lunes, 22 de septiembre de 2008

Insidiosa reconquista

No sé por qué, pero llevo varios días recordando un artículo de Juan Luis Cebrián en El País, resumen de una intervención suya en un homenaje a Juan Goytisolo. Decía en él que sin las Cruzadas y la Inquisición, sin la insidiosa Reconquista ibérica, podríamos –¿quién sabe?– haber asistido al florecimiento de una civilización mediterránea, ecuménica y no sincretista, en la que convivieran diversos legados de la cultura grecolatina, lo mismo que conviven hoy las dos Europas, la de la cerveza y el vino, la de la mantequilla y el aceite de oliva, en una sola idea de democracia.

Reconozco que me encanta hacer (de vez en cuando) ejercicios de "historia-ficción"; imaginar qué habría pasado si no hubiera muerto tan joven Alejandro Magno, si el cristianismo no hubiese arraigado en la sociedad romana o si Alemania no hubiese entrado en guerra contra la Unión Soviética. Son ejercicios que ayudan a mantener la mente despierta y abarcar otros escenarios distintos del actual. Sin embargo, asumo desde el principio que cualquier intento de establecer estos ejercicios como algo demostrado es vano, ya que la cantidad de factores que intervienen en la Historia hacen que el desarrollo de los acontecimientos discurra por cauces casi infinitos.

Yo también me he preguntado muchas veces qué habría pasado si en la Península Ibérica no se hubiese llevado a cabo el proceso de reconquista y repoblación que sucedió durante casi ocho siglos, y siempre he llegado a la conclusión de que, la única forma de saberlo a ciencia cierta sería encontrar un pueblo que hubiese pasado por nuestros mismos avatares históricos (desde la prehistoria hasta la invasión musulmana) pero que luego no se hubiese librado de ésta. ¿Existe este pueblo? Veamos:

Debería tratarse de un pueblo con unas raíces genéticas similares a las nuestras, lo que implicaría un origen común o muy cercano. Esto, por lo tanto, debe implicar que se trate de un pueblo mediterráneo; un pueblo que, a lo largo del tiempo, haya recibido influencias orientalizantes mediante el asentamiento de colonias comerciales griegas y fenicias; un pueblo que, tras haber sido dominado por los cartaginenes, hubiese caído bajo el poder romano, permaneciendo bajo su dominio hasta que se derrumbase estrepitosamente, allá por el siglo V; un pueblo que, desde entonces, haya alternado la sumisión entre pueblos germanos y el imperio bizantino, para, a finales del siglo VII o principios del VIII, haber caído bajo el dominio de los árabes, del que nunca se hubiese librado, al no haber padecido la Insidiosa Reconquista de la que habla Cebrián, y que sí sufrió España.

¿Demasiados parámetros para tener en cuenta? Es posible. Puede que, aun encontrando un pueblo que siguiese al dedillo esta serie de acontecimientos, no sirviese como ejemplo para este ejercicio. Pero, no sé por qué, cada vez que pienso en estos pueblos, se me vienen a la cabeza Marruecos, Argelia o Túnez; sin duda, tres civilizaciones mediterráneas, ecuménicas y no sicretistas, en las que conviven los diversos legados de la cultura grecolatina.

En otras palabras: el colmo de la tolerancia, vaya.

martes, 2 de septiembre de 2008

Categoría 5

Al final, la sangre no ha llegado al río, y el río no ha anegado medio Louissiana, como muchos llevan esperando desde hace tiempo.

Cuando hace tres años el Katrina provocó una catástrofe en Nueva Orleans, millones de gargantas elevaron su voz para clamar contra el cambio climático, que había producido ese ciclón asesino. Dejándose arrastrar por la corriente, los funcionarios del IPCC, y sobre todo, el ilustre Al Gore, vaticinaron que el aumento de la temperatura en el Golfo de México produciría en el futuro un aumento en el número e intensidad de los ciclones en el Atlántico Norte. Y claro, el problema del IPCC es que resulta de lo más convincente... excepto cuando hace predicciones a corto plazo, ya que, hasta la fecha, ninguna se ha cumplido.

Llevan desde hace tres años esperando el huracán que se lleve por delante todo el sur de Estados Unidos para poder emerger de entre las tierras anegadas con el "te lo dije" de la autosatisfacción. Pero la Naturaleza se resiste a darles la razón. Cada año permanecen atentos a sus pantallas para ver si, esta vez sí, el Armaggedon se desata sobre las tierras bajas del río Mississippi, para regresar después a sus cubiles esperando el próximo ciclón. Y es que, aunque les duela, el número de huracanes y su intensidad han descendido desde el Katrina.

Este año todo estaba de cara. Gustav, un ciclón de categoría 4, entraba en el Golfo de México tras haber golpeado Cuba, Haití y Puerto Rico, y se dirigía directo hacia Nueva Orleans. Las noticias fueron unánimes: se fortalecerá durante su paso por el mar para llegar a Louissiana con categoría 5 y vientos de más de 300 kilómetros por hora. Era el desastre. La ciudad estaba sentenciada. Se organizó la evacuación de más de dos millones de personas. Bush se atrincheró en el gabinete de crisis y Gore se agazapó en su madriguera dispuesto a saltar sobre las centrales térmicas...

Sin embargo, dispuesto a llevar la contraria al IPCC, Gustav perdió intensidad a su paso por Cuba y entró en el Golfo de México con categoría 3. Los expertos auguraron un fortalecimiento durante su travesía por el recalentado mar y su llegada a la costa igual de destructivo, pero, lejos de obedecer las órdenes de los salvadores del planeta, el indisciplinado huracán siguió perdiendo fuerza para llegar al delta del Mississippi con categoría 2 y convertirse de inmediato en una tormenta tropical, en su camino hacia Texas.

Ya se está formando un nuevo ciclón en el Atlántico (Hanna), pero parece que habrá que esperar al año que viene para contemplar la tormenta perfecta que borre a la tóxica raza humana de la faz de la tierra.

Definitivamente, lo que no deja de aumentar es el número de tontos de categoría 5, que, además, se están fortaleciendo.