El otro día fui a comprar manzanas.
Comparé precios y me di cuenta de que en Mozambique estaban baratísimas: me cobraban 10 cuando en España me pedían 50; así que me dije: perfecto, me compro trescientas mil toneladas, las vendo en España a 20, y consigo tres objetivos: ayudo a controlar la inflación (que está disparada), meto dinero en Mozambique, que buena falta les hace, y yo me hago inmensamente rico.
Pero algo falló; cuando fui a pedir los permisos al ministerio correspondiente me dijeron que no podía hacer eso, porque si vendía a ese precio los agricultores españoles no podrían hacer frente a la competencia y se arruinarían, por lo que me iban a cobrar 80 en concepto de aranceles.
Todo mi gozo en un pozo, decidí que mi negocio había fracasado antes de empezar, y compré mis manzanas a un francés muy amable, que me las cobró a 60, porque la inflación está disparada, y estaban destruyendo excedentes para mantener los precios elevados.
El caso es que el dinero que tenía apalabrado con Mozambique no les llegó, y muchas de las inversiones comprometidas no se pudieron llevar a cabo por falta de liquidez, con lo que su crisis se agravó. Entonces, vino el gobierno a decirme que le entregase una parte de mis beneficios para hacerlo llegar a Mozambique en concepto de ayuda al desarrollo. Protesté enérgicamente, porque me parecía un timo que no me hubiesen permitido invertir en Mozambique, que me hubiesen obligado a gastarme seis veces más dinero en comprar mis productos en Francia, y ahora me hiciesen pagar más dinero para entregárselo a Mozambique. Me dijeron que así eran las cosas y que, de todas formas no me podía negar, porque estaba previsto en los presupuestos generales, y ya me lo habían quitado vía impuestos.
Con ese dinero compraron trescientas mil toneladas de manzanas, que se hicieron llegar a Mozambique como ayuda humanitaria, y se repartieron entre la población. La gente, entonces, dejó de comprar manzanas a los agricultores locales, con lo que éstos se arruinaron, dejaron de atender sus cultivos por falta de dinero, y enormes extensiones de manzanos quedaron baldías. Cuando la ayuda internacional se acabó, los mozambiqueños ya no tenían dónde comprar manzanas, lo que hizo que sobreviniera una gran hambruna que tuvo como resultado que, durante dos meses, tuviésemos en el telediario de las tres de la tarde imágenes de negritos de ojos tristes y barrigas hinchadas, víctimas del capitalismo feroz que esquilma los recursos de los países del tercer mundo.
Ayer, unos de una ONG vinieron a mi casa para que apadrinase a un niño mozambiqueño por una módica cantidad... Casi se me saltan las lágrimas.