medio de la población civil.

El concepto moderno de guerra fue magistralmente interpretado por las guerrillas comunistas de Vietnam del Norte, primer caso en la historia en la que no había diferencia alguna entre la población campesina y el Vietcong. El ejército americano, mucho mejor pertrechado y entrenado, cayó en la trampa, víctima del legalismo de la Convención de Ginebra, incapaz de decidir si la población de la aldea que acababa de ocupar
eran campesinos aterrorizados por la dictadura comunista o guerrilleros dispuestos a inmolarse haciendo explotar una granada oculta.

El ejemplo de la guerrilla norvietnamita cundió rápidamente entre los grupos guerrilleros/terroristas, sobre todo, cuando, tras la caída de la URSS, se vieron sin el apoyo económico y militar del que habían disfrutado hasta los años 80. Evidentemente, las "milicias" palestinas no iban a ser ajenas a esta transformación, sobre todo después de la larga experiencia que acumulaban como grupos terroristas, en la que el daño a la población civil no era un efecto colateral de su lucha, sino el objetivo último de ésta.

Al Fatah, primero, y Hamas, después, han elegido no enfrentarse directamente con el ejército israelí: saben que no tienen fuerza suficiente, no ya para vencerlo, sino simplemente para soportar sus embestidas. Es por eso que han elegido el terrorismo como forma de enfrentarse a él; han desencadenado una lucha de civiles contra civiles con el ánimo de provocar al ejército y desencadenar una carnicería. Arman a sus mujeres con cinturones de explosivos y las mandan a los mercados de Jerusalén, donde matan a israelíes y palestinos, a militares y a civiles, a clérigos y laicos... Luego Israel cierra sus fronteras para evitar la entrada indiscriminada de suicidas y es vituperado por medio mundo por bloquear a los territorios palestinos. Lanzan cohetes desde las escuelas y hospitales de la franja de Gaza contra campamentos de civiles, esos mismos civiles que, voluntariamente abandonaron Gaza para entregársela a un grupo terrorista que ahora utiliza a las mujeres y los niños como escudos humanos... Luego Israel ataca los emplazamientos de lanzamiento de misiles y es insultado por el mundo entero por atacar objetivos civiles.

Todo aquel que arguye que los métodos de Israel son desproporcionados debería explicar por qué entiende la guerra como un acto de pura venganza. Debería explicar si, a su entender, Israel tendría que limitarse a lanzar cohetes sobre la población civil palestina, ya que eso es exactamente lo que hacen los terroristas de Hamas. Debería explicar si, según su preclara inteligencia, Israel debe renunciar a defender a su población porque así ocasiona víctimas entre la población palestina. Debería explicar, en fin, dónde se encuentra el límite de la proporcionalidad, para así saber hasta dónde debe aguantar un estado el asaeteamiento indiscriminado de su población civil antes de intentar detener los ataques.

En Israel viven alrededor de un millón y medio de palestinos, sobre una población total de algo más de siete millones de personas. Estos palestinos disfrutan de derecho a voto, educación, sanidad, vivienda, trabajo... y seguridad, siempre que no se crucen con un "compatriota" dispuesto a liberarlos de su esclavitud. Cuando, hace unos años, Israel se retiró de los territorios de Gaza y Cisjordania, dejaba unos pocos miles de colonos, en asentamientos dentro del nuevo territorio palestino. Los acuerdos de paz impusieron la expulsión inmediata de estos colonos al territorio israelí, obligándoles a abandonar sus hogares porque la Autoridad Palestina no estaba dispuesta a tolerar a judíos viviendo entre ellos. Bonita reciprocidad. Pues bien: estos colonos que se vieron obligados a abandonarlo todo, son los que ahora deben soportar estoicamente la lluvia de misiles sobre sus nuevos hogares prefabricados, sin ser, de ninguna manera, un objetivo militar, ya que, todavía, el ejército israelí entiende la guerra a la vieja usanza y no utiliza a su población civil ni como combatientes ni como escudos.

Cuando, durante el desembarco de Normandía, los defensores alemanes ametrallaban desde sus búnkers a las tropas aliadas, éstos replicaban con fuego de artillería, lanzallamas y bombas de mano. Alguna vez, estos progres de pacotilla nos tendrían que explicar si fue también una respuesta desproporcionada.